¿Información o propaganda?: La huelga de hambre del etarra Ignacio de Juana Chaos y su cobertura en “The Times” (ARI)

¿Información o propaganda?: La huelga de hambre del etarra Ignacio de Juana Chaos y su cobertura en “The Times” (ARI)

Tema: La imagen que del fenómeno terrorista en España trasladó el diario británico The Times a través de su cobertura de la huelga de hambre del preso etarra Ignacio de Juana Chaos.

Resumen: La publicación a comienzos de febrero, en el diario británico The Times,de los testimonios de Ignacio de Juana Chaos, miembro de la organización terrorista ETA, junto a una fotografía del recluso en huelga de hambre, demuestra que la forma en la que los medios de comunicación abordan las cuestiones relacionadas con la banda puede contribuir a la manipulación de la realidad en torno al terrorismo. Este episodio corrobora que la prensa puede convertirse en un agente que, instrumentalizado por una organización terrorista, llegue a distorsionar el contexto sociopolítico en el que la violencia se manifiesta, minusvalorando los efectos propagandísticos que el terrorismo persigue. Confirma además que el terrorista es capaz de conseguir que su propaganda se vea revestida de credibilidad al ser presentadas sus acciones de una manera determinada por parte de un medio de comunicación de prestigio que, apelando al derecho a la información y a la satisfacción del interés público, puede lograr, por el contrario, la desinformación y la deslegitimación de las instituciones democráticas con las que la sociedad se defiende del terrorismo.

Análisis: El 5 de febrero de 2007 el diario británico The Times dedicaba una importante cobertura a la huelga de hambre de Ignacio de Juana Chaos, preso de la organización terrorista ETA, al encontrarse éste manteniendo un prolongado ayuno en protesta por la sentencia dictada por jueces de la Audiencia Nacional tras haber cometido un delito de amenazas. Una amplia fotografía que ocupaba todo el ancho de una de las páginas del diario, mostraba al terrorista postrado en la cama del hospital al que había sido trasladado semanas antes para que personal sanitario especializado velara por su estado de salud. De Juana posaba ante la cámara inmovilizado de pies y manos mediante sujeciones que las autoridades dispusieron con el fin de evitar que el terrorista se desprendiera de la sonda a través de la cual se le alimentaba y de los sensores que verificaban sus constantes vitales. El posado del terrorista fue destacado por el diario británico con el siguiente titular: “Encadenado y demacrado, el asesino de ETA clama por la paz desde su lecho de muerte”.[1]Bajo la apariencia de una información equilibrada que simulaba abordar con rigor tanto la noticiosa actualidad como el sanguinario pasado del terrorista, el periódico se convertía en medio privilegiado a través del cual la organización terrorista conseguía trasladar a una amplia audiencia su propaganda. Así ocurría al falsearse la realidad mediante la reproducción de unos contenidos en los que tanto el texto como la imagen se complementaban con el resultado de generar una información que mentía al lector. A través de una deliberada simplificación de los aspectos relacionados con la situación del etarra se enmascaraba la realidad, induciendo al lector a conclusiones determinadas, viéndose favorecidas éstas por la apelación a factores emocionales como los que despertaban la singular imagen elegida por el diario y el tendencioso lenguaje utilizado por el periodista, Thomas CatanDe ese modo, y como se detallará a continuación, la información distaba mucho de cumplir el ambicioso objetivo con el que el director del medio defendió esta cobertura al afirmar que su historia “había sido bien investigada y preparada de manera completamente profesional”, razón por la cual entendía que contribuiría “de modo significativo a un debate crucial en España y el resto del mundo”.[2]

¿Encadenado a su lecho de muerte?

