A la conquista del mundo: apuntes sobre la diplomacia cultural holandesa (ARI)

A la conquista del mundo: apuntes sobre la diplomacia cultural holandesa (ARI)

Tema: Este ARI describe las relaciones culturales internacionales de los Países Bajos y su evolución reciente. ¿Hasta qué punto tienen los Países Bajos una diplomacia cultural consciente, directa y bien coordinada por los actores gubernamentales y no gubernamentales?

Resumen: La práctica tanto de la diplomacia como de las relaciones culturales internacionales en los Países Bajos se encuentra cada vez más determinada por la incidencia en la sociedad neerlandesa de factores externos como la globalización, la inmigración y una geopolítica cambiante. Todavía son dos evoluciones paralelas, pero las dos están haciendo posible políticas más claras tanto en materia de artes y patrimonio, como en el terreno de la diplomacia cultural. Para la política exterior neerlandesa, esta evolución es importante porque de ella depende la legitimación de sus intervenciones en el mundo, incluso en el ámbito de la política interior. Para el sector de las artes y el patrimonio, implica que se legitime el apoyo financiero que recibe de medios públicos. Así, las partes implicadas en ambos campos políticos están, en el buen sentido, encadenadas la una a la otra. Juntas pueden desarrollar un nuevo marco conceptual y político, y llevarlo a la práctica.

Análisis

El drama multicultural y el primer asesinato político desde Guillermo de Orange
En el año 2000, y con el título “El drama multicultural”, se publicó un ensayo del influyente publicista Paul Scheffer. El autor señalaba que los Países Bajos son receptores de inmigración desde hacía décadas, pero que la integración de nuevos grupos de población, particularmente los procedentes de países islámicos como Marruecos y Turquía, había fracasado por completo. Hacía un llamamiento para que se dejasen de negar, de forma “políticamente correcta”, las tendencias extremistas dentro de la comunidad musulmana, para que no continuasen viviendo los unos al margen de los otros sino que se trabajase para buscar soluciones, en un diálogo abierto y sin rodeos. Su ensayo dio lugar a intensos debates sociales.

Apenas se habían calmado, cuando en 2002 el político populista Pim Fortuyn fue asesinado al salir de una entrevista en la radio pública, días antes de las elecciones legislativas a las que concurría, a manos de un activista de los derechos de los animales. Era el primer asesinato político desde que en 1587 Guillermo de Orange fuese abatido por Baltasar Gerard en la acera de su casa de Delft. Los Países Bajos entraron en estado de shock.

En 2004 Holanda se sobresaltó de nuevo, esta vez por el asesinato del cineasta y columnista Theo van Gogh, a manos de un amsterdamés de origen marroquí. El asesinato fue realizado de forma ritual, y el móvil del autor del crimen estaba directamente relacionado con una película panfletaria, Submission I, que el cineasta había realizado con la diputada de origen somalí Ayaan Hirsi Ali. El cortometraje, emitido por la televisión pública holandesa, pretendía ser una denuncia contra la represión de la mujer en el islam y, al mismo tiempo, un manifiesto conscientemente provocativo. Unos textos del Corán sobre cuerpos desnudos de mujeres ilustraban la tesis. No se trataba de un producto de alta calidad artística, sino todo lo contrario. Es comprensible que originase cartas furiosas de lectores, muchas escritas por las propias mujeres musulmanas, o incluso un juicio. Pero el que una película fuese motivo de un asesinato cayó como una bomba sobre la sensata Holanda.

“Holanda ha perdido la inocencia”, fue la reacción de la estupefacta prensa extranjera. Ésta había tenido ocasión de observar, en un período de tiempo relativamente corto, una radiografía que dejaba al descubierto la sociedad neerlandesa. ¿Qué había sido del tolerante, armonioso, progresista y dinámico país del modelo pólder y del experimento social? Holanda, a la que gustaba verse como “país guía”, faro de las naciones, tenía que repensarse a sí misma. El país entró, por así decirlo, en un proceso de autoanálisis.

