Introducción

La implicación y el interés de España en Líbano no son nuevos. A lo largo de los siglos, España ha estado presente en Líbano con sus intereses educativos, religiosos y económicos. Existe una pequeña comunidad de ciudadanos españoles viviendo en Líbano, la mayoría casados con ciudadanos libaneses, al mismo tiempo que existe una comunidad de libaneses viviendo en España, algunos de los cuales han adquirido la nacionalidad española. También cabe mencionar la trágica muerte del embajador español Pedro Manuel de Arístegui durante la guerra civil en Líbano de 1989. Arístegui fue el tercer diplomático extranjero (los otros dos fueron el embajador estadounidense Francis Meloy Jr. y el embajador francés Louis Delamarre) en perder la vida durante la guerra civil que asoló Líbano durante 15 años.[1]

En este estudio se expondrá el contexto histórico y político de la situación existente en el sur de Líbano desde 1967. También se examinará el papel de Hezbolá, su filosofía religiosa, militar y política y su estrategia en Líbano y en la región. Posteriormente se pasará a valorar las causas y los resultados de la guerra que tuvo lugar en el verano de 2006 y sus consecuencias para la política local, regional y global, para centrarnos a continuación en la participación militar de España en Líbano, entre otras cosas en sus proyectos educativos y de desarrollo, particularmente en las relaciones entre el contingente aportado por España a la FPNUL y la población local del sur de Líbano: ¿Cómo reaccionó la población local a la presencia de soldados españoles? Por último, se formulan una serie de recomendaciones sobre la futura participación española en las actividades de mantenimiento de la paz en el sur de Líbano.

El principal objetivo de este estudio es presentar una perspectiva analítica global de la situación en el sur de Líbano y la participación de la FPNUL. Esperamos que este documento pueda usarse como parte del material informativo que se presente a las tropas españolas antes de su despliegue en el país de los cedros. El estudio se basa en las fuentes disponibles en árabe, francés e inglés, y se han usado recortes de prensa de Líbano para ofrecer una perspectiva poco común de cómo perciben los libaneses la presencia española en Líbano y cuál es su reacción al respecto.

El sur de Líbano: una breve reseña histórica

Hasta 1967, el sur de Líbano era una zona tranquila poblada mayoritariamente por agricultores chiíes y comunidades rurales drusas y cristianas. Tras la guerra entre árabes e israelíes que tuvo lugar en junio de 1967, la situación cambió radicalmente. La resistencia palestina adoptó el sur de Líbano como base de sus acciones guerrilleras contra Israel, que reaccionó llevando a cabo incursiones de castigo, fundamentalmente en el sur de Líbano, y bombardeando reiteradamente más de 150 pueblos y aldeas. En mayo de 1970, tras una serie de operaciones de guerrilla a manos de los palestinos, el ejército israelí invadió Líbano por primera vez, lo que supuso el principio del fin para muchos pueblos y aldeas del sur del país. Al Jiyam, por ejemplo, en su día una de las localidades más prósperas y pobladas del sur del país, vio como su población se reducía durante el decenio siguiente, desde 30.000 habitantes hasta 32.[2] Cuando en 1978 Israel entregó finalmente Al Jiyam a su aliado libanés, el comandante Saad Haddad (comandante del Ejército del Sur de Líbano ?ESL?, creado y apoyado por Israel), sus habitantes fueron trasladados a una mezquita como si de ganado se tratase. “Caímos al nivel de Haddad”, declaró un especialista militar israelí. “Presencié cómo sus hombres disparaban a 70 personas a sangre fría en Al Jiyam”.[3] En 1978, Israel también entregó los cuarteles de Al Jiyam a los milicianos de Haddad, quienes, a su vez, los transformaron en un campo de concentración.

En 1972, como represalia por el atentado del grupo terrorista palestino Septiembre Negro contra los atletas israelíes durante los Juegos Olímpicos de Munich, en el que murieron 11 atletas, Israel volvió a bombardear Líbano, acabando con la vida de más de 400 civiles. En agosto de 1974, Israel adoptó una política de ataques preventivos que fue aprobada oficialmente por el gabinete israelí en 1979. Los ataques contra las bases de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en aldeas fronterizas se convirtieron en algo prácticamente diario. En 1975, con el estallido de la guerra civil en Líbano, Israel mantuvo sus operaciones militares principalmente en el sur del país, invadiéndolo en marzo de 1978, para “acabar con las bases terroristas a lo largo de la frontera”. Las consecuencias humanas de esa invasión fueron trágicas: las autoridades libanesas calcularon que el total de bajas libanesas y palestinas se situó en 1.168 muertos, casi la mitad de ellas civiles. Miles de libaneses tuvieron que abandonar sus hogares en el sur del país y buscar refugio en los barrios más pobres del extrarradio de un Beirut devastado por la guerra.[4] Esos libaneses desplazados pasaron a alistarse voluntariamente para la guerra de la OLP contra Israel en el sur de Líbano.

El 19 de marzo de 1978, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó su resolución 425, cuyo proyecto fue presentado por EEUU. En la resolución se exhortaba a Israel a que cesara inmediatamente su acción militar contra la integridad territorial libanesa y retirara sin dilación sus fuerzas de todo el territorio libanés. Se estableció una Fuerza Provisional de las Naciones Unidas en Líbano (FPNUL) para que actuara como barrera entre Israel y sus aliados y los grupos guerrilleros que operaban en el sur de Líbano, fuerza que este año celebra sus 30 años de presencia en el país. También estaba previsto que esta Fuerza, compuesta inicialmente por 5.000 soldados, ayudase al gobierno libanés a ampliar su autoridad en el sur del país (con tropas de Fiyi, Finlandia, Francia, Ghana, Irlanda, Italia, Nepal y Polonia). La FPNUL ha perdido a 250 soldados desde 1978, siendo el contingente irlandés el que más bajas ha sufrido, con 36 soldados muertos.[5]

Israel consideró insuficiente la resolución 425 por no condenar el “terrorismo”. Aunque ha sido de poca ayuda para el objetivo del gobierno libanés de restablecer su control sobre el sur de Líbano (hasta la guerra de 2006, se entiende, véase más abajo), la FPNUL ha desempeñado, y sigue desempeñando, un importante papel en la prestación de servicios sociales y médicos a los habitantes de la región que sufren diariamente como consecuencia de los bombardeos por aire y tierra de Israel. La FPNUL sigue suponiendo una demostración simbólica del apoyo de la comunidad internacional al pueblo libanés. En junio de 1978, Israel retiró sus tropas del sur de Líbano, dando lugar a una nueva situación en la frontera entre Líbano e Israel. Se establecieron milicias cristianas entrenadas y apoyadas por Israel para actuar como “guardianes” de la denominada “zona de seguridad”, una franja de la frontera libanesa de entre ocho y 16 millas de ancho y con una superficie de entre 900 y 960 millas cuadradas que abarca desde la costa libanesa al oeste hasta la localidad de Maryayun al este. Las fuerzas libanesas aliadas de Israel pasaron a conocerse como el Ejército del Sur de Líbano (ESL).

