Mensajes clave
- Valoraciones elevadas, pero no desbordadas: las bolsas estadounidenses, especialmente las del sector tecnológico, presentan ratios de valoración (PER y Precio/Valor en libros) muy por encima de sus medias históricas y de los niveles europeos y asiáticos. Sin embargo, no hay señales inequívocas de una burbuja generalizada, sino más bien de un mercado caro sostenido por expectativas de crecimiento ligadas a la inteligencia artificial.
- Concentración, elevadas valoraciones y vulnerabilidad estructural: las llamadas Siete Magníficas[1] concentran el 40% del valor del S&P 500 y tienen una capitalización que supera el PIB de la UE27, lo que amplifica el riesgo sistémico ante una corrección de sus cotizaciones. Aunque sus fundamentos financieros son relativamente sólidos –altos márgenes, bajo endeudamiento y beneficios crecientes–, su tamaño y peso en los índices hacen que cualquier ajuste pueda dar lugar a efectos globales inmediatos.
- Tres capas dentro del ciclo tecnológico: no existe una “burbuja tecnológica” homogénea, sino un gradiente en torno a tres grandes categorías. Primero, Microsoft, Apple, Amazon y Alphabet muestran valoraciones exigentes elevadas, pero con ratios financieras más razonables y un modelo de negocio más diversificado con respecto a la inteligencia artificial. Segundo, NVIDIA, con un modelo de negocio centrado en inteligencia artificial, y Tesla, con un modelo de negocio bastante más alejado de la inteligencia artificial, se sitúan con ratios financieras mucho más dependientes de expectativas a largo plazo. Por último, firmas más pequeñas y centradas exclusivamente en inteligencia artificial, como Palantir, ARM y C3.ai reflejan rasgos más especulativos.
- El desenlace dependerá del efecto real de la inteligencia artificial: si ésta genera un salto de productividad comparable al que descuentan los mercados, las valoraciones actuales podrían estar justificadas. Si no, habrá correcciones. En cualquier caso, el contexto político y el nuevo apetito por el riesgo en Estados Unidos apunta a un cambio de paradigma tras años de austeridad: más inversión, menos prudencia y mayor exposición a posibles sobresaltos futuros.
Análisis
1. Comportamiento alcista de las bolsas
Durante las dos últimas décadas, las bolsas internacionales han seguido una tendencia claramente alcista, reflejo del dinamismo económico global y de la creciente importancia del sector tecnológico en los índices bursátiles. Como muestra la Figura 1, el S&P 500 ha multiplicado por más de cinco su valor desde comienzos de siglo: tomando enero de 2001 como base 100, el índice alcanzó en noviembre de 2025 un nivel de 519. Esta aceleración ha sido especialmente intensa a partir de 2020, coincidiendo con la recuperación tras la pandemia, el auge de la digitalización y, más recientemente, la euforia inversora en torno a la inteligencia artificial (IA). Aunque el entorno monetario y financiero ha variado sustancialmente en este periodo (desde fases de abundante liquidez hasta el actual escenario de tipos de interés más elevados, sobre todo en Estados Unidos –EEUU–), la tendencia de fondo ha sido una revalorización sostenida del mercado, encabezada en los últimos años por las grandes empresas tecnológicas.
Este comportamiento excepcional está generando una inquietud creciente sobre la posibilidad de que se haya formado una nueva burbuja en torno a las empresas tecnológicas y, en particular, a aquellas vinculadas a la IA. La magnitud de su capitalización y su peso en los principales índices bursátiles plantea interrogantes sobre los riesgos sistémicos que podría entrañar una corrección abrupta de sus cotizaciones.
Aunque la tendencia de fondo de los mercados bursátiles durante los últimos años ha sido claramente alcista, los datos anuales muestran que no ha sido un recorrido lineal. Como revela la Figura 2, los años 2018 y 2022 destacaron por los retrocesos generalizados en los índices bursátiles y, en particular, en el segmento tecnológico. En 2022, el índice Nasdaq 100, que agrupa las principales empresas tecnológicas estadounidenses, registró una caída de aproximadamente el 33%. Ese retroceso no se debió únicamente a un ciclo económico adverso, sino a una combinación de factores: el retorno a una “normalidad” postpandemia que redujo los ingresos excepcionales de muchas compañías tecnológicas (por ejemplo, menores ingresos publicitarios y menor aceleración del crecimiento digital), el cambio de expectativas de crecimiento, el endurecimiento de las condiciones monetarias y un proceso de rotación de carteras hacia valores menos vinculados a la tecnología.