La aparición de la película Fitna en Internet, en 2008, constituye el último suceso por el que los Países Bajos han merecido el dudoso honor de salir en la prensa mundial. Las embajadas en el mundo islámico fueron puestas, por precaución, en estado de máxima alerta. Se trata de la obra menor de un aficionado sin talento, el diputado populista de derechas Geert Wilders. Su mensaje es tosco y simplista: el Corán incita a la violencia. No faltan, en su obra de “corta y pega”, las aún estremecedoras imágenes de las Torres Gemelas desplomándose.

El gobierno se ha distanciado inmediatamente del contenido de Fitna, pero la Fiscalía ha rechazado todas las denuncias interpuestas contra Wilders por discriminación y ofensa deliberada a los musulmanes. Es cierto que sus encolerizadas palabras en la Cámara de los Diputados y su película son ofensivas pero, según la sentencia, no constituyen delito, teniendo en cuenta “el contexto del debate social”.

Cuando los políticos utilizan el arte como medio de comunicación para divulgar sus opiniones, hay dos perdedores, como se desprende de lo anterior: la política y el arte. Y es que el arte no está ahí para proclamar un mensaje. “No es un asno sobre el que se puedan cargar paquetes, sino un cisne”, tal como ha expresado acertadamente el poeta holandés Gerrit Komrij. Un arte de mala calidad es, por definición, una diplomacia cultural de mala calidad.

Nuevos parámetros para una diplomacia pública más intensiva
Antes del agitado principio del nuevo milenio, los esfuerzos de la diplomacia pública iban orientados, sobre todo, a explicar la política holandesa respecto a cuestiones éticas tales como la eutanasia y el aborto, el matrimonio homosexual y la política de tolerancia en cuanto a drogas blandas. En muchos países, algunos de ellos de Europa Occidental, esa política progresista apenas se conocía o se comprendía. La injusta imagen de los Países Bajos como un deshumanizado laboratorio social y ético, necesitaba y aún necesita una corrección.

Pero desde hace poco se han añadido nuevos temas. Los más importantes son la política restrictiva de inmigración, el difícil proceso de integración (sobre todo de la comunidad musulmana), el enfoque del extremismo y la libertad de expresión frente a la ofensa deliberada de creyentes de cualquier religión. Todos ellos son dilemas sociales que no se presentan exclusivamente en los Países Bajos. Por tanto, sólo pueden ser resueltos en un marco internacional, empezando por un marco europeo. En suma, no requieren una diplomacia que consista en explicar punto por punto lo que hacemos y lo buenos que somos, sino que necesitan una colaboración intensiva con organismos gubernamentales y no gubernamentales de países con problemas similares, y con países de origen de la inmigración, como Marruecos y Turquía.

El Ministerio de Negocios Exteriores (Ministerie van Buitenlandse Zaken, MBZ) ha iniciado en estos últimos años una campaña de diplomacia pública más intensiva, en la que también se presta atención a esos temas. Asimismo desarrolla, junto con el Ministerio de Educación, Cultura y Ciencia (Ministerie van Onderwijs, Cultuur en Wetenschap, MOCW), un enfoque más estratégico en materia de Política Cultural Internacional. Por consiguiente, las artes y el patrimonio cultural se presentan como “instrumentos” serios en la aún incipiente diplomacia cultural de los Países Bajos.

Apuntes sobre la política cultural internacional
La mayoría de los países de Europa Occidental con gran tradición cultural disponen de una tupida red de casas de cultura en el resto del mundo. Holanda sólo tiene tres. La más antigua es el Institut Neerlandais, con sede en París, que se remonta a 1957. En 1980 se le unió la Erasmus Huis en Yakarta. La Casa Erasmo da una interpretación contemporánea a los estrechos, pero también complejos, lazos históricos de la época colonial con Indonesia. Orienta sus actividades a la preservación del patrimonio cultural conjunto y alberga exposiciones, conciertos y encuentros culturales. Además, y junto con la embajada local, la Erasmus Huis da forma a la colaboración y al intercambio entre ambos países en materia de cultura (en 2007 hubo un total de 65 actividades de arte y patrimonio cultural por parte de los Países Bajos).