En primer lugar deben cuestionarse los procedimientos mediante los cuales el periodista se hizo con la fotografía y los testimonios escritos de un preso que debía estar sometido a un estricto régimen de vigilancia. El hecho de que fuera el entorno del activista etarra quien facilitara una fotografía y unas declaraciones escritas que claramente servían para reforzar los posicionamientos de De Juana en un decisivo momento de su chantaje al Estado, demuestra de entrada cómo la interpretación de la realidad que el diario iba a trasladar se encontraba decisivamente predeterminada por los intereses del recluso. Así lo corroboraba el hecho de que la efectista fotografía publicada fuera precisamente esa y no otra. La imagen de delgadez del recluso, situada en un entorno hospitalario que evocaba sufrimiento y debilidad junto a las sujeciones que aparentemente le mantenían inmovilizado, proyectaban un mensaje de empatía con quien era identificado como una víctima, como se intentaba enfatizar a través de un lenguaje que asociaba a De Juana con el positivo pero indefinido objetivo de la búsqueda de la “paz”. Se componía así un contexto que inducía a percibir la realidad de modo diferente, pues lo cierto es que, al contrario de lo que el titular destacaba, el preso no permanecía “encadenado”, sino inmovilizado con un objetivo que el marco fabricado por el periodista servía para infravalorar, ya que esas sujeciones pretendían evitar que el preso se deshiciera de la sonda que le permitía continuar con vida. En inglés el término “restraint” es el utilizado para referirse a situaciones en las que policía o personal sanitario deben “restringir los movimientos” de reclusos o pacientes.

Esa alimentación asistida era precisamente la que hacía que, a diferencia de lo que indicaba el reportaje, De Juana no estuviera “próximo a la muerte después de tres meses sin comer”, pues como reconocen los especialistas médicos es posible vivir durante años siguiendo ese tipo de nutrición. Todo ello cuando además resultaban tan convincentes las críticas de quienes denunciaban que el preso estuviera ingiriendo alimentos facilitados por unas visitas que en contravención de las órdenes de vigilancia lograron fotografiar a De Juana en un “lecho de muerte” que, en contra de lo afirmado por el diario, evidentemente no era tal.

La inversión semántica que se lograba a través de la imagen y del texto referidos quedaba expuesta al contrastarse la cobertura de The Times con la que realizaron dos medios de comunicación afines a la organización terrorista ETA, como son los diarios Gara Berria. El primero de ellos optó por mostrar una imagen de un De Juana desafiante con puño en alto y desprovisto ya de las sujeciones que tan aparentes resultaban en el documento gráfico reproducido por el periódico británico. La movilidad del preso era también innegable en una fotografía reproducida por Berria en la que De Juana aparecía en pie exhibiendo una camiseta en la que quedaba sobreimpresionada la reivindicación de amnistía total para los presos de la organización terrorista. Debe incidirse en que en las fotos publicadas en Gara Berria ya no aparecían sondas, sensores o sujeciones que debilitaran la imagen del terrorista. La decisión del etarra de posar de modos tan diferentes en medios tan distintos confirma su interés por seleccionar adecuadamente los mensajeros de su propaganda en función de la audiencia a la que deseaba destinar mensajes específicos con objeto de que su acción comunicativa terminase siendo eficaz. El diario británico se convertía así en un útil intermediario que habría de trasladar un mensaje que evitase por parte del destinatario un rechazo hacia De Juana como el que sí habría provocado la publicación en The Times de las fotografías seleccionadas por los medios afines a ETA. Por tanto, la existencia de una realidad insoslayable como la que Gara Berria no ocultaban, cuestionaba la fidelidad de la interpretación de unos hechos que The Times presentaba de una manera engañosa como objetivos. La pretenciosa objetividad de dicha cobertura resultaba falaz, pues su veracidad dependía no tanto de lo que se mostraba con el beneplácito fiscalizador del terrorista, sino precisamente de aquello que éste escondía del periodista. Así debe ser, habida cuenta de que el tratamiento de informaciones relacionadas con terrorismo exige el cumplimiento de rigurosos criterios profesionales derivados de la necesidad de impedir la manipulación de los medios por parte de organizaciones terroristas que entienden la comunicación como un destacado instrumento de su repertorio de acción frente al Estado al que intenta deslegitimar. El diario británico había aceptado de manera incuestionable la intencionada escenificación de De Juana que más convenía a los intereses de éste.

¿Terrorista o separatista vasco?