Sin embargo, aunque la caída fue fuerte, no alcanzó los niveles de destrucción de valor ni de cadena sistémica que caracterizaron la burbuja de las puntocoms en el año 2000, ni mucho menos a los de la crisis financiera de 2008.
2. ¿PER elevado?
Uno de los indicadores más utilizados para valorar si el mercado está o no ante una burbuja es el Price-to-Earnings Ratio (PER) o ratio precio-beneficio. Este indicador se calcula dividiendo el precio de una acción entre el beneficio por acción generado por la empresa y muestra cuántas veces el inversor está dispuesto a pagar el beneficio anual de una compañía. Un PER elevado no significa necesariamente una burbuja, pero sí refleja expectativas de crecimiento muy altas: el mercado está pagando hoy por unos beneficios futuros que aún no se han materializado. Por el contrario, un PER bajo suele indicar que el mercado no espera un crecimiento relevante o, incluso, que percibe riesgos en el modelo de negocio. En general, para interpretar esta ratio resulta más útil compararla con su propia media histórica o con el de empresas del mismo sector, más que establecer un umbral universal de “alto” o “bajo”.
La Figura 3, que muestra la evolución del PER del S&P 500 desde 1957 hasta noviembre de 2025, permite situar el momento actual en perspectiva histórica. La ratio del índice se encuentra actualmente próxima a superar la media más una desviación típica, lo que sugiere que las valoraciones están en la parte alta de su rango habitual, aunque lejos de los niveles extremos observados durante la burbuja de las dot-com y en los primeros meses de la pandemia. Es decir, el mercado estadounidense muestra valoraciones exigentes, pero todavía dentro de márgenes históricamente razonables.
La Figura 4, por su parte, presenta la evolución del PER del Nasdaq 100 entre 2006 y 2025. En este caso, la ratio sí se sitúa claramente por encima de la media más una desviación típica, lo que indica que las empresas tecnológicas se encuentran en niveles de valoración más elevados que los observados en la mayor parte de los últimos veinte años. Este comportamiento refleja tanto las expectativas de crecimiento asociadas a la expansión de la IA como el fuerte peso que unas pocas compañías de gran capitalización tienen en el índice. En otras palabras, el mercado tecnológico está “más caro” que su media histórica y su margen para seguir expandiendo valoraciones sin una mejora de los beneficios es reducido.
La comparación internacional refuerza esta idea. La Figura 5 recoge los valores del PER y de la ratio precio-valor en libros (Price-to-Book Ratio) de los principales índices bursátiles a 10 de noviembre de 2025. Los índices estadounidenses presentan ratios sensiblemente más altas que sus equivalentes europeos o asiáticos. El S&P 500 alcanza un PER de 27,97 y el Nasdaq 100 se eleva hasta 37,39, frente a valores en torno a 19 para el DAX, 17 para el CAC 40 y 13 para el Ibex 35. Esta diferencia sugiere que los inversores están pagando mucho más por cada unidad de beneficio en EEUU que en otras regiones.
La ratio precio-valor en libros mide cuánto están dispuestos a pagar los inversores por cada unidad del valor contable de una empresa. Es decir, por cada euro o dólar de activos netos (activos menos pasivos) que figuran en su balance. Cuando esta ratio es superior a 1, implica que el mercado valora a la empresa por encima de su valor contable, generalmente porque espera que sus activos generen más rentabilidad o porque atribuye valor a intangibles que no se reflejan en el balance, como tecnología, marca o capital humano. Por el contrario, una ratio inferior a 1 suele indicar desconfianza sobre la capacidad de los activos para generar beneficios o una percepción de riesgo elevado. En sectores como el tecnológico, intensivos en activos intangibles, estas ratios tienden naturalmente a ser más altas, pero las diferencias actuales con respecto a otras regiones son inusualmente amplias. Como se observa en la Figura 5, mientras el Nasdaq 100 registra un valor cercano a 9 y el S&P 500 a 5,5, los índices europeos se sitúan entre 2 y 2,5, y los asiáticos incluso por debajo de 1,5.