En 2004, más de 20 años después de la inauguración de De Brakke Grond (“Terreno en Barbecho”, la casa de la cultura flamenca en Amsterdam), ha tenido lugar la apertura de la casa flamenco-neerlandesa deBuren (“Los Vecinos”) en Bruselas. Flandes y Holanda, intensamente unidas y en cierto modo también separadas por el idioma y la cultura, han creado con ello una plataforma cultural en la capital europea.

Y siguen siendo tres. El Wetenschappelijke Raad voor het Regeringsbeleid (Consejo Científico Holandés para la Política Gubernamental) recomendó a mediados de los años 80 la fundación de nuevos institutos culturales en Colonia, Londres y Nueva York, pero no llegaron a crearse. Según las expectativas, la celebración en 2009 de la fundación de Nueva York (Nieuw Amsterdam en su origen) por Henry Hudson (actuando al servicio de la holandesa Vereenigde Oost-Indische Compagnie ó Compañía de las Indias Orientales) tampoco llevará a la realización del renovado plan de una Holland House (Casa de Holanda) en la ciudad. Sencillamente, se considera que los gastos que implica son demasiado elevados y que no guardan relación con el efecto esperado sobre la presencia y el intercambio en materia de cultura. Se prefiere una asignación más flexible de los recursos, puesto que son escasos. ¿Qué aspecto tiene esa asignación? Esta pregunta aún no ha sido respondida satisfactoriamente.

Más coordinación de la política desde hace 10 años
A partir de la década de 1990, los Países Bajos desarrollaron una política más coordinada para sus relaciones culturales internacionales. Una tendencia que, en resumen, se inició con la revaluación de la política exterior. La caída del muro de Berlín obligó a una reforma radical de la relación, sobre todo, con los países de la Europa Central y del Este. Tuvo lugar un reajuste a gran escala de la presencia diplomática holandesa en el mundo. Holanda pretendía una posición más fuerte dentro del proceso europeo de integración. Una pieza notable de esa operación era la intención de hacer que la cultura representase un papel más importante en la política exterior. La seriedad de dicha intención quedó de manifiesto en el hecho de que, por primera vez en la historia, había también un sustancioso presupuesto adicional para tal fin. Ese dinero procedía de la operación de revaluación: eran los llamados “recursos HGIS de cultura” (Homogene Groep Internationale Samenwerking ó Grupo Homogéneo de Colaboración Internacional).

Además, se decidió zanjar la lucha de competencias entre el MBZ y el MOCW. Durante décadas, los dos ministerios lucharon por la primacía sobre la Política Cultural Internacional. El MBZ interpretaba la cultura como un elemento de la política exterior. El MOCW opinaba que era la prolongación de la política de cultura nacional y por tanto, correspondía a su especialidad y capacitación. Estas interpretaciones, la “instrumental” y la “intrínsecamente artística”, respectivamente, parecían excluirse mutuamente y para siempre. Por tanto, en 1997 se decidió que ambos ministerios dedicasen esos recursos adicionales de común acuerdo, manteniendo dos objetivos principales: (1) Reforzar el perfil internacional del cultivo del arte y la cultura de los Países Bajos.
(2) Incentivar de común acuerdo los lazos con determinados países.


