El envejecimiento de la población (II parte): la situación española en relación con la de otros Estados miembros de la UE

El envejecimiento de la población (II parte): la situación española en relación con la de otros Estados miembros de la UE

Tema: El siguiente análisis compara el desarrollo del proceso de envejecimiento en España con el de otros países europeos y expone en qué manera España es un caso diferente a la hora de afrontar el desafío del envejecimiento.

Resumen: En este análisis examinamos el desarrollo del envejecimiento de la población europea e intentamos averiguar si existen diferencias entre España y el resto de los países de la Unión Europea. El objetivo es determinar cuándo resulta prudente poner en marcha las labores de reforma necesarias para adaptarse al creciente gasto público que conlleva dicho proceso. El análisis investiga si este proceso en España muestra retraso respecto al conjunto de Europa: un proceso tardío justificaría el retraso en la puesta en marcha de las labores de reforma mencionadas. De hecho, se puede afirmar que España es, en efecto, diferente al conjunto de Europa. Sin embargo, las diferencias no respaldan la idea de que el proceso de envejecimiento en España sea tardío. Desde finales de la década de los noventa, el proceso de envejecimiento en España se encuentra en un estado igual de avanzado, o incluso más, que el de sus vecinos. Es más, se ha visto que en España tiene un alcance mucho mayor que en otros países europeos, lo que implica la necesidad de mayores gastos para adaptarse a las necesidades de una población en proceso de envejecimiento y significa que España tendrá que enfrentarse a unas labores de reforma más duras que en otros países europeos. La conclusión a la que se llega es que si España quiere seguir prosperando económicamente y reducir cada vez más la distancia que le separa de sus vecinos europeos en términos de desarrollo económico, no puede seguir pasando por alto el problema del envejecimiento. Seguir retrasando la puesta en marcha de las reformas necesarias para hacer frente a la proporción cada vez mayor de personas de edad avanzada sólo conseguiría, a medio y largo plazo, distanciar a España de aquellas partes de Europa en las que ya se está haciendo frente al problema.

Análisis: En “El envejecimiento de la población (I parte): alcance y perspectivas en España” se daba una idea general del envejecimiento de la población española desde una perspectiva nacional. En este análisis, sin embargo, nos centraremos en los aspectos comparativos. Uno de los principales objetivos será analizar la necesidad de emprender acciones políticas frente al desafío que supone el envejecimiento de la población, basándonos en una evaluación de las diferencias existentes entre el proceso de envejecimiento de España y el de otros Estados miembros de la UE. El análisis se centrará fundamentalmente en los aspectos demográficos del envejecimiento, aspectos que contienen la clave para comprender el proceso de envejecimiento. La velocidad y el alcance de la transición demográfica causante del envejecimiento mundial dictan cómo y cuándo resulta prudente emprender acciones en relación a los problemas derivados del mismo. El objetivo es determinar la forma en que España difiere de otros países europeos, y si estas diferencias, de existir, justifican una línea de acción distinta que en otros países por parte del gobierno español a la hora de afrontar las consecuencias del envejecimiento. En pro de la simplicidad y el ahorro de espacio, al hablar de los problemas y los efectos económicos derivados de un envejecimiento avanzado, haré referencia tan sólo al coste del sistema de pensiones y a los problemas existentes para mantener el modelo europeo de pensiones. Esto no quiere decir que otras prestaciones de bienestar social, igualmente importantes, no estén sujetas a los efectos del envejecimiento. Todos los sectores de la sociedad tienen posibilidades de verse afectados por el fenómeno del envejecimiento en alguna medida. Sin embargo, se considera que las pensiones serán el aspecto más problemático en términos de aumento de costes (véase parte I para obtener una perspectiva general de los sectores sujetos a cambios estructurales con graves consecuencias económicas).