En definitiva, las valoraciones en los mercados estadounidenses y, especialmente, en el tecnológico se sitúan claramente por encima de su promedio histórico y de sus homólogos internacionales. El PER del S&P 500 refleja un mercado caro, pero no desbordado. El del Nasdaq 100, en cambio, muestra niveles que ya se alejan de su rango de equilibrio habitual. Si bien esto no implica necesariamente la existencia de una burbuja, sí indica que el mercado descuenta un crecimiento futuro muy ambicioso, especialmente en torno a la IA. Cualquier decepción en esas expectativas podría traducirse en correcciones significativas, sobre todo en los segmentos más expuestos a este nuevo ciclo tecnológico.
Figura 5. Comparación PER y precio/valor en libros de principales índices, 10 noviembre 2025
| PER | Ratio precio/valor en libros | |
|---|---|---|
| S&P | 27,97 | 5,5 |
| Nasdaq 100 | 37,39 | 8,92 |
| DAX | 19,5 | 2,01 |
| Ibex | 13,96 | 1,97 |
| CAC | 17,18 | 2,07 |
| Nikkei | 22,63 | 2,64 |
| Hang Seng | 12,86 | 1,4 |
Aunque los indicadores de valoración sitúan los mercados estadounidenses en niveles históricamente elevados, las subidas bursátiles acumuladas en lo que va de 2025 han sido más moderadas en EEUU que en Europa y Asia. Según la Figura 6, las compañías que más han contribuido a la revalorización del S&P 500 han registrado incrementos significativos, como NVIDIA (+40 %), Alphabet (+47 %) o Broadcom (+52 %), pero inferiores a los avances observados en algunos índices europeos o asiáticos. Esto sugiere que, pese a sus valoraciones exigentes, el mercado estadounidense no está en una fase de euforia descontrolada, sino más bien en un punto de consolidación de las expectativas en torno a la IA.
En contraste, los principales índices europeos muestran un repunte mucho más amplio, impulsado por sectores más tradicionales. En el DAX alemán, las mayores subidas se concentran en la defensa (Rheinmetall, +186 %), la energía (Siemens Energy, +102 %) y el sector bancario (Deutsche Bank, +92 %), reflejando el impacto de la guerra en Ucrania y la reconfiguración energética europea. En el CAC 40 francés el patrón es similar: Airbus, Safran y Thales, todas ellas vinculadas al sector aeroespacial y de defensa, destacan junto con Société Générale, del sector bancario, lo que evidencia el dinamismo de los segmentos industriales y financieros tradicionales frente a la relativa estabilidad del sector tecnológico.
En el Ibex 35, la recuperación ha estado liderada también por la banca (Santander, +104 %; BBVA, +96 %; CaixaBank, +83 %) y el sector de la energía (Iberdrola, +38 %; Endesa, +61 %), impulsada por la subida de tipos y la fortaleza de los beneficios empresariales en estos sectores. En el Nikkei 225 japonés, el liderazgo corresponde a un conjunto heterogéneo de empresas vinculadas a tecnología industrial y semiconductores: Fujikura (cables y fibra óptica), Mitsui Kinzoku (materiales para baterías y chips), Lasertec y Advantest (equipos de inspección y prueba para semiconductores), junto con SoftBank (conglomerado tecnológico y financiero). Finalmente, en el Hang Seng de Hong Kong, las principales contribuciones provienen del sector tecnológico y digital (Tencent, Alibaba, SMIC) y, en menor medida, de la banca (HSBC) y la minería (Zijin Mining).
