La economía domina la campaña electoral en Estados Unidos

Elecciones Norteamericanas

La economía será determinante en las elecciones presidenciales que se celebran en Estados Unidos el próximo 6 de noviembre. A pesar de los enormes estímulos monetarios y fiscales de los últimos años, el desempleo alcanza la cifra de 7,8%, la recuperación económica es lenta y débil y el proceso de desapalancamiento está lejos de haberse completado. Los votantes acuden a las urnas ante una gran incertidumbre y con miedo al futuro. Nadie ha sido capaz de explicarles por qué la economía no termina de despegar y qué se debe hacer para que Estados Unidos vuelva a ser la tierra de las oportunidades. Además, asisten con perplejidad al rápido declive económico norteamericano a favor de los países emergentes, lo que, combinado con la mala situación económica interna y el aumento de la desigualdad, les está llevando a tener una actitud introspectiva y crecientemente proteccionista, que se plasma en un peligroso vacío de poder a nivel internacional que, en este momento, nadie está en disposición de ocupar.

Con este escenario de fondo, el Presidente Barack Obama, intenta convencer al electorado de que sin sus políticas las cosas estarían mucho peor y que necesita más tiempo para conseguir que el sueño americano vuelva a ser posible. Por su parte, Mitt Romney, que intenta navegar las turbulentas aguas de un partido republicano cada vez más radicalizado, apuesta por encarnar el viejo espíritu libertario y de frontera presentándose como el candidato del cambio. Sin embargo, su discurso liberalizador tiene dificultades para calar porque las políticas desreguladoras que en el pasado condujeron a la crisis financiera todavía están demasiado cerca.

Si la economía fuera bien Obama no debería tener demasiados problemas para obtener un segundo mandato. Las encuestas le sitúan como un candidato más cercano y atractivo para el electorado, no ha cometido grandes errores y ha logrado acabar con Osama Bin Laden, lo que le ha permitido mostrarse como un presidente “duro” capaz de ejercer de Comandante en Jefe. Pero con el país intentando superar la Gran Recesión a la que dio lugar la crisis financiera, que es sin duda el peor momento económico que ha sufrido Estados Unidos desde los años treinta, no tiene en absoluto garantizada la reelección. Y, en todo caso, si consigue vencer a Romney, seguramente tendrá que volver a lidiar con un Congreso y/o un Senado controlados por los republicanos, lo que le impedirá llevar a cabo su programa con libertad.


Elecciones NorteamericanasPromesas electorales

Los dos candidatos encaran las elecciones con propuestas diametralmente opuestas. Obama ofrece un mayor énfasis en las políticas sociales, incluyendo reformas fiscales para reducir las crecientes desigualdades de renta, que pretende financiar con subidas de impuestos para los más ricos. Además, apoya nuevos estímulos fiscales, especialmente en infraestructuras y educación, cuyo gasto pretende compensar (parcialmente) con reducciones del gasto militar. Por lo tanto, aboga por retrasar el ajuste fiscal hasta que la recuperación económica sea más sólida, para lo que espera contar con el apoyo de la Reserva Federal, que ha prometido continuar con las inyecciones monetarias hasta que la tasa de desempleo haya bajado de forma considerable.

Por su parte, Romney considera que lo que no permite crecer a la economía es el excesivo peso del sector público, que hay que financiar con altos impuestos.  Por ello, pretende reducir la presión fiscal a individuos y empresas y compensar parte de la caída de la recaudación con la eliminación de algunas de las deducciones fiscales existentes, que benefician sobre todo a la clase media, así como con bajadas en el gasto social. Sin embargo, en línea con la postura tradicional del partido Republicano, aumentará el gasto militar, por lo que no está claro cómo logrará cuadrar las cuentas. Por otra parte, tras haberse mostrado crítico con la laxitud monetaria de la Reserva Federal, ha declarado que no renovará a Ben Bernanke como Presidente cuando termine su mandato en 2014 porque sus políticas tienen riesgos inflacionistas. De hecho, algunos miembros del Tea Party, el ala más dura del partido Republicano, han llegado a abogar incluso por volver al patrón oro, lo que eliminaría prácticamente toda la discrecionalidad que la Reserva Federal tiene para ejecutar la política monetaria. La mayoría de los economistas consideran que esto sería un tremendo error, tanto porque el precio del oro es altamente volátil (y por tanto no resultaría un buen ancla para la política monetaria) como porque condenaría a Estados Unidos a quedarse sin su principal instrumento para suavizar las fluctuaciones del ciclo económico.

En los temas comerciales se han producido pocas declaraciones. Aunque a priori Romney parece abogar con más decisión por el libre comercio que Obama (que durante sus cuatro años de presidencia no ha hecho nada por relanzar las negociaciones multilaterales de la Ronda de Doha de la Organización Mundial de Comercio), parece que ambos continuarán negociando tratados de libre comercio bilaterales, sobre todo en Asia, así como promoviendo los intereses de las empresas americanas en un mundo donde la rivalidad geoeconómica será cada vez más fuerte. En la relación con China, Romney ha declarado que será mucho más duro que Obama. Ha afirmado que denunciará formalmente a China como manipulador del tipo de cambio, e incluso que le impondrá sanciones comerciales si no reevalúa sensiblemente su moneda. Sin embargo, si finalmente alcanza la presidencia es poco probable que materialice estas amenazas porque las empresas estadounidenses (que son las grandes financiadoras de su campaña) obtienen importantes beneficios localizándose en China y exportando a Estados Unidos y Europa.

Por último, ninguno de los dos tendrá mucho que decir en la crisis del euro. Ambos la seguirán con atención e intentarán presionar a Alemania (directamente o a través del G20) para que suavice su posición en relación a los objetivos de consolidación fiscal en los países del sur, pero seguramente con tan poco éxito como hasta ahora.

En definitiva, los estadounidenses se enfrentan a unas elecciones marcadas por la economía sabiendo que, gane quien gane, a finales de año, el país tiene que resolver el problema del llamado “Fiscal Cliff” (precipicio fiscal), una combinación de reducciones del gasto público y subidas de impuestos que, si no se hace nada, se activarán de forma automática generando una recesión por la caída en la demanda efectiva. Es de esperar que Demócratas y Republicanos encuentren una solución de compromiso para evitar este escenario, pero los electores saben que en algún momento futuro la economía norteamericana tendrá que realizar un duro ajuste para reducir su creciente deuda pública, que ya se acerca al 100% del PIB.