El cambio fundamental provocado por el envejecimiento de la población europea es radical en el equilibrio de la balanza demográfica entre el número de personas en edad de trabajar y el de personas jubiladas. Este cambio supone una amenaza para el modelo europeo de pensiones, que generalmente cubre el coste de las pensiones mediante un sistema de transferencias intergeneracionales. Es decir, que los trabajadores de hoy pagan las pensiones de los jubilados de hoy. Los trabajadores de hoy pueden, por lo tanto, esperar recibir el mismo trato cuando les llegue la hora de jubilarse. El envejecimiento de la población hace que el número de jubilados aumente con respecto al número de personas en edad de trabajar, de forma que mantener el equilibrio entre el gasto público en materia de pensiones va resultando cada vez más difícil. La ecuación es sorprendentemente sencilla: los pronósticos actuales estiman que la proporción de personas mayores en relación con la población activa como mínimo se duplicará en los próximos decenios. Así, si un Estado basa su equilibrio de gastos de pensiones en, por ejemplo, 2 contribuyentes por cada jubilado, el avance del proceso de envejecimiento demográfico le obligará a equilibrar los gastos de pensiones basándose en 1 contribuyente por cada jubilado. Salvo contadas excepciones, la mayor parte de los países europeos experimentarán este cambio de aquí a 2030. Es probable que la necesidad de hacer frente a este cambio surja mucho antes; se calcula que de aquí a 2015.

La preocupación en torno a los efectos económicos del envejecimiento ya ha hecho que algunos países reformen su sistema de pensiones con vistas a evitar dificultades financieras en un futuro no demasiado lejano. La mayoría de instituciones y especialistas en la materia consideran que, aun cuando algunos países no vayan a tener que enfrentarse a graves problemas financieros para poder mantener las pensiones antes de la segunda década de este siglo, es ahora el momento de aplicar las reformas necesarias para evitar dificultades financieras. El motivo de esta preocupación se basa en algo tan sencillo como que reformar un sistema de prestaciones tan complejo como el de las pensiones exige mucho tiempo para ir introduciendo progresivamente los cambios. En muchos casos, el nuevo sistema “reformado” y el sistema antiguo seguirán operativos de forma paralela debido a la dificultad de adaptar a la transición a personas con edades comprendidas entre los cincuenta y los sesenta años que ya llevan mucho tiempo cotizando al sistema actual.

El aumento de costes derivado del envejecimiento es enorme. En algunos casos llega a ser del orden de 10 puntos porcentuales del PIB en caso de no introducirse reforma alguna. Las posibilidades de lograr adaptarse de forma satisfactoria al creciente aumento del coste de las pensiones y otras prestaciones no constituyen solamente una inquietud de carácter nacional. La estrecha cooperación intercomunitaria en materia económica hace que sea vital que todos los Estados miembros de la UE hagan frente al desafío del envejecimiento con las menores complicaciones posibles. El hecho de que cualquiera de estos países no logre ese objetivo puede llegar a afectar negativamente a la economía de la UE en general y a amenazar y desestabilizar la unión económica. Como resultado, muchas instituciones se preocupan en la actualidad por observar los efectos de los problemas relativos al envejecimiento en los países europeos y estudiar las soluciones a dichos problemas. Muchas están llevando a cabo análisis comparativos destinados a identificar qué países corren el mayor riesgo de entrar en problemas financieros como resultado del envejecimiento de sus poblaciones a largo plazo.

Quizás una de las evaluaciones más amplias e interesantes de la capacidad para hacer frente al desafío del envejecimiento sea la efectuada por el Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos (CSIS, en sus siglas inglesas). El CSIS analiza una serie de países desarrollados teniendo en cuenta cuatro aspectos: 1) la magnitud del coste de la carga que la dependencia de las personas mayores supondrá previsiblemente para las finanzas estatales, 2) el margen fiscal previsto de los países para financiar los costes cada vez mayores derivados del envejecimiento, 3) el grado previsto de dependencia de las personas mayores de las prestaciones públicas (en qué grado resultan vitales las prestaciones públicas para la supervivencia de las personas mayores), y 4) el nivel de vida relativo de las personas mayores con respecto al de los jóvenes (margen para reducir las prestaciones).