En conjunto, la radiografía de 2025 muestra un panorama bursátil más equilibrado que el de años anteriores. En EEUU, la revalorización sigue concentrada en el núcleo tecnológico, pero con avances más contenidos, mientras que en Europa y Asia el dinamismo proviene de sectores industriales, energéticos y financieros, en buena medida impulsados por los nuevos patrones geopolíticos y por la transición energética. Esta rotación sectorial ayuda a explicar por qué, pese a las valoraciones elevadas, el riesgo de una burbuja puramente tecnológica sigue siendo localizado y no generalizado.
En cualquier caso, existe la posibilidad de que las políticas de la Administración Trump, que combinan aranceles históricamente altos, depreciación del dólar y erosión de la independencia de la Reserva Federal, en particular, y el Estado de derecho, en general, estén dando lugar a una salida de flujos financieros desde EEUU hacia Europa y algunos mercados emergentes. De continuar, este reequilibrio macroeconómico global podría poner fin a, al menos, dos décadas en las que el mercado estadounidense ha generado rendimientos más elevados que el resto del mundo, tanto por crecimiento de los valores bursátiles como por el efecto del tipo de cambio.
Figura 6. Evolución entre enero y 6 de noviembre de 2025 de la cotización bursátil de las cinco empresas que más han contribuido a la revalorización de sus índices
| S&P 500 | Subida | DAX | Subida | CAC | Subida | Ibex | Subida | Nikkei 225 | Subida | Hang Seng | Subida |
|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
| Nvidia | 40,14% | Rheinmetall | 186,02% | Airbus | 37,44% | Santander | 104,22% | Fujikura | 217,06% | Tencent | 56,07% |
| Alphabet | 47,35% | Siemens Energy | 102,06% | Safran | 43,56% | BBVA | 95,69% | Mitsui Kinzoku | 244,85% | Alibaba | 100,54% |
| Broadcom | 51,79% | Airbus | 37,56% | Essilorluxottica | 33% | Caixabank | 83,82% | Softbank | 137,18% | Zijin Mining | 140,46% |
| Microsoft | 18,52% | Deutsche Bank | 92% | Société Générale | 108,19% | Iberdrola | 38,41% | Lasertec | 93,80% | HSBC | 53,98% |
| Palantir | 135,26% | Siemens | 28,79% | Thales | 75,80% | Endesa | 61,02% | Advantest | 118,04% | SMIC | 135,65% |
3. Concentración de la capitalización en unas pocas empresas
Otro argumento recurrente entre quienes alertan de un posible riesgo sistémico se basa en la concentración del peso de unas pocas empresas en los principales índices bursátiles. En el caso del mercado estadounidense, la Figura 7 muestra que las 10 mayores compañías del S&P 500 –todas ellas tecnológicas o con fuerte componente digital, como Apple, Microsoft, NVIDIA, Alphabet, Amazon, Meta y Tesla– concentran en conjunto alrededor del 44% de la capitalización total del índice. A primera vista, esta cifra podría sugerir una vulnerabilidad estructural: si estas pocas empresas corrigieran bruscamente su valor, el efecto en el conjunto del índice sería considerable.
Sin embargo, la concentración no es un fenómeno exclusivo de EEUU. En el caso del Ibex 35, la Figura 8 refleja que las cinco mayores empresas (Inditex, Santander, Iberdrola, BBVA y CaixaBank) representan en su conjunto cerca del 58% de la capitalización total del índice.
De forma similar, en el DAX alemán (Figura 9), las 10 principales compañías, encabezadas por SAP, Siemens, Airbus y Allianz, alcanzan alrededor del 59% de la capitalización total, mientras que en el CAC 40 francés (Figura 10) las 10 mayores, entre ellas LVMH, L’Oréal, Airbus, TotalEnergies y Safran, superan el 60%.
4. Salud financiera de las tecnológicas
La elevada concentración de capitalización en unas pocas empresas plantea inevitablemente la pregunta de si sus valoraciones están justificadas por sus resultados o si reflejan una sobreexpectación del mercado, una burbuja que podría estallar. Para aproximar esta cuestión, la Figura 11 recoge los principales indicadores financieros de las denominadas Siete Magníficas –NVIDIA, Apple, Microsoft, Alphabet, Amazon, Meta y Tesla– a noviembre de 2025. Estas ratios permiten comparar su valoración de mercado, rentabilidad, crecimiento y estructura financiera. Aportan, asimismo, elementos para determinar si los precios actuales responden a fundamentos sólidos o a una narrativa de innovación dominada por la IA.