En 1982, el gobierno israelí de Menachem Begin lanzó una ofensiva militar a gran escala contra Líbano. Su objetivo era destruir la infraestructura militar de la OLP, debilitar la presencia siria (las tropas sirias entraron en Líbano a principios de 1976 como parte de la Fuerza Árabe de Disuasión) e instaurar un liderazgo cristiano maronita que fuese proisraelí y terminase conduciendo a la firma de un tratado de paz con el Estado judío.[6] La operación “Paz para Galilea” resultó un desastre militar en el que Israel perdió a más de 600 soldados y experimentó su primer episodio de publicidad negativa. Más de 17.000 civiles libaneses perdieron la vida y más de 30.000 resultaron heridos.[7] La invasión, que llegó a la capital de Líbano, Beirut, despertó al “genio” chií en el sur de Líbano. Irritados por la intromisión de los combatientes palestinos, los chiíes consideraron la invasión la ocasión perfecta para liberar al sur de las fuerzas de la OLP y podrían haberse convertido en potenciales aliados de Israel. Sin embargo, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) malinterpretaron las intenciones de los chiíes y adoptaron una política de maltrato contra ellos. Las FDI y sus aliados libaneses pagaron muy caro ese error.

En 1985, Israel retiró sus tropas de la mayor parte del sur de Líbano, manteniendo el control de la “zona de seguridad” mediante su adlátere, el ESL. La política oficial de Israel en la “zona de seguridad” y las aldeas que la rodeaban fue una mezcla represiva de migraciones forzosas, presión económica y guerra psicológica. En la zona ocupada, Israel y el ESL impusieron un aislamiento total a la población local, abriendo las puertas a aquellos libaneses que quisieran marcharse pero impidiendo la entrada a quienes lo quisieran, a excepción de los pocos privilegiados que conseguían obtener un permiso de la inteligencia israelí y el ESL. Consolidando su ocupación del sur de Líbano, Israel se aseguró de que ningún grupo confesional único constituyera la mayoría de la población. Para ello forzó traslados de la población y una segregación sectaria. Un ejemplo de esto fue el corredor de pueblos y aldeas que se extendía desde Jezzine, mayoritariamente cristiana, en dirección sur, hacia Maryayun, de mezcla musulmana y cristiana. A medio camino de ese corredor se sitúa Rihan, en su día una localidad musulmana chií, que Israel vació de residentes, reemplazándolos por cristianos de la zona de Az–Zahrani e Iqlim al–Tuffah. Además, Israel también codicia el agua de los principales ríos del sur de Líbano, el Litani y el Hasbani.

En 1992, Fida Nasrallah, experta libanesa en temas de agua, escribió que “Israel no renunciará a su autoproclamada zona de seguridad en el sur de Líbano sin garantías de que recibirá su parte del río Litani”.[8] La posición del gobierno libanés es que los recursos hídricos de Líbano apenas bastan para cubrir las necesidades del país. La totalidad del recorrido del río Litani se sitúa en territorio libanés, por lo que Israel carece de derechos ribereños sobre él. No obstante, tras la retirada israelí de Líbano en 2000, Israel conservó bajo su control parte de la aldea libanesa de Al–Gayar. El gobierno libanés ha accedido a que Israel instale una bomba de agua justo en la Línea Azul que separa ambos países para abastecer de agua a la población libanesa de esa aldea. Por lo que respecta a los cerca de 300.000 palestinos que residen en Líbano, su situación empeoró. El Acuerdo de Oslo de 1993 los situó en tierra en nadie. Los libaneses de todo el espectro político y sectario se opusieron a cualquier forma de ayuda que pudiera fomentar su asentamiento permanente en Líbano. De hecho, el Acuerdo de Taif de 1989 se opone expresamente a esa posibilidad, dado el precario equilibrio entre las diversas comunidades sectarias del país. Israel también se opone categóricamente a la repatriación de los refugiados a sus zonas de origen en Galilea y las ciudades costeras israelíes.

Justo después de la invasión israelí de 1982, el movimiento de resistencia libanés pasó a la acción, encabezado por la “Resistencia Islámica” (Hamas), el brazo armado de Hezbolá (el Partido de Dios), un movimiento que recibe ayuda económica y militar de Irán.[9] Los ataques de la guerrilla de Hezbolá obligaron a Israel a retirar sus tropas de Líbano en 1985. Desde entonces, la Resistencia Islámica se convirtió en fuente de hostigamiento constante contra la ocupación israelí. Como consecuencia de los constantes ataques de Hezbolá contra las tropas israelíes, el gobierno del entonces primer ministro Ehud Barak votó en favor de la retirada unilateral de las FDI de la “zona de seguridad” en el verano de 2000.

En julio de 1993, Israel lanzó la operación “Rendición de Cuentas” (o la “Guerra de los Siete Días” desde la óptica libanesa) en el sur de Líbano, para hacer salir de sus escondites a las guerrillas de Hezbolá que habían llevado a cabo ataques con cohetes Katyusha contra el norte de Israel. Israel tenía en mente cuatro objetivos:

Obligar al gobierno libanés a que se enfrentase directamente con la resistencia libanesa para garantizar la “seguridad” en la frontera septentrional de Israel.

(2) Presionar a Líbano para que firmara un acuerdo de paz con Israel, similar al acuerdo del 17 de mayo de 1983 entre esos dos países (anulado un año después por el Gobierno libanés como consecuencia de la presión ejercida por Siria).

(3) Demostrar al gobierno libanés que su insistencia en respetar el armisticio de 1949 (entre Líbano e Israel) y la rigurosa aplicación de la resolución 425 de las Naciones Unidas era superflua.

(4) Desestabilizar la paz civil en Líbano destruyendo sistemáticamente casas y propiedades y provocando así desplazamientos masivos forzosos de la población.[10]

Tras un duro ataque de siete días, intermediarios estadounidenses y sirios forjaron un acuerdo no escrito entre Israel y Hezbolá. Los israelíes acordaron no bombardear las aldeas libanesas si Hezbolá acordaba poner fin a los ataques con cohetes contra objetivos israelíes, acuerdo que fue violado por ambas partes en diversas ocasiones. El gobierno israelí reconoció en muchas de sus declaraciones que la resistencia de Hezbolá se había convertido en una característica constante y fastidiosa de la realidad militar en el sur de Líbano. Por ejemplo, en 1995 la resistencia llevó a cabo más de 876 operaciones contra las FDI y el ESL, matando a 24 soldados israelíes y a 29 hombres del ESL.[11] A las guerrillas de Hezbolá se han unido a la guerra en el sur de Líbano otros grupos libaneses y palestinos opuestos al proceso de paz. Entre esos grupos figuran los comunistas libaneses, el grupo chií Amal y el Frente Popular para la Liberación de Palestina–Mando General, en su mayor parte apoyados por la inteligencia siria. La resistencia libanesa se convirtió en un importante instrumento de presión de los gobiernos de Líbano y Siria en sus negociaciones con Israel.

Además, desde 1984 Irán se ha convertido en un actor muy importante en la política del sur de Líbano. La República Islámica armó, adiestró y financió a grupos chiíes radicales que posteriormente se unirían bajo la bandera de Hezbolá. La estrategia iraní se basó en la visión del imán Jomeini de exportar el modelo revolucionario iraní, especialmente a países donde los chiíes constituyen un porcentaje importante de la población. De esta forma, Hezbolá se convirtió en el eje del proyecto iraní.