Junto a la estudiada fotografía con la que el terrorista pretendía persuadir a su audiencia, el lenguaje que el periodista seleccionó con el fin de contextualizar la imagen deliberadamente compuesta por el preso, contribuía también al ensalzamiento de su imagen. En ningún momento era definida la organización terrorista como tal, sustituyéndose en cambio la que habría sido su correcta denominación por la eufemística expresión de “grupo separatista vasco”. No es ésta una excepción en el tratamiento que los medios extranjeros confieren a la organización terrorista ETA, justificando la falta de rigor que supone esa errónea definición mediante inconsistentes alusiones a una supuesta necesidad de neutralidad que emanaría de su papel de observadores imparciales. La connotación negativa que el término terrorista implica condiciona su uso a pesar de que el análisis científico de las acciones realizadas por la organización terrorista ETA hacen necesaria dicha categorización. El terrorismo es un método al que sin duda alguna ETA ha recurrido al perseguir unos objetivos separatistas que han llevado a sus integrantes a generar un terror que atestiguan los centenares de muertos y víctimas por ellos causados. Por lo tanto, la insistencia de los medios en eludir una rigurosa definición de la naturaleza terrorista de ETA cuestiona la objetividad y veracidad de la información en torno a ésta, así como la de las interpretaciones que dicho error alimenta. Asimismo, “no llamar terrorismo a la violencia que adquiere características distintivas reconocibles ni por el apropiado epíteto de terroristas a quienes lo han practicado en el pasado o en el presente, equivale a adoptar una actitud condescendiente, como ciudadanos y como personas, hacia el uso de la muerte como principal argumento político”.[3]

No es ésta una mera cuestión retórica, pues la ausencia de un rigor conceptual como el reivindicado coadyuva al uso generalizado de términos que tergiversan realidades al quedar desprovistos de su verdadero significado, ignorándose la deliberada instrumentalización que de los mismos realizan las organizaciones terroristas. En este sentido repárese en cómo el corresponsal de The Times presentaba a De Juana como una “destacada figura en el proceso de paz” que “pedía con urgencia nuevos esfuerzos para solucionar el conflicto”. Los términos positivos que componían las breves declaraciones de De Juana conformaban un lenguaje con el que el terrorista cristalizaba estereotipos que estructuraran la realidad en torno a su persona de una forma precisa y favorable: “Estoy completamente de acuerdo con el proceso democrático de diálogo y negociación para resolver el conflicto político entre la región vasca y los Estados español y francés”; “Después del suceso de Barajas la resolución del conflicto es más necesaria que nunca”.

Propaganda para enmascarar la realidad

Como destacados académicos han concluido, es erróneo pasar por alto el fuerte componente propagandístico del terrorismo y cómo los actos de violencia de la organización terrorista van complementados de una acción comunicativa encaminada a reportarle credibilidad en la batalla de voluntades que libra con el Estado al que desafía.[4] Precisamente el impacto efectista de la enorme fotografía del terrorista yacente y del titular que la acompañaba, con sus implícitas y sensacionalistas apelaciones emocionales, facilitaba que el lector ignorara la intencionalidad de las palabras del activista etarra. La composición periodística ocultaba algo tan evidente como que el concepto “paz”, interpretado desde la perspectiva de la organización terrorista y de sus activistas, es sin duda incompatible con el significado que dicho término tiene para quienes aceptan las normas de una democracia. Dicho sustantivo, así como el también profuso término “proceso de paz”, concepto genérico al que el terrorista mostraba también su apoyo, constituyen expresiones talismán que poseen una intencionalidad muy determinada contraria a sus auténticos significados. Como demuestran los constantes comunicados públicos e internos de ETA, ese “proceso de paz” al que el terrorista brindaba su respaldo, así como “el diálogo y la negociación” que propugnaba, evidencian que esas apelaciones no dejan de ser recursos discursivos con los que los terroristas han intentado atraerse las mentes y los corazones de aquellas audiencias destinatarias de su violencia mientras la organización terrorista mantiene su intimidación. A través de esas “palabras clave” se desfiguraba la realidad, designando los hechos de modo distinto con el fin de suscitar respuestas muy diferentes al problema,[5] objetivo clásico de la propaganda etarra. Véase cómo la banda ha buscado siempre la internacionalización de lo que ella denomina “conflicto vasco”, reconvirtiendo el problema de la violencia terrorista en un antagonismo histórico entre España y el “pueblo vasco”, alegando deficiencias democráticas de un Estado en el que, en contra de la evidencia, se practicarían torturas sistemáticas y se restringirían seriamente los derechos y libertades de los “independentistas”.