Figura 11. Principales indicadores financieros de las Siete Magníficas
| Empresa | Cap. Burs. | PER | PER adelantado | Precio/ventas | Crecimiento ingresos 3A (%) | ROE (%) | Margen op (%) | Deuda/EBITDA |
|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
| NVIDIA Corp | 4,58 | 53,6 | 28,5 | 28,1 | 70,5 | 111,8 | 58,1 | 0,2 |
| Apple Inc | 3,96 | 34,5 | 30,7 | 3,8 | 9,3 | 24,6 | 11,0 | 0,9 |
| Microsoft Corp | 3,69 | 27,5 | 25,2 | 8,9 | 13,9 | 35,8 | 32,2 | 0,1 |
| Alphabet Inc | 3,36 | 27,5 | 25,2 | 8,9 | 13,9 | 35,8 | 32,2 | 0,1 |
| Amazon.com Inc | 2,61 | 34,5 | 30,7 | 3,8 | 9,3 | 24,6 | 11,0 | 0,9 |
| Meta Platforms Inc | 1,56 | 27,5 | 20,5 | 8,5 | 15,1 | 31,8 | 43,2 | 0,5 |
| Tesla Inc | 1,42 | 286,4 | 206,4 | 15,8 | 20,7 | 6,8 | 5,1 | 1,1 |
Las ratios de valoración, como el PER y el PER adelantado (Forward P/E), indican cuántas veces el inversor está pagando el beneficio anual de una compañía. Un PER elevado suele reflejar más expectativas de crecimiento futuro que rentabilidad presente. En este sentido, NVIDIA y Tesla destacan por múltiplos extremos, en torno a 54 y 286 veces sus beneficios, respectivamente, que difícilmente se justifican sin prever crecimientos futuros extraordinarios. En el resto de empresas, los múltiplos se mantienen elevados, aunque en rangos compatibles con modelos de negocio consolidados y márgenes sostenidos.
La ratio precio/ventas (P/S) ofrece una perspectiva complementaria al relacionar la capitalización bursátil con los ingresos. NVIDIA vuelve a situarse en niveles excepcionalmente altos, con un P/S de 28, frente a los valores más equilibrados de Microsoft, Alphabet o Meta, que oscilan entre 8 y 9. Este diferencial refleja que el mercado no está valorando tanto el presente como la expectativa de que NVIDIA mantenga un crecimiento de ingresos (del 70% anual en los últimos tres años) difícil de replicar a largo plazo.
Los indicadores de crecimiento refuerzan esta divergencia. NVIDIA lidera con tasas anuales cercanas al 100% en ingresos, beneficios y margen operativo, impulsada por la expansión de la IA generativa y la demanda de chips de alto rendimiento. En cambio, Apple y Microsoft crecen a ritmos más moderados (9% y 14%, respectivamente), aunque con márgenes y retornos sobre el capital (ROE) excepcionales. El crecimiento más estable de Alphabet, Meta y Amazon se traduce en una rentabilidad sostenida, sin los niveles de euforia que acompañan a las dos primeras.
Los indicadores de rentabilidad confirman la solidez estructural del grupo. NVIDIA presenta un ROE del 112% y un margen operativo del 58%, cifras extraordinarias incluso dentro del sector tecnológico. Meta y Microsoft también destacan por su alta rentabilidad sobre los recursos propios, mientras que Tesla combina múltiplos muy altos con una rentabilidad todavía limitada, lo que la convierte en el caso más evidente de desajuste entre valoración y fundamentales.
Desde el punto de vista financiero, el endeudamiento es bajo en todas las grandes tecnológicas, lo que refuerza su resiliencia ante un entorno de tipos de interés altos. Esta solidez de balance constituye un elemento diferenciador frente a otras etapas de exuberancia bursátil, en las que el apalancamiento amplificaba los riesgos de corrección. En conjunto, Microsoft, Apple y Alphabet presentan estructuras financieras equilibradas y márgenes sostenidos, mientras que Tesla, con mayor volatilidad de resultados y rentabilidad aún limitada, sigue siendo el caso más expuesto a un eventual ajuste de expectativas, que además podría verse alimentada tanto por la competencia de vehículos eléctricos chinos de elevada calidad como por el errático comportamiento de su presidente y accionista mayoritario, Elon Musk.