Objetivos políticos y militares de Hezbolá

En una entrevista que realicé a una fuente fidedigna de Hezbolá, la persona entrevistada me dijo que una de las principales prioridades del grupo era la resistencia: “Consideramos la resistencia nuestro principal instrumento porque la experiencia nos ha demostrado que con un enemigo como Israel la resistencia es la mejor opción”.[12] Según esta misma fuente, otra prioridad del grupo islamista era “combatir la situación de privación económica de su pueblo, independientemente de su identidad confesional. Consideramos que existen regiones en Líbano que sufren privaciones, no sólo por su ubicación geográfica sino también por la política de abandono adoptada por los sucesivos gobiernos libaneses”. Desde entonces, Hezbolá ha conseguido convertir la cuestión del sur de Líbano en una preocupación de carácter nacional y gubernamental.

La filosofía militar de Hezbolá gira en torno al concepto guerrillero de “resistencia musulmana”. El grupo islamista considera que sus combatientes presentan una dimensión tanto militar como civil: viven como civiles entre el conjunto de la población pero son parte de una estrategia militar. Esta “estrategia defensiva” definida por Hezbolá se basa en represalias inmediatas ante cualquier ataque de las fuerzas israelíes contra militantes de Hezbolá ocultos entre la población civil. Esto permite a los combatientes de Hezbolá que disfrutan del apoyo de los habitantes de las aldeas del sur de Líbano emprender segundas represalias contra un primer ataque israelí. El grupo islamista chií libanés considera a sus combatientes parte de la población civil en tiempos de paz. En tiempos de guerra, los combatientes de Hezbolá se convierten en una fuerza militar disciplinada, bien adiestrada y coordinada. Esta coordinación incluye también a la población civil, que presta apoyo a diversas actividades militares como tareas de observación, intercambio de información, maniobras y amenazas. Todo esto se lleva a cabo con independencia del ejército y el gobierno de Líbano.

Hezbolá, al igual que hiciera la OLP anteriormente, se ha autoconstituido como un Estado dentro del propio Estado. Es un agente militar y político transnacional que recibe órdenes de potencias extranjeras como Irán y Siria. El gobierno libanés considera a Hezbolá una amenaza para la soberanía de Líbano y le ha instado a que entregue sus amplios arsenales conforme a lo dispuesto en la resolución 1559 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. El líder de Hezbolá, Sayed Hasán Nasralá, no confía en los convenios y las leyes internacionales. En un discurso pronunciado el 14 de julio de 2006 declaró: “A diferencia de muchos en nuestra nación, nunca he creído en la existencia de la denominada comunidad internacional”. Nasralá considera que su grupo tuvo que tomarse la justicia por su mano para liberar los territorios ocupados del sur de Líbano y sacar a los prisioneros de las cárceles israelíes. Cree en el derecho de legítima defensa en una “guerra civil” general a nivel internacional librada en un escenario global. Para Hezbolá y su líder, como consecuencia de la globalización (que es “salvaje” e “imperialista”), el mundo está sometido a una explotación y una distribución desigual de la riqueza, encabezada por los países del Norte a costa de los pueblos pobres del Sur subdesarrollado. Las convenciones, los convenios y las leyes internacionales reflejan esa desigual distribución del poder y no son más que un ejemplo de la lucha de los fuertes contra los débiles.[13]

Fundación y orígenes de Hezbolá

Para desentrañar las ideas y los objetivos del grupo islamista libanés me he basado ampliamente en un importantísimo libro escrito por el jeque Naim Qassem, miembro fundador de Hezbolá y secretario general adjunto de dicho grupo desde 1991.[14] A principios de la década de 1960, Líbano fue testigo del surgimiento de un nuevo movimiento clerical que sirvió para revitalizar los grandes principios del islam en términos tanto clericales como políticos. Los tres principales clérigos chiíes fueron el imán Musa al Sadr (que fundó el “Movimiento de los Oprimidos” y las “Filas de la Resistencia Libanesa”, Amal), el jeque Mohamed Mahdi Shamseddine (que consagró gran parte de su vida a labores intelectuales y a liderar a la comunidad chií) y Sabed Mohamed Hussein Fadlallah, guía espiritual de Hezbolá. Cada uno de ellos tenía su propia visión, su propia lógica práctica y su propio plan de acción, pero todos compartían una creencia en la necesidad de actuar para provocar un cambio en las condiciones de vida de los chiíes libaneses en ese momento.[15]

Durante los primeros años de andadura de Hezbolá, el nombre de Sayed Mohamed Hussein Fadlallah estuvo estrechamente ligado al Partido. Fadlallah era símbolo de muchos conceptos ideológicos del Partido y guiaba a Hezbolá a través de una visión madura del islam y del movimiento islámico, al mismo tiempo que apoyaba al ayatolá Jomeini, líder de la Revolución Islámica en Irán. Aunque a menudo era considerado el líder espiritual de Hezbolá tanto por los observadores políticos como por los medios de comunicación locales e internacionales, Fadlallah siempre rechazó cualquier participación en la actividad organizada de Hezbolá y optó por seguir siendo un clérigo que apoyaba las directrices del Partido que consideraba acordes a sus opiniones. Las lealtades de los islamistas libaneses se dividieron entre Amal (el único movimiento político en aquel momento), los diversos comités islámicos, la facción misionera y los independientes.

En 1979 triunfó la Revolución iraní liderada por el ayatolá Ruhollah Jomeini, acompañada de una necesidad creciente y apremiante de revitalización política en Líbano. Pronto, el ayatolá Jomeini fue designado principal autoridad religiosa dentro de la comunidad chií (en la que es posible una “interpretación individual” o ijtihad y los individuos deben seguir la interpretación religiosa de los clérigos vivos de mayor sabiduría) y surgió una preocupación en torno a la necesidad de crear una organización islámica unida. De esta forma, una serie de representantes de los principales grupos islámicos empezaron a debatir sus percepciones de la actividad islámica en Líbano. Los resultados de esos debates quedaron resumidos en un documento final, el “manifiesto de los nueve”, en el que se fijaban los tres siguientes objetivos: (1) el islam es el programa adecuado, amplio y completo para una vida mejor; (2) la resistencia contra la ocupación israelí exige un llamamiento a la yihad (guerra santa); y (3) el liderazgo legítimo le corresponde al jurista–teólogo (al Wali al Faqih), considerado el sucesor del Profeta y los imanes. El documento se presentó al ayatolá Jomeini, que dio su aprobación, autoconfiriéndose el papel de custodio como jurista–teólogo. Diversos grupos islámicos adoptaron posteriormente el manifiesto, disolviendo sus organizaciones en favor de este nuevo marco, que posteriormente pasó a conocerse como Hezbolá. Todo esto tuvo lugar en un momento de solidaridad iraní con Líbano y Siria. Siria accedió a que la Guardia Revolucionaria iraní pasara a Líbano y se crearon campos de adiestramiento en el distrito del valle de la Bekaa occidental.

De esta forma, los tres principales objetivos que constituyen el pilar en el que se fundamenta Hezbolá son: (1) la creencia en el islam; (2) la yihad; y (3) la autoridad del jurista–teólogo.