Por ello no habría sido irrelevante, sino esclarecedor, que la información de The Times hubiese informado de cómo ETA ha mantenido su violencia y extorsión durante un “alto el fuego” sobre el que el periodista se limita a señalar que fue “definido por el grupo como permanente”,[6] o que el fenómeno terrorista hubiese sido definido en sus verdaderos términos y no insistiendo en erróneas interpretaciones del mismo.[7] La deconstrucción del lenguaje de De Juana confirma que éste no entiende como incompatible su particular concepción del denominado “proceso de paz” con la continuidad de la violencia y de la presencia coaccionadora de la organización terrorista. Por tanto, la copiosa utilización de términos positivos como paz y diálogo intenta predisponer al lector a favor de una línea de pensamiento en la que el terrorista rehabilite su imagen transmutándola por la de una figura a favor de la “paz”, ocultándose así que las constantes demostraciones de violencia de ETA constituyen el único obstáculo en el camino hacia una auténtica paz que para lograrse exige que los ciudadanos privados de libertad a causa de las amenazas etarras vuelvan a ser capaces de ejercer libremente sus derechos. De ahí que en la batalla de voluntades que el terrorismo representa, los medios deban evitar convertirse en altavoz de postulados articulados por el activista terrorista y que, siendo objetivamente falsos, están destinados a obtener la empatía de determinadas audiencias al presentarse como razonables. Cuando el medio asume ese papel, actúa sin profesionalidad, e injustamente, al deslegitimar a quienes respetan las normas democráticas mediante la infravaloración o la equiparación de éstos con quienes a través del terror, la intimidación y el engaño pretenden confundir a la sociedad.

La escenografía construida en torno al reportaje conseguía que la extorsión al Estado que la huelga de hambre representa quedase difuminada, transformando en dialogante partidario de la paz a quien intenta coaccionar a las instituciones democráticas recurriendo a la extrema violencia que supone la utilización de su cuerpo como arma de presión. Intencionadamente el medio confundía una cruenta personalidad real con una personalidad representable maquillada de compasión. Esta perniciosa reversión de papeles se reafirmaba con la inclusión de testimonios de De Juana en los que oponía sus actos de “reprimido” a los del “represor” que le somete a la violación de su dignidad. La selectiva glosa del pasado de De Juana que el periodista realizaba facilitaba tan injusta y dañina metamorfosis, pues eludía decisivos elementos biográficos que aportaban una indudable credibilidad a las amenazas del terrorista, delito que era infravalorado por el periodista siguiendo varias tácticas. Por un lado se aceptaba de manera acrítica el criterio del terrorista, que interesadamente minimizaba los delitos de amenazas por los que ha sido juzgado y sentenciado, denunciando el “brutal ataque a la libertad de expresión” sufrido. El periodista asumía esta interpretación, indicando que su “nueva sentencia” era el resultado de “la publicación de dos artículos de opinión”. El criterio judicial era así ignorado, evitándose además oportunas referencias que corroborarían la gravedad del delito, por ejemplo el dictamen judicial o los testimonios de las personas que se declararon “amenazadas” por los escritos de De Juana, cuyo cruento historial criminal confiere una indudable credibilidad a sus amenazas.Así, cinco directivos de prisiones en las que estuvo ingresado el miembro de ETA reconocieron ante el juez haberse sentido “directamente amenazados”, tanto ellos como su entorno familiar, por el contenido de sus artículos, lo que les llevó a algunos a cambiar de domicilio. Informativo resultaba también recordar que en 1992 Ignacio De Juana envió una carta al juez de vigilancia penitenciaria de Cádiz advirtiéndole que ETA le incluía en sus listas como “ejecutable”.

Todas estas omisiones servían para atenuar la crueldad del personaje y la gravedad del delito de amenazas por el que fue condenado, ocultamiento también perseguido mediante trampas discursivas como la siguiente. La información de The Times indicaba que “Se dice que [De Juana] pidió a sus carceleros langostinos y champán para celebrar el asesinato de un político y su esposa”. Al plantearse que simplemente “se dice” que el etarra obró de esa forma, cuando es incuestionable que De Juana celebró con tan insultante petición el asesinato del concejal Tomás Caballero, los hechos objetivos son rodeados de una sombra de duda que de nuevo beneficia al terrorista. Erraba asimismo el periodista al confundir el atentado contra Caballero con el asesinato del concejal Alberto Jiménez-Becerrill y su esposa, Ascensión García Ortiz, crímenes que llevaron a De Juana Chaos a expresar su alegría escribiendo “me encanta ver las caras desencajadas que tienen”.