Un elemento adicional que matiza el análisis sobre la posible existencia de una burbuja es la creciente circularidad financiera entre las grandes empresas tecnológicas, especialmente en el núcleo del ecosistema de inteligencia artificial. Por otro lado, la interacción simultánea con proveedores, clientes, inversores y socios estratégicos genera una red densa de interdependencias que distorsiona parcialmente la lectura tradicional de los fundamentales de cada compañía. Firmas como Microsoft, NVIDIA, Amazon, Google, OpenAI, AMD u Oracle mantienen relaciones cruzadas en las que los flujos de inversión, los acuerdos de suministro de chips, las alianzas en la nube y los contratos de servicios crean un circuito de retroalimentación: las valoraciones bursátiles elevadas facilitan nuevas inversiones en IA, que a su vez sostienen la demanda de hardware y servicios cloud y refuerzan los ingresos de los propios actores que financian el ciclo. Esta arquitectura circular no implica necesariamente una burbuja, pero sí sugiere que una parte del impulso actual descansa en un ecosistema autorreforzado en el que varias empresas compran, financian o dependen de otras dentro del mismo círculo, lo que podría amplificar los riesgos si se produjera una corrección simultánea en alguno de los nodos centrales.
Más allá de los números, la cuestión de fondo es hasta qué punto el valor de estas compañías depende realmente de la IA. La exposición no es homogénea. NVIDIA es la más directamente beneficiada por el auge de la IA, como proveedor casi indispensable de chips de alto rendimiento para el entrenamiento de modelos. Microsoft, Alphabet, Amazon y, en menor medida, Apple, mantienen una exposición relevante pero indirecta, al integrar la IA en sus plataformas (Azure, Gemini, AWS) o en su ecosistema de servicios, pero sin depender exclusivamente de ella como fuente de ingresos. En el caso de Meta, la IA se utiliza para optimizar la segmentación publicitaria y reducir costes, más que como motor de crecimiento independiente. Por el contrario, Tesla apenas tiene exposición operativa a la IA: su valoración se explica más por un narrativo especulativo sobre el futuro de la conducción autónoma y la energía limpia que por resultados concretos en estos campos.
Aun cuando las Siete Magníficas presentan diferencias relevantes entre sí, sus ratios financieras, en general, no muestran señales de desequilibrio extremo. Más allá de casos particulares, como los múltiplos de NVIDIA o Tesla, que se sitúan en niveles exigentes, el resto de las grandes tecnológicas combina crecimientos sólidos, márgenes elevados y estructuras financieras saneadas, coherentes con modelos de negocio consolidados y una posición de liderazgo en sus respectivos segmentos.
No obstante, el verdadero foco de preocupación no radica tanto en sus fundamentos individuales como en la magnitud del valor de mercado que concentran. La Figura 12 muestra la capitalización bursátil de las 10 mayores compañías del S&P 500 a 6 de noviembre de 2025.
Figura 12. Capitalización en billones de dólares de las 10 principales empresas por capitalización del S&P 500, 6 noviembre 2025
| Empresa | Capitalización |
|---|---|
| NVIDIA Corp. | 4,58 |
| Apple Inc. | 3,96 |
| Microsoft Corp. | 3,69 |
| Alphabet A | 3,36 |
| Alphabet C | 3,36 |
| Amazon.com Inc. | 2,61 |
| Broadcom Inc. | 1,65 |
| Meta Platforms Inc. | 1,56 |
| Tesla Inc. | 1,42 |
| Berkshire Hathaway Inc. | 1,07 |
| JPMorgan Chase & Co. | 0,85 |
NVIDIA, Apple y Microsoft superan individualmente los 3,5 billones de dólares de capitalización, mientras que Alphabet (A y C) y Amazon se sitúan algo por debajo, pero aún dentro de rangos que superan los 2,5 billones. En conjunto, las denominadas Siete Magníficas alcanzan un valor agregado superior a los 20 billones de dólares, equivalente a cerca del 45% del total del S&P 500. Es decir, su capitalización bursátil es mayor a la del conjunto de las 27 economías que componen la Unión Europea.