La conclusión del estudio del CSIS es que el envejecimiento mundial está, en efecto, suponiendo un desafío para el mundo desarrollado y que muchos de los países desarrollados (por no decir todos) corren un alto riesgo de entrar en una crisis económica y fiscal de no introducir serias reformas en los próximos años. Es más, la valoración general es que los problemas fiscales y económicos potenciales serán peores de lo que normalmente presuponen los gobiernos. Desde un punto de vista europeo, las conclusiones alcanzadas son desalentadoras: los países europeos se enfrentan, en general, a mayores dificultades a la hora de hacer frente al desafío del envejecimiento que Estados Unidos, Australia y Canadá (para acceder a una versión completa de la evaluación de los países, véase “The 2003 Aging Vulnerability Index” —Índice de Vulnerabilidad al Envejecimiento 2003). Si bien la evaluación general se muestra negativa de cara al futuro, algunos países destacan por estar mucho menos preparados que otros. El estudio ha recibido gran atención por parte de la Comisión Europea, y se emplea como material de referencia a la hora de afrontar el problema del envejecimiento en Europa en la actualidad.

Lo que resulta interesante desde el punto de vista de España es que el estudio del CSIS clasificó a este país como el que va a tener los mayores problemas en el futuro para adaptarse a los costes derivados de un número cada vez mayor de personas en edad avanzada, seguido por Italia y Francia. Todos los demás países europeos, incluida Alemania, que tiene fama de ser un país con enormes labores de reforma por delante si desea salvar sus finanzas públicas, se encuentran en mejor situación que España.

El CSIS no es la única institución que sitúa a España en una posición desfavorable por lo que respecta a su futura situación financiera como resultado del envejecimiento. La OCDE, en sus seguimientos anuales de los países desarrollados, llega a conclusiones similares, y muchos expertos españoles consideran que los costes de mantener las pensiones españolas en los niveles y con las normas actuales supondrían para España un sacrificio superior al de cualquier otro país europeo (véase concretamente el trabajo de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada FEDEA). En conclusión, la mayor parte de los expertos que evalúan las perspectivas futuras para España parecen estar de acuerdo en que España experimentaría el mayor aumento en los gastos de pensiones de todos los países de la UE y las mayores dificultades financieras para satisfacer las necesidades de sus personas mayores, cada vez más numerosas.

Al comparar los países de la Unión Europea ¿por qué se considera que España se encuentra en una posición tan desfavorable para asumir el desafío del envejecimiento? Y, segunda pregunta ¿cómo de grave es para España el hecho de que se le considere el país menos preparado para afrontar dicho desafío?

La primera de las preguntas puede responderse de múltiples formas, pero merece la pena resaltar un elemento clave, el cual tiene que ver con la fecha escogida para introducir las labores de reforma que tienen lugar en Europa hoy en día. Muchos de los países europeos ya han empezado a aplicar reformas serias a sus sistemas de bienestar social en respuesta al desafío del envejecimiento (Italia, Alemania, Suecia y Reino Unido, por ejemplo). Puesto que estas reformas ya se aplican y efectúan por la preocupación que suscita la capacidad para contrarrestar los problemas revelados por determinados indicadores (tales como los empleados por el CSIS), estos países tenderán a mostrar mejores resultados que España cuando se evalúen las capacidades futuras para tratar el problema del envejecimiento. España, por su parte, ni siquiera ha puesto en marcha una sola labor seria de reforma. La ausencia de reformas en España podría explicarse recurriendo a la creencia popular de que España entró en la transición demográfica causante del envejecimiento de su población más tarde que sus vecinos europeos. Y de hecho, cada vez que los políticos tratan el problema del envejecimiento y su potencial para dañar la capacidad de cubrir los gastos de las pensiones, etc., citan con frecuencia la entrada tardía de España en la transición demográfica como motivo para no acelerar las labores de reforma en este ámbito.