Con ello quedó de manifiesto el sincero intento de vincular entre sí elementos intrínsecamente culturales con los de política exterior. Dicho de otro modo: la cultura debía convertirse en un digno tercer pilar, junto a la política y la economía, de la política exterior. El MBZ, con ese impulso económico, reforzó entre otros el departamento cultural de 13 representaciones diplomáticas consideradas prioritarias. El MOCW delegó los recursos en los Fondos de Cultura y en los Institutos Sectoriales nacionales, de acuerdo al principio de gestión de los arm length bodies (organismos autónomos) que al inicio de los años 90 se aplicó al conjunto del sector. Una comisión administrativa de ambos ministerios asesoraba directamente a sus ministros sobre acontecimientos a gran escala. Y, además, ambos ministerios organizaron un programa de intercambio para funcionarios, con el fin de reforzar recíprocamente su capacitación en ese campo común.

Algunos indicativos de la política cultural internacional
Para ser un país tan pequeño, se puede afirmar que Holanda se manifiesta de forma muy activa en el terreno artístico. En 2007, el número registrado de actividades de artistas e instituciones artísticas se incrementó en un 20% con relación a 2006: 4.572 frente a 3.673.

Esta abundancia de actividades se refiere al total de las disciplinas artísticas y del patrimonio cultural, y tiene lugar en más de 50 países distintos, repartidos por todo el mundo. La música es, con mucho, el sector más activo en el extranjero, constituyendo alrededor del 35% de todas las actividades; las artes plásticas y el cine ocupan alrededor del 15%; el teatro, la danza y la literatura juntos, sobre un 35%; el 15% restante comprende actividades de las disciplinas de arquitectura, diseño, multimedia, fotografía y patrimonio cultural.

En lo que se refiere a la distribución geográfica (según www.sica.nl), la vecina Alemania va tradicionalmente en cabeza, con 790 actividades. Le siguen EEUU (468), Bélgica (316), Francia (302), Italia (267), Austria (191), el Reino Unido (176), Japón (143), España (138) y Polonia (118). China es un escalador notable en esa clasificación por países, en el puesto 11 y con 99 actividades (66 en 2006, 40 en 2005 y 21 en 2004).

La explicación de la aparición en escena de China, actualmente también en la Política Cultural Internacional holandesa, es muy sencilla. A instancias de los dos ministerios implicados, se ha creado recientemente la Netherlands China Arts Foundation (Fundación neerlandesa para el arte en Holanda y China), dirigida a estrechar los lazos culturales entre ambos países. A esta Foundation se le ha concedido una subvención inicial para que, efectivamente, el campo cultural se movilice y comience la colaboración o profundice los contactos ya existentes con artistas y organizaciones culturales de China. Ese foco deliberado sobre un país, por motivos económicos y de política exterior, es un nuevo y muy reciente componente de la Política Cultural Internacional.

Dos importantes giros hacia una política en aras de la diplomacia cultural
Los estremecedores acontecimientos sociopolíticos de los últimos años han afectado de forma permanente las ideas sobre la importancia de la cultura en la diplomacia. Además, hay dos proyectos que le han dado un gran impulso a la incipiente práctica de la diplomacia cultural y a la reflexión sobre ella.

En el primer semestre de 2004, los Países Bajos ocuparon la presidencia de la UE. Dentro de la Política Cultural Internacional se produjo un hecho nuevo y un giro importante hacia la diplomacia cultural: el proyecto Thinking Forward. Bajo ese título se realizó un programa artístico muy amplio, multidisciplinario y contemporáneo en los países de Europa Central y del Este que ingresaron en la UE, y desde esos países, en los Países Bajos. ¿Cómo se originó ese hecho nuevo?

BZ tomó la iniciativa, con unos evidentes y marcados objetivos de política exterior. En diálogo con OCW, dio orden a la Mondriaan Stichting (Fundación Mondrian) de que se ocupase de la organización del citado programa artístico. No hubo ninguna intromisión en los contenidos, pues se les dio carta blanca. El presupuesto disponible era de alrededor de 2 millones de euros. El resultado: más de 90 representaciones teatrales y de danza, conciertos, exposiciones, debates y conferencias en todos los nuevos Estados miembros y en los Países Bajos. En muy poco tiempo, el administrador responsable y su equipo artístico habían doblado con creces el presupuesto, a través del patrocinio y las contribuciones de las propias instituciones artísticas.