(1) La creencia en el islam

Hezbolá considera el islam tanto una convicción como un código legal. Como código legal, se considera que la sharia queda claramente descrita tanto en el Sagrado Corán como en las nobles costumbres del profeta (la Sunna) y que cubre todas las necesidades del ser humano. Frente a las normas permanentes de la sharia, los chiíes permiten un amplio margen de interpretación para adaptarse a los cambios y al ritmo de los distintos lugares y las distintas épocas. Por ejemplo, el islam establece una serie de directrices sobre lo que debe ser un “buen” gobernador o líder, pero deja que ese líder sea quien elija el régimen de gobierno. De esa forma, la cuestión de formar gobierno queda libre de normas estrictas y un presidente puede ser elegido bien mediante votación popular directa o mediante un parlamento.

Aunque, en un plano teórico, la sharia parece llamar al establecimiento de un Estado islámico, en la práctica Hezbolá considera que ese Estado debería basarse en una elección libre del pueblo. El Partido aspira a estar en situación de unificar las diversas escuelas de pensamiento islámico, una empresa en la que han fracasado los juristas religiosos a lo largo de los siglos, pero Qassem considera más importante tratar de encontrar puntos en común a nivel político. “Lo que hace falta es que permanezcamos unidos para enfrentarnos a los desafíos y que no perdamos tiempo discutiendo el sexo de los ángeles mientras que nuestra tierra es robada y nuestro futuro se ve amenazado por la hegemonía global”.[16]

(2) La yihad

La yihad (o guerra santa) tiene sus raíces en el verbo “luchar” o “esforzarse”, y significa esforzarse y hacer todo lo posible por combatir al enemigo. Se considera que ejerce gran influencia en las trayectorias de vida de los musulmanes y que es parte integral de las verdaderas creencias de éstos. “El Profeta (RIP) definió este significado cuando recibió a un grupo de musulmanes que venía de combatir: “Demos la bienvenida a esta tropa que ha llevado a cabo esa yihad menor (batalla) y a quienes aún aguarda la yihad mayor”. Cuando se le preguntó cuál era ese desafío mayor, el Profeta (RIP) respondió: “La yihad con el alma”.[17] Por tanto, se considera deber de todo creyente islámico “rechazar y combatir la opresión y luchar contra su yo interior hacia la victoria de la virtud, la justicia, los derechos humanos y la rectitud”, a cambio de lo cual se le ofrece una recompensa el Día de la Resurrección.[18] Los clérigos consideran que la yihad militar adopta dos formas:

(1) La yihad de base, que supone la confrontación entre los musulmanes y el resto y la entrada en territorios ajenos por motivos no relacionados con la recuperación de una tierra o la defensa contra una agresión. Esta forma de yihad no se considera aplicable en la actualidad.

(2) La yihad defensiva, que supone la defensa por parte de los musulmanes de su tierra, su pueblo o de ellos mismos frente a una agresión u ocupación. Esto no sólo se considera legítimo, sino que se considera un deber de todo verdadero musulmán.[19] El papel de la mujer en este contexto consiste en prestar apoyo y ayudar con el reclutamiento. Ningún precepto religioso exige a las mujeres esta forma de sacrificio si existe un número suficiente de hombres para hacerlo.

En lo que respecta a la cuestión del martirio, Qassem escribe: “Lo único que puede hacer el enemigo es provocar en nosotros el temor a la muerte. Si hacemos desaparecer ese temor, esa amenaza de muerte pierde su poder… el martirio llena un importante vacío en el desequilibrio de poder. Es nuestro deber tratar de derrotar al enemigo con el menor derramamiento de sangre posible”.[20]

(3) La autoridad del jurista–teólogo (al Wali al Faqih)

Los musulmanes creen que el Profeta es el mensajero, el portador de la doctrina sagrada de la sharia, que ha sido inspirado para velar por su aplicación y señalar el camino que debe seguir la nación para su cumplimiento. Por detrás del referente supremo del Profeta están los infalibles imanes, empezando por el Comendador de los Creyentes, el imán Alí ibn Abi Taleb, y acabando por el imán Al Mahdi. Su función es interpretar y aclarar los diversos aspectos del Mensaje y velar por que se aplique correctamente. En ausencia de esas interpretaciones, los expertos y clérigos son los encargados de aclarar lo que entra dentro del ámbito del deber y lo que no, lo que está permitido y lo que está prohibido. Se considera que la aplicación adopta dos formas: una individual, vinculada con todas las formas de culto, el trato dado a los demás y todo lo relativo a la vida diaria y personal; y otra general, relacionada con la nación en su conjunto, con sus intereses, sus guerras, su paz y su trayectoria general. Los chiíes consideran que sólo mediante la guardia y custodia del jurista–teólogo puede conseguirse preservar y aplicar el islam, puesto que es él el encargado de definir un camino claro para unir a la nación. Es él quien tiene autoridad para decidir sobre cuestiones de guerra y paz, y es también el custodio de la riqueza de la nación obtenida mediante el zaqat, el khums y otras fuentes de recaudación. Establece las directrices para todo Estado islámico desde sus inicios, guiando su cumplimiento de la jurisprudencia doctrinal y protegiendo los intereses de sus miembros conforme al islam.

Siguiendo la aplicación del islam del jurista–teólogo, se consideran responsabilidad de la cúpula de Hezbolá las tareas de “gestionar y supervisar los detalles y pormenores, las tareas políticas, sociales y culturales diarias y la yihad contra los invasores israelíes”. Esa autoridad queda reflejada en su considerable independencia a nivel práctico, ya que no requiere una supervisión directa o indirecta del jurista–teólogo.[21] Por lo que respecta a sus relaciones con la República Islámica de Irán, Qassem escribe que, desde su creación, Hezbolá vio la posibilidad de lograr sus objetivos y aspiraciones mediante el apoyo y el refuerzo ofrecidos por la República, a la vez que ve muchos motivos para el éxito de las relaciones entre Irán y Hezbolá, considerando los más importantes: (1) el marco común de la legitimidad de liderazgo internacional (puesto que tanto Irán como Hezbolá creen en la autoridad del jurista–teólogo y que el imán Jomeini era uno de esos líderes); (2) la armonía a nivel teórico (si bien los detalles de la aplicación de las directrices generales quedan subordinados a las características particulares de cada país); y (3) unas ideas políticas comunes (sobre todo en relación con el apoyo a todos los movimientos de liberación, especialmente los destinados a combatir la ocupación israelí). Qassem subraya que la relación entre Irán y Hezbolá no es una relación en la que una parte más débil está supeditada a otra más fuerte, sino que es una relación que permite alcanzar los objetivos de ambas partes mediante una acción independiente.[22]

Durante la presidencia del difunto Hafez al Assad, Siria adoptó una política de oposición a los proyectos de Israel, promoviendo la solidaridad árabe, respaldando la resistencia a la ocupación y cooperando con sus aliados a tal fin. Tras la invasión israelí de Líbano en 1982, Irán manifestó su apoyo a Siria y se mostró dispuesto a cumplir las órdenes del imán Jomeini y enviar a la Guardia Revolucionaria iraní para apoyar a Líbano en su lucha contra la ocupación. El presidente Al Assad dio su aprobación y la Guardia entró en Líbano vía Siria para adiestrar a jóvenes que pasarían a integrar las filas de Hezbolá y combatir la ocupación israelí. De esta forma, originariamente la relación entre Hezbolá y Siria se limitó a la coordinación de cuestiones de seguridad, la facilitación del movimiento de activistas y armas y la respuesta a nuevos problemas. No era una relación política.