Conclusión: El análisis aquí expuesto demuestra que el diario The Times fue utilizado por el etarra Ignacio De Juana Chaos como instrumento de propaganda de la organización terrorista ETA que le permitió trasladar a una amplia opinión pública internacional sus críticas al sistema democrático español, reafirmando así su presión sobre la sociedad y el poder judicial en un decisivo momento. El encuadre que el diario británico realizó del episodio se caracterizó por la ausencia de respeto hacia los más básicos principios periodísticos al inducir constantemente al lector hacia los planteamientos de la fuente del periodista, que en esta ocasión resultó ser un terrorista al que se le permitió componer en función de sus intereses los elementos fundamentales de la información. La necesidad de contrastar las fuentes de la información constituye una de las máximas del ejercicio periodístico que adquiere particular relevancia cuando el objeto de la misma y quien la facilita pertenece a una organización terrorista. Este condicionante obligaba al periodista a considerar que la acción comunicativa ha constituido uno de los frentes primordiales de la organización terrorista ETA, prioridad evidente cuando uno de sus integrantes plantea un desafío al Estado como el que supone la exigencia de libertad incondicional bajo la amenaza de su propia muerte. El selectivo uso de intencionadas imágenes y palabras como las descritas conformaron una narrativa explicativa plenamente coincidente con los objetivos del terrorista, siendo la realidad manipulada para acomodar los hechos a los fines propagandísticos del activista. El lenguaje utilizado sirvió para que un hecho objetivo como el que representa una sentencia por un delito de amenazas fuera transformado en un mero e inofensivo ejercicio de libertad de expresión, ignorando el brutal contenido de las amenazas y la credibilidad de las mismas que la trayectoria del autor les confería. Mediante tan engañosa tergiversación se facilitaba la inversión de las atribuciones de culpa por la huelga de hambre de De Juana, trasladando al Estado la carga de la responsabilidad por su inicio y por su conclusión.

Asimismo, y al contrario de lo que indicaba el editorial del diario, De Juana no estaba en absoluto próximo a la muerte en el momento de ser fotografiado, sensación que sí deseaba transmitir el etarra para reforzar la presión ejercida mediante su chantaje, coacción a la que contribuyó The Times. Así lo hizo al desplazar hacia el Estado la responsabilidad por una hipotética muerte del recluso cuando ese destino dependía exclusivamente del preso y no de unos jueces obligados a hacer cumplir la legalidad, requerimiento que el editorial referido minimizó al identificar de forma errónea a la judicatura con una lealtad ideológica determinada afirmando que “los tribunales simpatizan ampliamente con la oposición conservadora”. Con esos parámetros, la publicidad internacional que el suceso cobró, como el propio diario reconoció, no pudo ser sino positiva para el integrante de una organización terrorista que obtuvo la credibilidad que se deriva del respaldo a sus posicionamientos brindado por un diario de prestigio.

Por todo ello, incorrecta resultaba la apreciación del diario al defender su información argumentando que “un periodismo que interroga y pone a prueba el pensamiento terrorista fortalece la habilidad de la sociedad para enfrentarse al enemigo”.[8] Así resultaba al haber reemplazado el diario la objetividad por una espectacularidad que incrementó la eficacia de la propaganda terrorista. Como el estudio académico de la mentalidad terrorista demuestra, su comprensión requiere tener presente la racionalización y motivaciones del criminal así como los mecanismos de negación a los que recurre con el fin de justificar y legitimar sus acciones.[9] Sin embargo, como se ha examinado, el benévolo tratamiento dispensado por el periodista a la figura del etarra eludía el más mínimo cuestionamiento de los argumentos del entrevistado, carencia especialmente grave cuando se trata de un terrorista juzgado y condenado. Tan decisiva irresponsabilidad garantizaba a la organización terrorista el “oxígeno” de una beneficiosa “publicidad” al distorsionar considerablemente la imagen del terrorista y del verdadero significado de su extorsión al Estado mediante el recurso a la huelga de hambre. En este sentido, llamativo debería resultarle al director del diario que defendió su cobertura que la información publicada no incluyera ninguna alusión a la influencia de quienes además del propio recluso podían detener la protesta, esto es, la propia organización terrorista y su entorno de amistades, precisamente quienes facilitaron al periodista la fotografía publicada y el cuestionario que supuestamente habría cumplimentado el preso. Por el contrario, un editorial del diario titulado de manera significativa “El dilema de Madrid”, insistía en responsabilizar del destino del activista a actores ajenos al mismo, esto es, el Gobierno y los jueces cuando éstos se encuentran lógicamente restringidos por la legalidad. Por ello, más riguroso hubiese sido explicar cómo De Juana tenía a su disposición otros métodos alternativos al de su huelga de hambre, por ejemplo, aceptar la legalidad y aguardar el recurso interpuesto por su defensa, así como exigir a ETA su desaparición con la esperanza de ver anticipada su excarcelación.