Eso significó un giro, sobre todo porque resultó ser perfectamente posible el reconciliar intereses de política exterior con procesos intrínsecamente artísticos, saliendo todos beneficiados. En la evaluación de ese extenso proyecto, el sector artístico llegó a una curiosa conclusión: podía haber servido de más, en sentido diplomático. La culpa residía en la reserva de las fuentes políticas oficiales.

Un segundo giro, éste de carácter reflexivo, fue la publicación en 2005 del volumen de ensayos All that Dutch, una iniciativa de la Fundación para Actividades Culturales Internacionales (SICA, en neerlandés). En él, profesionales del arte, titulados universitarios, políticos y estrategas dan su franca y curiosamente unánime opinión sobre la situación de la Política Cultural Internacional holandesa. Sus conclusiones, en resumidas cuentas, son: Holanda se ha encerrado en sí misma, en parte por efecto de los recientes sucesos políticos; no se da suficientemente cuenta de la globalización y de las cambiantes relaciones geopolíticas en el mundo; las artes tampoco están suficientemente relacionadas con la actualidad de la sociedad, que es un reflejo local de los cambios mundiales; por eso existe el peligro de que pierdan su posición de vanguardia internacional; se llevan a cabo muchísimas actividades en otros tantos países extranjeros, pero son como disparos al aire, con poco efecto y sin una política estratégica preconcebida a largo plazo.

Y de círculos de profesionales del arte, libres de toda sospecha, llega la constatación más extraordinaria: “Estado ¡atrévete a elegir! Sé más explícito en las prioridades de la política, que pueden también estar inspiradas en puras consideraciones de política exterior. Los mundos del arte y la política han estado demasiado tiempo dándose mutuamente la espalda. Ya va siendo hora de que el primero le preste más atención al mundo y de que el segundo desarrolle más interés verdadero por lo que puedan hacer las musas”.

Una consecuencia inmediata de ese libro fue la carta programática de ambos ministerios en 2006, llamada Koers Kiezen (Elegir Rumbo). Por primera vez, la Política Cultural Internacional tenía un componente estratégico. Con ello se comenzó el desarrollo de una diplomacia cultural.

Los actores más importantes en el terreno de la diplomacia cultural
Además de los ministerios mencionados, el Raad voor Cultuur (Consejo para la Cultura) es importante en la elaboración de la política en líneas generales, en su papel de asesor del gobierno. A su vez, el Consejo basa sus análisis y recomendaciones en los de los Fondos e Institutos sectoriales. Y es que éstos operan muy cerca de la práctica de las artes, siendo, respectivamente, entidades gestoras de subvenciones y centros de servicio e investigación en lo relativo a contenidos, para artistas e instituciones artísticas de todas las disciplinas.

Los mayores fondos, con mucho, son los de los espectáculos, artes plásticas y cine. Pero los destinados a literatura y arquitectura, aunque de presupuesto modesto, son igual de influyentes en su campo. Los institutos sectoriales más importantes son los de teatro y danza (Theaterinstituut Nederland), de música en todos sus géneros (Het Nederlands Muziekcentrum) y de arquitectura (Het Nederlands Architectuur Instituut). La función de instituto sectorial de artes plásticas es ejercida, en caso de necesidad, por dos Fondos: la Fundación Mondriaan (Mondriaan Stichting) para los museos y galerías, y el Fondo para Artes Plásticas, Diseño y Arquitectura (Fonds voor Beeldende Kunst, Vormgeving en Bouwkunst) para los artistas individuales.