La primera discusión ideológica y política entre Hezbolá y Siria, tras los enfrentamientos entre la milicia de Amal y Hezbolá en junio de 1988, llevó a las fuerzas sirias a infiltrarse en los barrios periféricos del sur de Beirut afirmando tener como objetivo mediar entre las partes en combate y reestablecer la seguridad. En la reunión solicitada por la cúpula de Hezbolá, el presidente Al Assad aseguró a los líderes del Partido que su despliegue de fuerzas en la región se debía exclusivamente a motivos de seguridad y que Siria no tenía intención de ponerse de parte de Amal, como temía Hezbolá. Esta primera reunión entre Siria y los líderes de Hezbolá sentó las bases de continuos debates posteriores sobre cuestiones comunes, fundamentalmente en torno al conflicto con Israel.[23]

Con la caída de la URSS en 1989, EEUU se convirtió en la potencia más influyente en la región y poco a poco fue reemplazando a Francia y al Reino Unido, las potencias coloniales, e imponiendo sus políticas en todas las áreas. Qassem considera que, desde entonces, el problema que presenta toda relación o todo diálogo con EEUU es la “supremacía política de esta única potencia mundial”.[24] Además, EEUU calificó la resistencia islámica en Líbano como una forma de terrorismo, reforzando aún más el desequilibrio que caracteriza sus relaciones con Hezbolá. Qassem subraya que, además, EEUU ha instigado un ataque interno en Líbano para tratar de distraer a la resistencia y asegurarse de que la zona ocupada en esta región desempeña un papel clave en cualquier garantía de seguridad o acuerdo político que pueda firmarse con Siria o Líbano.[25]

Qassem sostiene que, hasta hace poco, Hezbolá consideraba inútiles los llamamientos a la celebración de reuniones y diálogos realizados por algunos congresistas estadounidenses y por tanto los rechazaba, a pesar de las frecuentes peticiones formuladas a través de funcionarios libaneses y no libaneses. En su opinión, “EEUU no da ningún paso a fondo ni adopta ningún tipo de medida a menos que con ello se alimente directamente la política preestablecida de apoyar a Israel”.[26] Aunque Francia y el Reino Unido trataron de sacar provecho de su pasado colonial en Oriente Medio manteniendo su papel en la zona, la influencia europea en la región ha ido disminuyendo de forma constante en los últimos dos decenios, con el surgimiento de EEUU como potencia mundial unilateral. A diferencia de lo que ocurre con sus relaciones con EEUU, Hezbolá ha sido capaz de mantener relaciones con Europa, en gran parte porque el Partido no percibe ninguna amenaza de agresión directa por parte de ésta. Hezbolá considera el papel que Europa ha decidido adoptar un catalizador para atenuar el unilateralismo estadounidense y, por tanto, para ellos Europa representa un papel occidental alternativo, independientemente de la falta de respeto de los derechos humanos mostrado por ésta tras las masacres de Jenín y otras violaciones israelíes de los derechos humanos en el territorio palestino ocupado.[27] Según Qassem, Hezbolá considera que, dado el interés mutuo en establecer relaciones positivas entre el Partido y Europa (aún cuando Hezbolá muestre ciertas reticencias por la política proestadounidense del Reino Unido), se deberían mantener abiertas todas las vías.

En lo que respecta a las relaciones con las Naciones Unidas y su Consejo de Seguridad, Qassem escribe que Hezbolá no cuestiona la importancia de contar con un foro internacional para la resolución de disputas internacionales y considera que los problemas de carácter internacional requieren un coordinador a ese nivel. Sin embargo, critica el poder de veto de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad. Por tanto, como muchos miembros de las Naciones Unidas en la actualidad, Hezbolá insta a “que se reconsidere el derecho de determinados países a hacer uso del poder de veto” y a que “se sustituya este mecanismo de toma de decisiones por otro que sirva para restablecer la justicia internacional”.[28]

Junto con Irak y la situación en Palestina, Líbano ha venido siendo otro factor de inestabilidad en el Mediterráneo oriental. En 2006, el país de los cedros volvió a situarse en el centro del huracán que asola Oriente Medio. Ésta no es la primera vez que los actores regionales e internacionales utilizan este pequeño país mediterráneo como un conveniente campo de batalla.[29]Antecedentes de la guerra de 2006 en Líbano

Hay varios factores que pueden emplearse para explicar los acontecimientos que condujeron, en el verano de 2006, a la guerra entre las FDI y Hezbolá, el Partido de Dios: (1) la situación interna de Líbano tras el asesinato del que fuera su primer ministro, Rafiq Hariri, en la primavera de 2005; (2) la consolidación de Irán como uno de los actores más relevantes de Oriente Medio tras la guerra de EEUU en Irak; (3) el papel de Siria, que jamás ha aceptado su retirada forzosa de Líbano en la primavera de 2005; (4) la preocupación israelí ante la realidad palestina; y (5) la incapacidad de la Administración estadounidense para implementar la guerra global contra el terrorismo y la incontrolable situación en Irak y Afganistán.[30]

Finalizada la guerra civil en Líbano (1975–1990), el país vivió un sorprendente período de reconstrucción orquestado por el difunto primer ministro Rafiq Hariri. Gracias a sus contactos y a sus amistades a nivel mundial, Hariri devolvió a Líbano el respeto que había perdido, así como el papel que había desempeñado anteriormente. No obstante, el principal problema fue que Hariri se centró en la reconstrucción material del país a expensas de la reconciliación entre los libaneses. De hecho, la reconciliación entre las distintas comunidades libanesas no llegó a producirse. Los cristianos, en particular, se sintieron derrotados y traicionados, mientras que los suníes y chiíes se hicieron con un mayor control de los instrumentos de poder del país. A diferencia de lo ocurrido en Sudáfrica y en algunos países latinoamericanos, en Líbano no ha existido nunca una comisión de la verdad y la reconciliación que se encargara de “supervisar el pasado”.[31]

El otro gran problema de Líbano es el papel y la influencia cada vez mayores de Hezbolá en el país. Fundado tras la invasión israelí de Líbano de 1982, Hezbolá se convirtió en un importante eje de la resistencia contra la ocupación israelí en el país. Gracias a la ayuda de Siria e Irán, los líderes del partido lograron crear una amplia red de instituciones destinadas a responder a las distintas necesidades sociales y humanitarias de la población del sur de Líbano. Hezbolá se convirtió así en una potencia militar y social fundamental en el sur del país, una zona dominada sobre todo por chiíes libaneses. Los llamamientos a enviar tropas libanesas a la frontera con Israel siempre suscitaron resistencia. El presidente libanés, Émile Lahoud (principal aliado de Siria en Líbano), siempre adujo que enviar tropas libanesas a la frontera era equivalente a actuar como defensores de la seguridad israelí. La guerra entre Israel y Hezbolá en el verano de 2006 demuestra cuán erróneo era ese planteamiento. Ése es el motivo de que, transcurrido casi un mes desde el inicio de la ofensiva israelí, el gobierno libanés se haya ofrecido a desplegar 15.000 soldados del Ejército libanés en la frontera.