Desde una perspectiva comparativa, una entrada tardía en el proceso de envejecimiento implica que España no es totalmente comparable con otros países, a menos que se tenga en cuenta el factor del tiempo. Muchos de los indicadores empleados, tales como los utilizados para el estudio del CSIS, no tienen en cuenta en cierta medida si entrada en el proceso de envejecimiento ha sido tardía o no, puesto que la principal función de los indicadores comparativos no es responder a la pregunta de cuándo deberían emprenderse las labores de reforma, sino más bien mostrar el alcance de los daños financieros a largo plazo si, por ejemplo, los sistemas de pensiones permanecen iguales que cuando se efectúa la comparación. Así, la ausencia de reformas hace que el Estado de bienestar y el sistema de pensiones actual de España no salgan demasiado bien parados en posibles comparaciones basadas en proyecciones cruzadas a nivel europeo, aun cuando su capacidad actual para equilibrar los gastos de pensiones sea excelente. Una vez que se hayan puesto en marcha las labores de reforma, podemos esperar que España mejore en una serie de cuestiones relativas al envejecimiento en los próximos años, y a partir de ese momento podamos extraer una lectura mucho más positiva de sus futuras clasificaciones.

Si realmente existiese un retraso significativo a favor de España, sus malos resultados en comparaciones con otros países serían menos graves, puesto que ello significaría que todavía queda tiempo para ajustar el sistema actual a la nueva realidad que nos espera. Sin embargo, si el envejecimiento de España es tan avanzado como el de otros países europeos, es justo preguntar por qué España no ha intentado mejorar sus perspectivas futuras con la misma intensidad que sus vecinos. Para responder a la pregunta de cuán grave es la posición de España con respecto a otros Estados europeos, tenemos que evaluar el momento en que se produjeron los hechos que han originado la necesidad de reformas. En otras palabras, tenemos que descubrir con cuánto retraso entró España en la transición demográfica causante del envejecimiento respecto a otros países de la UE, y en qué medida el proceso de envejecimiento en España sigue siendo diferente del de los Estados miembros de la UE.

La aparición y el avance del envejecimiento se rigen por dos tendencias demográficas: un aumento en la esperanza de vida y un descenso de la fecundidad. Por lo que respecta al aumento en la esperanza de vida, la tendencia en Europa es más o menos general, y las diferencias existentes son meramente de interés académico. En todo caso, España ha sido, y es, uno de los países más destacados respecto al aumento de la esperanza de vida en Europa, lo cual indica que entró en esta parte del proceso de envejecimiento antes, y no después, que el resto de sus vecinos europeos.

La segunda y quizá más importante tendencia demográfica causante del envejecimiento es la fecundidad. En el Gráfico 1 comparo la evolución de España en materia de fecundidad con la evolución media europea. Al calcular la fecundidad media de la UE he excluido a España por razones comparativas (véase Gráfico 1). Los datos han sido tomados del EUROSTAT.

Gráfico 1 Fertilidad.

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Si bien queda de manifiesto que la fecundidad en España fue significativamente superior a la de la media europea desde finales de la década de los sesenta hasta aproximadamente 1980, la tendencia general indica que el patrón de fecundidad en España comenzó a ser descendente aproximadamente al mismo tiempo que la media de fecundidad europea comenzaba su descenso: ambas han estado descendiendo desde mediados de la década de los sesenta. La principal diferencia radica en que durante los diez primeros años, España resistió más tiempo por encima del nivel de reemplazo (2,1) y experimentó descensos anuales más lentos que sus vecinos. Sin embargo, en torno a 1975, la fecundidad española empezó prácticamente a caer en picado, pasando de estar situada en el extremo superior de Europa a estar muy por debajo de la media europea. Así, a juzgar por la evolución de la fecundidad y el aumento de esperanza de vida, parece como si el proceso de envejecimiento se hubiese estado produciendo en paralelo en España y en Europa. Sin embargo, el lento descenso inicial de la fecundidad en España sugiere que el fenómeno del envejecimiento puede estar materializándose de forma significativamente más lenta en este país.