Como se apuntaba anteriormente, este nivel de concentración no es en sí mismo inusual si se compara con otros índices bursátiles, pero sí lo es la escala absoluta de las empresas que lo protagoniza. En este contexto, cualquier ajuste relevante en sus valoraciones, ya sea por revisiones en los beneficios esperados, por cambios en el ciclo de tipos de interés o por una pérdida de tracción del impulso tecnológico asociado a la IA, tendría un efecto sistémico inmediato sobre los mercados financieros internacionales. En suma, más que una burbuja en el sentido clásico, lo que define la coyuntura actual es una vulnerabilidad estructural derivada del tamaño de estas compañías y de su papel central en los índices globales.
Tras analizar los indicadores financieros de las Siete Magníficas, conviene ampliar la mirada hacia otras empresas tecnológicas más directamente vinculadas con la IA. La Figura 13 recoge las principales ratios financieras de Palantir, ARM Holdings, Super Micro Computer, C3.ai y Snowflake, seleccionadas por su protagonismo en el discurso inversor sobre la IA y por su cotización en niveles que reflejan altas expectativas de crecimiento. A diferencia de las grandes tecnológicas, estas compañías carecen de la diversificación de negocio y de la solidez financiera necesarias para absorber fases de corrección en el ciclo de la IA.
Figura 13. Principales indicadores financieros de otras empresas tecnológicas relacionadas con la IA
| Empresa | Cap. Burs. | PER | PER adelantado | Precio/ventas | Crecimiento ingresos 3A (%) | ROE (%) | Margen op (%) | Deuda/EBITDA |
|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
| Palantir | 0,424 | 423,64 | 187,89 | 116,75 | 13,4 | 19,96 | 21,81 | 0,27 |
| ARM Holdings | 0,161 | 230,88 | 89,37 | 36,82 | 12,7 | 12,32 | 19,54 | 0,40 |
| Snowflake | 0,089 | – | 160,38 | 21,26 | 39,0 | -46,49 | -37,41 | -2,30 |
| Super Micro Computer | 0,023 | 31,81 | 16,66 | 1,21 | 53,4 | 12,66 | 4,4 | 4,58 |
| C3.ai | 0,00214 | – | – | 5,49 | 7,6 | -40,49 | -101,22 | -0,01 |
En muchos casos, sus múltiplos de valoración son incluso más elevados que los de NVIDIA o Tesla, pero descansan sobre beneficios reducidos o márgenes negativos. Palantir, por ejemplo, cotiza con un PER superior a 400 y una ratio precio/ventas de más de 100, a pesar de crecer apenas un 13% anual en ingresos. ARM Holdings presenta un perfil más equilibrado, aunque su valoración, 230 veces beneficios y 37 veces ventas, refleja también un fuerte componente de expectativas. En el extremo más especulativo se sitúan C3.ai y Snowflake, ambas con pérdidas operativas significativas (márgenes del –100 % y –37 %, respectivamente) y ratios que descansan casi por completo en la promesa de monetizar la IA en el futuro.
Este análisis permite diferenciar con mayor claridad tres capas de empresas dentro del actual ciclo tecnológico:
La primera capa la conforman Microsoft, Apple, Amazon y Alphabet, compañías sólidas y diversificadas que utilizan la IA como herramienta de mejora de eficiencia o ventaja competitiva, pero no como pilar exclusivo de su negocio. Sus ratios financieras se mantienen en niveles exigentes, aunque compatibles con márgenes estables y balances robustos.
La segunda capa está representada por NVIDIA, cuya valoración depende casi íntegramente del auge de la IA y de su papel como proveedor esencial de chips para el entrenamiento de modelos. Su exposición directa explica tanto su rentabilidad excepcional como la vulnerabilidad de su cotización ante un eventual enfriamiento de la demanda o ante cuellos de botella energéticos que pudieran aparecer para hacer funcionar los masivos centros de datos que requiere la IA. Tesla, aunque forma parte de las Siete Magníficas, debe situarse aparte: su negocio no está vinculado a la IA, pero su inclusión en este grupo y sus ratios fuera de lo normal la convierten en un caso atípico dentro del conjunto.