Tras el asesinato del entonces primer ministro libanés Rafiq Hariri en febrero de 2005, se aprobó la resolución 1559 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para exigir la retirada de todas las tropas extranjeras de Líbano (refiriéndose en este caso a Siria) y el desmantelamiento de Hezbolá como milicia. El motivo era que Israel había puesto fin a su ocupación del sur de Líbano y que el movimiento de resistencia de Hezbolá ya no era necesario. No obstante, esa no era la interpretación de Hezbolá. Para esta milicia de predominio chií, Israel todavía estaba ocupando las Granjas de Chebaa (una zona de unos 20–25 kilómetros al sur de Líbano), lo cual justificaba su recurso a las armas.[32] Dada la debilidad del gobierno central libanés, el país se convirtió en un territorio predilecto para los grupos armados, deseosos de crear un Estado dentro de un Estado. Tal fue el caso de la OLP en Líbano durante al menos 25 años, hasta que Arafat y sus hombres fueron obligados a abandonar Beirut a mediados de la década de 1980. Después se creó un movimiento libanés apoyado por Irán y Siria: Hezbolá.

Irán y Siria, ¿saboteadores regionales?

Desde la llegada de la Revolución Islámica a Irán en 1979, la política regional en Oriente Medio ha cambiado. El ayatolá Ruhollah Jomeini quería exportar su estilo de Islam fundamentalista a lo largo y ancho de Oriente Medio y del mundo islámico. Líbano, con su amplia comunidad chií, se convirtió en un blanco predilecto de los deseos de Teherán. Tras la invasión israelí de Líbano en 1982, el régimen iraní aprovechó los errores cometidos por las FDI para consolidar su influencia en el país de los cedros. La invasión estadounidense de Irak en 2003 convirtió a Irán en un actor relevante en la región. El arco de influencia chií se extendía ahora de Teherán a Basora, hasta alcanzar Beirut. Teherán está esperando a ver cómo juega sus cartas la Administración Bush (tanto en lo que se refiere a Irak como en lo que se refiere a los programas de armas nucleares de Irán) para determinar su posición respecto a Irak y Oriente Medio. Hezbolá se presenta como un útil instrumento para las políticas desestabilizadoras de Irán contra los intereses de EEUU en la región.

Otro actor de gran relevancia es Siria. El régimen sirio nunca ha reconocido oficialmente a Líbano como una entidad soberana, prueba de ello es que nunca han existido embajadas entre Siria y Líbano. En 1976, con el apoyo de EEUU e Israel, el presidente Hafez al Assad envió tropas a Líbano para mantener un estado de tensiones controladas. Los sirios se encargaron de que las facciones libaneses se enfrentaran entre sí para mantener su supremacía. Con el apoyo tácito de Washington, el protectorado sirio sobre Líbano se prolongó durante tres décadas, hasta la retirada de las tropas sirias en la primavera de 2005, tras el asesinato del primer ministro Rafiq al Hariri.

Israel y Líbano

Desde la llegada al poder de Ariel Sharon en Israel, y durante todo su mandato, la cuestión palestina se convirtió en una preocupación de primer orden, sobre todo la dimensión demográfica del conflicto. Sharon decidió construir un muro (o “valla de separación”, según la terminología oficial israelí) en torno a gran parte del territorio de Cisjordania, creando así una nueva realidad sobre el terreno. También se propuso debilitar los contactos regionales de Hamás. Desde que estallara la Segunda Intifada en 2001, grupos prosirios y proiraníes como Hamás y Hezbolá han forjado una estrecha alianza política y militar. La victoria de Hamás en las elecciones legislativas palestinas celebradas a principios de 2006 llevó a los israelíes a tratar de deshacerse de Hamás y a minar su legitimidad como fuerza elegida democráticamente en Palestina. La decisión militar israelí de derrotar a Hamás en Gaza y Cisjordania y a Hezbolá en Líbano entra dentro de los objetivos declarados por la Administración Bush en el marco de su guerra global contra el terrorismo. Esta guerra se ha visto debilitada por el resurgimiento de los talibán en Afganistán y la desintegración de Irak como consecuencia de la desenfrenada guerra civil que se está librando en Bagdad y en el sur del país.

EEUU, Europa y el mundo árabe

Los objetivos de la Administración Bush de combatir el terrorismo y democratizar Oriente Medio se enfrentaron a enormes obstáculos en Irak, Palestina y Líbano. Ante la perspectiva de que EEUU decidiera reducir su presencia militar en Irak y a la luz de la creciente influencia de Irán en la región, el primer ministro israelí, Ehud Olmert, decidió atacar Líbano. En los círculos intelectuales árabes se dijo que esta “nueva vieja política” era muy parecida a algunas ideas atribuidas a algunos círculos israelíes y estadounidenses para dividir el Oriente Medio árabe en términos étnicos y sectarios: un Estado chií en el sur de Irak; un Estado kurdo en el norte de Irak; un Estado suní residual protegido por Egipto y Arabia Saudí; enclaves alauíes, suníes y drusos en Siria; y, por último, la división de Líbano en núcleos cristianos, suníes, chiíes y drusos. La finalidad de esta balcanización ?según esta idea? es garantizar la hegemonía israelí como Estado judío en una región fragmentada en términos religiosos. Evidentemente, esto no puede sino terminar en desastre, provocando guerras y conflictos terroristas interminables en Oriente Medio y en el mundo entero.

La guerra librada durante el verano de 2006 entre Hezbolá y las FDI fue un presagio de las nuevas realidades que se estaban esbozando en Oriente Medio. En primer lugar, la guerra de Líbano fue la confrontación más larga entre el Ejército israelí y una milicia irregular. En general, las guerras entre los ejércitos regulares árabes e israelíes habían tenido una duración de entre una y dos semanas. Como resultado de la guerra de verano de 2006, Hezbolá se convirtió en un actor de peso en el futuro de la política libanesa y regional. En segundo lugar, al utilizar a Hezbolá como instrumento regional, Irán se ha convertido en una potencia relevante, especialmente como protector de los chiíes de Oriente Medio. Asimismo, Irán se convertirá inevitablemente en un interlocutor de EEUU y el Reino Unido en lo referente al futuro de Irak. Independientemente de que estalle o no una guerra civil en Irak, Irán es hoy una potencia importante con la que lidiar. En tercer lugar, el viejo orden regional árabe controlado por países de predominio suní, como Egipto, Arabia Saudí y Jordania, se está derrumbando. Arabia Saudí ha perdido su influencia, especialmente desde los atentados terroristas del 11–S (la mayoría de los terroristas eran saudíes). En 2006, Egipto estaba también atravesando un período de transición que podía acabar desestabilizando el país. La victoria de Hezbolá en Líbano supuso un auténtico balón de oxígeno para el destino político de grupos como los Hermanos Musulmanes en Egipto y Jordania y Hamás en Palestina. Jordania pagó las consecuencias de las guerras de Irak, Palestina y Líbano. El futuro de la monarquía hashemí en Jordania estará determinado por la inestabilidad regional y la intervención global. Por último, Europa y Occidente tuvieron que superar un cambio de paradigma sustancial. Los interlocutores árabes de Occidente han cambiado. Quienes querían traer la democracia y la liberalización a Oriente Medio han sido derrotados por la guerra de Líbano. Occidente tendrá que aprender a negociar con los nuevos interlocutores y a aceptar una visión islamista más radical en la región. Por desagradable que le resulte esta opción, Occidente deberá adoptar un enfoque diferente y pragmático de cara a la región.