Para poder llegar a una conclusión sobre si el proceso de envejecimiento en España ha sido más tardío y evaluar cuán avanzado se encuentra éste en dicho país respecto a Europa, debemos analizar los cambios estructurales producidos por el envejecimiento de la población. El envejecimiento produce dos cambios estructurales principales. El primero de ellos es un aumento en el número de personas mayores en la sociedad, y el segundo, un descenso en el número de jóvenes. Al evaluar el tamaño de los cambios suelen contrastarse los dos grupos con la población activa. El motivo es fundamentalmente económico: en teoría, la población activa mantiene a los jóvenes y a los mayores de la sociedad (a los últimos, en forma de transferencia de pensiones).

Para elaborar los tres grupos —jóvenes, población activa y mayores— empleo el intervalo de edad 0-19 para los jóvenes, el de 10-59 para la población activa, y el de 60 en adelante para las personas mayores. Elegí estos intervalos porque son los que mejor se corresponden con el comportamiento real de los europeos en la actualidad. Los resultados pueden presentarse en dos gráficos: uno mide la ratio de dependencia entre la población joven y la activa y el otro, entre los mayores y la población activa. Los datos y las previsiones (de 2003 en adelante, según la edición corregida de 1999) han sido tomados del EUROSTAT.

Gráficos 2a y 2b – Ratio de dependencia de los jóvenes y ratio de dependencia de los mayores.

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En cada uno de los dos gráficos, el envejecimiento de la población puede producirse de dos maneras: 1) si la proporción de personas jóvenes desciende con respecto a la población activa y 2) si la proporción de personas mayores aumenta con respecto a la población activa. Cuando la evolución de la línea es paralela al eje de las X se alcanza un equilibrio, y es posible concluir que la transición ha concluido.

La principal conclusión que puede extraerse observando ambos gráficos es que Europa se encuentra en la mitad del proceso de envejecimiento, y que, desde un punto de vista económico, lo peor está aún por llegar. Está en la mitad del proceso porque la transición desde una proporción elevada hasta una proporción reducida de personas jóvenes en relación con la población activa está completándose en este preciso momento (la proporción de jóvenes con respecto a la población activa no desciende después de 2003, ni tampoco aumenta) y porque el incremento realmente significativo de personas mayores está por llegar. Con todo, más importante para este análisis resulta el hecho de que en la actualidad no existe prueba alguna de que el proceso de envejecimiento de España se encuentre menos avanzado o retrasado en comparación con el de otros Estados de la UE.

Tal y como muestra el gráfico en que aparece representado el ratio de dependencia de los jóvenes, si bien España fue inicialmente testigo de una cierta tendencia que respaldaba la idea de que el envejecimiento de su población se estaba materializando con más lentitud que en el resto de Europa, posteriormente acortó distancias con sus vecinos, y ya a finales de la década de los noventa les adelantó. Una consecuencia es el hecho de que España muestra importantes signos de un proceso de envejecimiento más avanzado que el de Europa en su conjunto: su proporción de jóvenes con respecto a su población activa se encuentra entre las más bajas de Europa.

Con respecto al ratio de dependencia de las personas mayores, en toda Europa, incluida España, ha estado presente una tendencia a aumentar durante todo el proceso cubierto por los datos aquí empleados. No obstante, los cambios han sido mucho menos radicales que los de la ratio de dependencia de los jóvenes. Cabe destacar que la dependencia de las personas mayores en España ha estado situada por encima de la media europea desde la década de los noventa. Así, a juzgar por este indicador, su proceso de envejecimiento por lo que respecta a una mayor proporción de personas mayores se encuentra como mínimo tan avanzado como el del conjunto de Europa. 