La mayoría de esos Fondos e Institutos han surgido en su forma actual en las últimas dos décadas. Juegan un papel importante en la práctica de las artes en los Países Bajos y en la presentación del arte holandés en el extranjero. Son organizaciones cuyas extensas redes sociales nacionales e internacionales en las distintas disciplinas están bien documentadas y son cuidadas con esmero.

La SICA (Fundación para Actividades Culturales Internacionales, en neerlandés) es relativamente nueva en el terreno de juego de la diplomacia cultural. Se fundó a finales de los años 90, y esta pequeña y flexible organización se ha convertido rápidamente en un eslabón indispensable entre el campo de las artes y los dos ministerios implicados, que al mismo tiempo son sus proveedores de fondos. Para empezar, la SICA es el centro de servicios y documentación de todas las instituciones artísticas que quieran mostrarse internacionalmente. Pero la organización es también asesora del gobierno en el terreno de la política cultural internacional estratégica. Acto seguido, ejecuta dicha política en estrecha colaboración con los mencionados Fondos, Institutos sectoriales y embajadas. La SICA es la araña en su tela, y también el oficial de conexión entre el MBZ, sus agregados culturales en las representaciones diplomáticas y el sector artístico.

Agenda para el futuro inmediato
En estos momentos se espera la nueva carta programática de los ministerios. La SICA ha lanzado un disparo de advertencia, en nombre también del sector artístico. En una carta a ambos ministros, aboga entre otros aspectos por que se cree más espacio en la política “para el espíritu pionero, por interés por el mundo, por curiosidad hacia las nuevas relaciones geopolíticas, por compromiso y por la idea de que el debate social holandés continúa siendo improductivo sin la confrontación esclarecedora y el intercambio con otras culturas y sus valores”. Enfatiza la importancia de la reciprocidad, es decir, además de que se presenten las maravillosas artes de los Países Bajos en el extranjero, debe surgir más espacio para presentaciones internacionales en Holanda. Pide integración de la actual política de cooperación al desarrollo y de la política cultural internacional en una diplomacia cultural efectiva y duradera.

Quiere un enlace mejor con la agenda cultural europea, invirtiendo permanentemente en programas bilaterales y multilaterales, así como en actividades con países y zonas de Europa. Solicita la realización de un programa de varios años junto con el mundo mediterráneo y árabe, para reforzar los contactos culturales y para mejorar la imagen de los Países Bajos, presionada por las recientes tendencias políticas y sociales.

En lo que se refiere a los instrumentos: el sector del arte aboga por la introducción de un cultural assistance pool (órgano concertado de asistencia cultural), integrado por personal propio para reforzar las embajadas y, de esa manera, poder operar conjuntamente de una manera más flexible en lugares del mundo que así lo soliciten.

Conclusión: En lo que precede se ha descrito cómo los drásticos sucesos sociales y políticos en los Países Bajos han influido profundamente tanto en el mundo diplomático como en el de las artes. Ambos mundos muestran en estos momentos una implicación social mucho mayor. Como consecuencia, también se han involucrado más el uno en el otro. La antigua línea divisoria entre procesos intrínsecamente culturales e intereses de política exterior ha sido en gran parte eliminada por medio de experiencias comunes. A causa de ello, la Política Cultural Internacional estratégica se convierte en una forma de incipiente diplomacia cultural. A los muchos actores de este complejo terreno les espera ahora la tarea de desarrollar esas experiencias y aferrarse a una política duradera para los próximos años.

El obstáculo que hay que derribar de forma prioritaria es la diferencia entre las culturas de ambos ministerios. La cultura fuertemente jerarquizada del MBZ es diametralmente opuesta a la organización liberal de redes sociales de las artes, con la que campa el MOCW. Pero dicho obstáculo demanda de las partes implicadas algo que de todos modos es un requisito de la diplomacia cultural: competencia intercultural.

Ben Hurkmans
Senior visiting fellow, Clingendael Diplomacy Studies Programme
Desarrollo en Español