Vencedores y vencidos de la guerra librada en el verano de 2006

La confrontación entre las FDI y Hezbolá terminó con la aprobación, el 11 de agosto, de la resolución 1701 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. En ella, la comunidad internacional definió los principios para una solución duradera de la crisis, al mismo tiempo que el Consejo de Seguridad de la ONU pedía una “cesación total de las hostilidades” entre Hezbolá e Israel y reiteró el “firme apoyo al pleno respeto de la Línea Azul” (que separa Israel de Líbano) de la comunidad internacional. También instó a una “plena aplicación de las disposiciones pertinentes de los Acuerdos de Taif” (que pusieron fin a la guerra civil libanesa en 1989) y exigió el “desarme de todos los grupos armados de Líbano”. La resolución 1701 también exigía la liberación de los soldados israelíes secuestrados y de los presos libaneses, y el trazado de las fronteras, especialmente en la zona de las Granjas de Chebaa. Por último, la resolución autorizaba un despliegue máximo de 15.000 soldados, que pasarían a formar parte del contingente de la Fuerza Provisional de Naciones Unidas en Líbano (FPNUL) en el sur del país. Francia, España e Italia aportaron la mitad de esos soldados.

Entre los principales perdedores de la guerra árabe–israelí de 2006 (la más larga hasta la fecha) cabe citar al gobierno israelí, al pueblo libanés (la evaluación inicial de los costes directos de la guerra ascendió a 2.464 millones de dólares), la guerra global contra el terrorismo de la Administración Bush y la campaña estadounidense de promoción de la democracia. Según muchos observadores de EEUU, Europa y Oriente Medio, el principal vencedor fue el secretario general de Hezbolá, Sayed Hasán Nasralá, que se convirtió en un auténtico héroe en el mundo árabe al lograr enfrentarse al ejército más poderoso de Oriente Medio durante más de cuatro semanas. Evidentemente, a cambio hubo de pagar un alto precio en vidas humanas y en términos materiales. El lado negativo de la victoria de Nasralá tuvo que ver con la posición que adoptaría Hezbolá: convertirse en el brazo de Irán en Líbano o aceptar formar parte de la reconstrucción del Estado libanés. Según fuentes libanesas, Hezbolá colaboró con el despliegue del ejército libanés en el sur del país y sigue respetando la presencia de la FPNUL II. El grupo chií declaró que se negaría a desarmarse mientras quedaran soldados israelíes en territorio libanés.

En abril de 2007, la Comisión Winograd publicó un importante informe con los resultados de una investigación sobre las causas del fracaso del gobierno y el mando militar de Israel en la guerra de Líbano de 2006. Por lo que respecta a Hezbolá, en el informe Winograd se afirmaba que “la capacidad de Hezbolá de permanecer ?en la frontera?, su capacidad para dictar el momento de la escalada de los ataques y el crecimiento de su capacidad militar y su arsenal de misiles aumentaron significativamente como resultado de la retirada unilateral de Israel en mayo de 2000 (que no se vio seguida, como se había esperado, de un despliegue del ejército libanés en la frontera con Israel)”.[33]

Líbano desde la guerra librada en el verano de 2006

Actualmente, Líbano se enfrenta a una situación de punto muerto a nivel interno y a la amenaza de verse superado por grupos salafistas empeñados en desestabilizar el país e imponer su propia interpretación fundamentalista y militante del islam. Asimismo, la lucha librada entre EEUU, Francia, Egipto y Arabia Saudí, por un lado, y Siria e Irán y sus aliados, por otro, para hacerse con el mayor poder de influencia posible en Líbano y Oriente Medio, no es buen augurio para una posible solución de la crisis.

Junto con otras partes prosirias, Hezbolá ha retirado a sus miembros del gobierno libanés. Con sus aliados en la oposición, actualmente pide tener amplia voz en los asuntos gubernamentales, a la luz de los resultados de la guerra del verano de 2006. La cúpula de Hezbolá considera que ganó la guerra contra Israel y que el tiempo es propicio para que el grupo desempeñe un papel de peso en la política de Líbano. Esto ha llevado a una situación de parálisis en las instituciones gubernamentales de Líbano; Émile Lahoud, el presidente prosirio de Líbano, se ve aislado por los partidos mayoritarios y por la comunidad internacional; el Parlamento libanés no se ha reunido en meses y su portavoz, Nabih Berri, figura entre quienes se oponen al actual gobierno de Fuad Siniora; además, el gobierno libanés ha perdido a seis de sus miembros. El gobierno del primer ministro Siniora está paralizado y se enfrenta a una oposición decidida a forzar su dimisión. Siniora cuenta con el apoyo de la ligera mayoría del Parlamento, y especialmente con la de EEUU y Francia: aunque se enfrenta a una gran oposición en casa, sigue siendo un primer ministro popular entre los aliados occidentales de Líbano.

La creación por parte de las Naciones Unidas de un tribunal especial para investigar el asesinato de Hariri también formó parte del tira y afloja entre el gobierno de Siniora y la oposición. En un principio, la ONU y las potencias occidentales habían dado al Parlamento libanés la oportunidad de aprobar el tribunal, pero Nabih Berri, el portavoz chií del Parlamento, se negó a convocar a los legisladores a tal fin. La oposición prosiria teme que el tribunal pueda convertirse en un arma en manos de la mayoría y sus partidarios occidentales para hostigar y humillar al régimen sirio. A finales de mayo, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas se reunió y votó a favor de establecer el tribunal especial para Líbano conforme a lo dispuesto en el Capítulo VII de la Carta (resolución 1757). Cinco países (Rusia, China, Qatar, Indonesia y Sudáfrica) se opusieron o se abstuvieron en la votación. Además, es la primera vez en la historia reciente que se crea un tribunal no para investigar crímenes de guerra o crímenes contra la humanidad, sino para poner fin a una era de impunidad que ha estado empañando la política libanesa y regional tras la comisión de una serie de asesinatos.

Más preocupante es el aumento de las tensiones entre las principales comunidades confesionales de Líbano, como los chiís por un lado y los suníes y drusos por otro. Transcurridos 17 años desde el fin de la guerra, en 1990, aún no ha tenido lugar una verdadera reconciliación entre las diversas comunidades de Líbano. El tribunal especial es una importante señal de la comunidad internacional de que la búsqueda de justicia y rendición de cuentas en Líbano constituyen importantes peldaños en el camino hacia la estabilidad. En Líbano siempre ha existido un debate sobre la conveniencia de “olvidar y perdonar” lo que sucedió durante la guerra civil que sufrió el país o si resulta más conveniente tratar de buscar la verdad y conseguir una reconciliación, siguiendo, entre otros, el modelo de Sudáfrica.