Las perspectivas futuras de Europa resultan dramáticas. La ratio de dependencia de las personas mayores aumentará en los próximos decenios a una velocidad nunca vista hasta ahora, a medida que los grandes grupos compuestos por los que nacieron en las décadas de 1940, 1950 y 1960 vayan alcanzando la edad de jubilación. Para España, las perspectivas futuras son aún más dramáticas. Tal y como se muestra en el gráfico, mientras que Europa alcanzaría un equilibrio en el proceso de envejecimiento hacia el año 2030, la población española continuaría envejeciendo hasta 2050. Esto se debe en gran medida a la fecundidad española, persistentemente muy por debajo de la media de la UE en los últimos decenios.

Conclusiones: Sería erróneo concluir que la transición demográfica causante del envejecimiento de la población comenzó más tarde en España que en otros países europeos. Al contrario, los datos muestran que comenzó aproximadamente al mismo tiempo. Resulta más correcto concluir que España está sujeta a un proceso de envejecimiento que difiere ligeramente del de otros países europeos. Esta diferencia es doble. En primer lugar, en España el proceso de envejecimiento se materializó de forma más lenta que la media de la UE a finales de la década de 1960 y principios de la de 1970. En la década de los ochenta, España empezó a compensar esta evolución inicialmente más lenta, y desde finales de la segunda mitad de la década de los noventa su proceso de envejecimiento se encuentra en un estado más avanzado que el de la media de la UE. En segundo lugar, a partir de mediados de la década de los setenta, el descenso de la fecundidad en España ha sido brutal y persistente. El efecto a largo plazo es una población activa cada vez menor (véase parte I). Esta evolución ha provocado que España tenga que enfrentarse a un desafío más problemático en materia de envejecimiento que otros países europeos: mientras que la mayoría de éstos pueden esperar que su transformación en una sociedad mayor finalice hacia el año 2030, España seguirá envejeciendo durante dos decenios más. A partir de 2030 su población terminará siendo una de las más viejas de Europa. Esta segunda diferencia está influyendo en la capacidad de España para hacer frente al desafío financiero derivado del envejecimiento. España contará con una ratio de dependencia de las personas mayores superior al de sus vecinos europeos, y, por ello, es probable que el coste de mantener las pensiones españolas llegue a ser muy superior al de otros países. Indudablemente, esto está contribuyendo a los malos resultados obtenidos por España en los estudios comparativos intereuropeos del tipo mencionado anteriormente. Pero esto no justifica los malos resultados de España en dichos estudios comparativos, sino más bien lo contrario. Su proceso de envejecimiento, más acentuado, junto con las pruebas que acabamos de ver —que demuestran que el proceso de envejecimiento de España se encuentra tan avanzado como el de sus países vecinos—, son altamente indicativos de que los malos resultados de España en los ejercicios comparativos podrían ser un problema real y grave. A pesar de la creencia común, la inmigración no es una solución a los problemas futuros. Una gran entrada de inmigrantes está amortiguando algunos de los efectos del envejecimiento, pero finalmente los inmigrantes también terminan envejeciendo. Para tener un efecto significativo, los niveles de inmigrantes deberían probablemente triplicarse en los próximos decenios, pero resulta altamente improbable que un nivel anual de 300.000 inmigrantes sea sostenible a largo plazo.

Uno de los argumentos empleados para justificar los retrasos en la reforma del sistema de pensiones y otras instituciones de bienestar social afectadas por el envejecimiento es que la situación financiera actual que los mantiene es buena: España no se enfrentará a ningún déficit presupuestario grave en materia de gastos de pensiones hasta 2015. Sin embargo, esta estrategia no es más que una solución temporal. La variable demográfica mostrada en este análisis no va a cambiar en el futuro inmediato, y las predicciones con respecto al marcado incremento en el número de personas mayores en los próximos decenios son insoslayables. El motivo es la persistente baja fecundidad en España. Esta tendencia lleva estando presente 25 años. Si la fecundidad cambiase de forma favorable en los próximos años, harían falta entre 25 y 30 años adicionales para que los efectos de dichas mejoras tuviesen algún impacto en la ratio de dependencia de las personas mayores (entre 25 y 30 años es el tiempo que tarda un grupo de recién nacidos en entrar en el grupo de población activa y empezar a contribuir a, por ejemplo, las pensiones). Aun cuando dicho cambio llegase a producirse en algún momento, seguiría siendo altamente improbable que las finanzas públicas españolas fuesen lo suficientemente sólidas como para costear el sistema de pensiones hasta que dicho cambio demográfico se hiciese efectivo. Por tanto, el problema existe, nos guste o no.