Finalmente, la tercera capa está compuesta por empresas como Palantir, ARM, Super Micro Computer, C3.ai o Snowflake, cuya dependencia de la expansión de la IA es casi total y cuyos fundamentos financieros son considerablemente más débiles.
En conjunto, estos indicadores muestran que no conviene hablar de una burbuja tecnológica en sentido amplio, sino de un gradiente de valoraciones dentro del sector. Las tensiones especulativas se concentran en las empresas de menor capitalización y mayor dependencia de la IA, mientras que el riesgo sistémico sigue radicando en el núcleo de las grandes tecnológicas, dada sus elevadas capitalizaciones.
Conclusiones
Como hemos señado, y aunque siempre es difícil aventurar si el mercado se encuentra ante una burbuja, los datos muestran valoraciones elevadas. Al igual que en 2022, puede que haya correcciones, ya sean súbitas o graduales, pero ello no tiene por qué conllevar fuertes episodios de inestabilidad financiera.
Lo que en último término determinará si existe una burbuja en las valoraciones bursátiles será la capacidad de la tecnología, y en particular de la IA, para generar ganancias de productividad significativas que eleven el potencial de crecimiento de las economías. Existe un acalorado debate entre quienes sostienen que esto es posible y que la IA general se logrará en los próximos años y quienes son más pesimistas y afirman que las ganancias de productividad de estas tecnologías serán decepcionantes. Si los primeros tuvieran razón, las valoraciones bursátiles estarían plenamente justificadas y, de hecho, más allá de que seguramente habrá una consolidación entre los distintos modelos de IA y algunas empresas podrían sufrir pérdidas, los beneficios de NVIDIA, por ejemplo, deberían seguir creciendo y las nuevas inversiones en centros de datos tendrían que seguir aumentando al vertiginoso ritmo actual. Además, esta mayor productividad haría menos relevante el problema de elevado endeudamiento de muchas economías avanzadas e incluso podría servir para avanzar en la lucha contra el cambio climático. Sin embargo, si los pesimistas tuvieran razón y la IA estuviera tocando techo, no lograra integrarse de forma efectiva en las empresas y nunca alcanzara la IA general, entonces muchas de las elevadas valoraciones bursátiles tendrían difícil justificación y sería razonable que se produjeran correcciones generalizadas en los índices bursátiles. Aun en este escenario, es posible que muchas de las inversiones que se están realizando terminaran siendo útiles, tal y como sucedió con el aumento del stock de capital en cable de fibra óptica que se produjo en los años previos al estallido de la burbuja puntocom y que terminó utilizándose para sostener la expansión del uso de internet.
Un problema diferente, especialmente si los más optimistas de la tecnología tienen razón, es en qué medida los beneficios derivados de esta revolución tecnológica se podrán redistribuir a lo largo y ancho de la sociedad o si, por el contrario, nos veremos abocados a una nueva era de tecnofeudalismo. Y en relación con este punto, es especialmente preocupante cómo el vínculo entre los presidentes de las grandes empresas tecnológicas y el presidente Trump es cada vez más estrecho en EEUU.
En todo caso, lo que sí parece cierto es que se está produciendo un cambio de enfoque, particularmente en EEUU, en relación con la asunción de riesgos. Si desde la crisis financiera predominaba la idea de que países, empresas y ciudadanos debían sanear sus balances y “ajustarse el cinturón”, parece que nos encontramos ante un nuevo paradigma en el que nadie quiere quedarse atrás en la carrera por participar en los beneficios futuros de la innovación, lo que justifica mayor inversión, más apetito por el riesgo y menos preocupación por reducir las deudas y los déficits. Así, el paradigma de la austeridad habrá quedado atrás. Hasta que regrese.
[1] NVIDIA, Apple, Microsoft, Amazon, Alphabet/Google, Meta y Tesla.