En consecuencia, el reportaje distaba mucho de ser esa información que, como señaló el director del diario, fue “preparada de manera completamente profesional”, y que iba a contribuir “de modo significativo a un debate crucial en España y el resto del mundo”. La rigurosa explicación de la situación del preso etarra reclamaba no una actitud aquiescente hacia éste por parte del medio, sino un mayor cuestionamiento del comportamiento del entrevistado, cuya biografía terrorista obligaba al periodista a adoptar una disposición crítica totalmente ausente. El criterio de otras fuentes que hubiesen aportado rigor a los hechos presentados fue totalmente silenciado, primándose en cambio las manifestaciones del terrorista. Se confirmaba así una generalizada actitud de los medios a prestar una mayor atención a quienes recurren a la violencia en detrimento de quienes la padecen. De ese modo se otorga al terrorista una deshumanizadora influencia de nula eficacia política para el Estado al conferirle a aquél una legitimidad que incentiva su conducta de desprecio a los métodos pacíficos y democráticos.

Rogelio Alonso

Profesor de Ciencia Política en la Universidad Rey Juan Carlos


[1] “Shackled and emaciated, ETA killer pleads for peace from his deathbead”, Thomas Catan, The Times, 5/II/2007, http://www.timesonline.co.uk/tol/news/world/europe/article1329302.ece
[2] “Outrage at ETA prisoner’s interview”, The Times, 6/II/2007, http://www.timesonline.co.uk/tol/news/world/europe/article1336508.ece

[3] Fernando Reinares, Terrorismo y Antiterrorismo, Paidós, Barcelona, 1999, p. 45.

[4] Alex P. Schmid y Janny de Graaf, Violence as Communication. Insurgent Terrorism and the Western News Media, Sage Publications, Londres, 1982.

[5] Luis Veres, La retórica del terror. Sobre lenguaje, terrorismo y medios de comunicación, Ediciones de la Torre, Madrid, 2006, p. 109.

[6] Para una exhaustiva recopilación de las actividades criminales de ETA entre marzo y diciembre de 2006, véase ETA en “alto el fuego”: nueve meses de actividad terrorista. Quinto informe de verificación de la violencia terrorista, Mikel Buesa, Documentos Foro de Ermua, 31/XII/2006, http://www.foroermua.com/html/descargas/5Informe_verificacion061231.pdf

[7] Así ocurría también en otra simplista información en la que se asociaba el ya remoto período franquista con la coyuntura actual y con la violencia terrorista de una banda que ha seguido asesinando durante la consolidada democracia española, siendo abrumadoramente mucho más numerosos los asesinatos cometidos desde la desaparición de la dictadura. “The man whose fate is dividing Spain”, Thomas Catan, The Times, 7/II/2007, http://www.timesonline.co.uk/tol/news/world/europe/article1343856.ece

[8] “Madrid’s Dilemma”, editorial, The Times, 7/II/2007, http://www.timesonline.co.uk/tol/comment/leading_article/article1343396.ece

[9] Véase por ejemplo Bonnie Cordes, “When Terrorists do the Talking: Reflections on Terrorist Literature”, en David Rapoport, Inside Terrorist Organizations, Columbia University Press, Nueva York, 1988, pp. 150-171.