La situación en sí ya es confusa. Cuanto más tarde el gobierno en reformar las pensiones, más ambigua resulta la situación de la población en edad de trabajar. Una gran parte de la población activa española contribuye en la actualidad a un sistema que tanto los demógrafos como los economistas han declarado insostenible en un futuro no demasiado lejano. Para justificar las transferencias intergeneracionales que financian las pensiones actuales, es necesario aclarar de qué forma afectará el proceso de envejecimiento a las transferencias futuras. Existen múltiples razones para ello. No obstante, la más importante es que, si las futuras pensiones van a ser significativamente más bajas como resultado del envejecimiento, la población activa necesitará mucho tiempo para hacer ajustes personales de cara a estos cambios. Los planes privados de pensiones que compensen las decrecientes pensiones públicas requerirán ahorrar de forma continuada durante decenios hasta llegar a convertirse en un complemento significativo de las pensiones públicas. La generosidad de las pensiones españolas bajo el régimen actual hace que muchos españoles no tengan en demasiada consideración el ahorro privado para cubrir su jubilación. En vista de la tendencia de envejecimiento mostrada en este análisis, no puede excluirse que el gobierno tenga que reducir las prestaciones de las pensiones para que le salgan las cuentas. Muchas personas pertenecientes al grupo de la población activa podrían ya en la actualidad empezar a replantearse la posibilidad de planes privados de pensiones si dispusiesen de información acerca de cómo podría ser el futuro sistema de pensiones. Sin embargo, hoy por hoy, tienen que limitarse a intentar adivinar si resulta necesario o no hacer provisiones de carácter privado.

El alcance del problema de envejecimiento de España con respecto al del resto de Europa preocupa a nivel internacional. España ha recorrido un largo camino para acortar distancias con sus vecinos europeos en términos de desarrollo económico. No resulta difícil imaginar que si los futuros gastos públicos en pensiones aumentan más (y durante más tiempo) en España que en otros países europeos, su desarrollo económico futuro correrá peligro. La financiación de unos gastos de pensiones cada vez mayores exigirá el uso de recursos que en la actualidad están siendo invertidos por España en otras áreas: infraestructura, I+D, etc. La ampliación de la UE complica aún más las cosas. Los Fondos Estructurales de los que España ha estado disfrutando desde su entrada en la UE pronto no serán más que un recuerdo. De esta forma, España no sólo tendrá que depender de sus propias capacidades para financiar una serie de actividades de desarrollo que en el pasado habían estado subvencionadas por fondos de la UE y que han contribuido significativamente a su asombroso rendimiento económico en las décadas de 1980 y 1990, sino que también deberá encontrar el margen financiero necesario para poder hacerlo al mismo tiempo que sus gastos públicos de, digamos, pensiones tienen todas las posibilidades de experimentar el mayor aumento de la historia del Estado de bienestar español. Para evitar una situación de competencia de intereses de este tipo, resulta vital que España encuentre un modo de reformar sus prestaciones públicas de una forma que las haga compatibles con una sociedad estructuralmente distinta, dominada por las personas mayores. Para conseguirlo, es probable que el gobierno tenga que considerar soluciones poco ortodoxas por las cuales el actual sistema de pensiones tenga que dar paso a un sistema radicalmente diferente, que reconsidere cuestiones como la edad de jubilación, la duración de las contribuciones y soluciones que combinen los planes de pensiones públicos y privados. Cuanto antes encuentre España una solución sostenible a estos problemas, mejores serán las perspectivas de desarrollo y crecimiento económico continuado.

 

Rickard Sandell
Investigador Principal, Demografía y Población
Real Instituto Elcano

Rickard Sandell

Escrito por Rickard Sandell