Otra amenaza de carácter interno con repercusiones regionales es la postura, claramente agresiva, adoptada por los grupos salafistas suníes. Una pequeña organización denominada Fatah al Islam (liderada por Shaker al Absi, un palestino que huyó de Jordania, se marchó a Siria y posteriormente se desplazó al norte de Líbano para establecer su base de operaciones con la ayuda de la inteligencia siria) afirma que su objetivo es conseguir que la política palestina vuelva a girar en torno a la sharia islámica y ofrecer una alternativa a Al Fatah y Hamás. Las dos principales organizaciones palestinas. Trípoli, ciudad de dominio suní situada en el norte de Líbano, y el campo palestino de refugiados de Nahr al Bared se convirtieron en el cuartel general de esta poco conocida organización. A finales de mayo, Fatah al Islam atacó una posición del ejército libanés y mató a varios soldados. Este hecho marcó el inicio de una serie de enfrentamientos entre el ejército libanés y el grupo salafista. Algunos miembros del gobierno y líderes de la mayoría afirmaron que el régimen sirio era el mayor patrocinador de Fatah al Islam. En cierto sentido, este último enfrentamiento entre el Ejército y el grupo yihadista reabrió la cuestión, delicada y polémica, de la presencia palestina en Líbano (las últimas cifras apuntan a que entre 150.000 y 200.000 palestinos viven en 12 campos de refugiados dispersos por todo Líbano).

La actual inestabilidad en Líbano se debe también a una lucha por el poder y la influencia en Oriente Medio. Desde un punto de vista regional, los regímenes árabes pro–occidentales como Egipto, Jordania, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos mantienen una lucha constante por conseguir el mayor poder de influencia posible. Irán es un actor de peso en Líbano y en el resto de la región. Desde comienzos de la Revolución iraní, el régimen ha destinado la mayor parte de sus esfuerzos a ampliar el modelo de gobierno del ayatolá Jomeini al resto de la región. Líbano, con su amplia comunidad chií, era un objetivo ideal para tratar de llevar a cabo esa misión, y la creación de Hezbolá, un importante instrumento. Irán también aprovechó los errores de EEUU en Irak y la incapacidad de la política de la Administración Bush para llevar la estabilidad y la democracia a Irak y el resto de la región. Los líderes iraníes son perfectamente conscientes del vital papel que están (y seguirán) desempeñando en cualquier futura solución a los conflictos de Irak y Líbano. La opción nuclear iraní se ha convertido actualmente en una buena moneda de cambio con EEUU, cuya política de cara a Irán sigue siendo incierta y está marcada por las divisiones existentes en el seno de la Administración estadounidense.

Con respecto a Líbano, Irán está desempeñando en la actualidad un importante papel en el alivio de las tensiones internas. Sus principales objetivos son mantener, consolidar y apuntalar sus principales aliados entre la comunidad chií: Hezbolá y Amal. Los líderes iraníes son muy conscientes de que un posible enfrentamiento entre suníes y chiíes en Líbano podría conducir a un debilitamiento de esas alianzas. En colaboración con los saudíes, Irán trató de convencer a sus aliados en Líbano de que aceptaran el tribunal destinado a investigar la muerte de Hairi y crearan un nuevo gobierno, pero sin éxito. Entre los principales obstáculos a los que se enfrentó la iniciativa saudí–iraní figuran la política de la Administración Bush de aislar a Irán y la decisión saudí de negar a Siria cualquier participación en la búsqueda de una solución para Líbano. Aun así, el aislamiento de Siria como consecuencia del descontento saudí por su negativa intromisión en los escenarios iraquí, palestino y libanés no significa que se haya puesto fin al eje Irán–Siria. Al contrario, la alianza entre los regímenes sirio e iraní es tremendamente sólida porque, más que en ningún otro momento anterior, Damasco necesita a su aliado iraní. Es evidente que Irán y su aliado sirio no están demasiado contentos con la presencia de unidades militares occidentales (belgas, francesas, alemanas, italianas y españolas) en la fuerza de mantenimiento de la paz de la FPNUL.

Otro aspecto del aislamiento y el menor papel de Siria tiene que ver con los esfuerzos internacionales por reestructurar el proceso de paz en Oriente Medio. Una de las ideas fundamentales de esta nueva iniciativa es neutralizar la intromisión siria e iraní y en los asuntos palestinos (mediante sus aliados Hamás y la Yihad Islámica). El consenso europeo y estadounidense gira en torno a una resolución inicial del conflicto palestino–israelí y un tratado de paz posterior entre Israel y Líbano. Para este enfoque haría falta una política israelí flexible que previera una retirada de las fuerzas de ocupación israelíes de las Granjas de Chebaa y la colocación de esa pequeña área del sur de Líbano bajo supervisión de la ONU. El régimen sirio nunca ha reconocido oficialmente a Líbano como una entidad soberana, como prueba el hecho de que nunca han existido embajadas entre Siria y Líbano. Los sirios se encargaron de que las facciones libaneses se enfrentaran entre sí para mantener su supremacía. Con el apoyo tácito de Washington, el protectorado sirio sobre Líbano se prolongó durante tres decenios.

El destacado papel de Siria en Líbano se vio desafiado por el que fuera su primer ministro, el difunto Rafiq Hariri. A Hariri, que nunca mantuvo una relación viable con Émile Lahoud, el presidente libanés designado por Siria, le indignó enormemente la decisión de Siria de renovar el mandato presidencial de Lahoud, que fue una decisión inconstitucional. Para cambiar el statu quo, Hariri, respaldado por sus aliados europeos y estadounidenses, ejerció una enorme presión para que las Naciones Unidas aprobaran una resolución que exigiera la retirada de las tropas sirias de Líbano y el desarme de Hezbolá. En la primavera de 2005, tras el asesinato de Hariri, Siria se vio obligada a retirar sus tropas de Líbano. Asimismo, el régimen sirio se enfrenta actualmente a la posibilidad de ser llevado ante un tribunal internacional que investigará todos los asesinatos perpetrados en Líbano desde la muerte de Hariri, incluido, por supuesto, el del propio Hariri.

Tres años después de la retirada siria, el movimiento mayoritario “14 de marzo” no consiguió aprovechar el apoyo popular de que disfrutaba. Hezbolá, un importante aliado de Siria a Irán en Líbano, sigue desempeñando un papel de peso en el país. El régimen sirio nunca aceptó su retirada forzosa de Líbano y trata, por todos los medios posibles, de recuperar ese control. El presidente Al Assad desea asegurarse de que el próximo presidente libanés sea amistoso y maleable. Los sirios estaban acostumbrados a manipular y a imponer candidatos presidenciales prosirios durante los largos años de ocupación en Líbano. Irónicamente, para ello contaban con el apoyo tácito de EEUU, Francia y el Vaticano, los principales actores occidentales en el escenario libanés. En la actualidad, Líbano se enfrenta a la posibilidad de un vacío institucional controlado: aún debe elegirse nuevo presidente, el Parlamento libanés lleva un año inactivo, el actual gobierno de Fuad Siniora no disfruta de legitimidad y existe el riesgo de que las Fuerzas Armadas Libanesas se queden sin líder con la jubilación, en el verano de 2008, de su actual comandante, el general Michel Suleiman.

El contingente español de mantenimiento de la paz en Líbano

En el verano de 2006, tras la guerra entre Hezbolá y las FDI, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó la resolución 1701, en la que se exhortaba a reforzar las tropas de mantenimiento de la paz de la ONU en el sur de Líbano.[34] España decidió participar, junto con Francia, Italia y otros 30 países, en el refuerzo de la FPNUL en el sur de Líbano. Francia asumió el liderazgo inicial, con ciertas reservas acerca del mandato de la misión de mantenimiento de la paz, que se enmarcó dentro del capítulo VI de la Carta de las Naciones Unidas, y no del VII (el capítulo VII es el que guía las misiones de mantenimiento de la paz en Kosovo y Afganistán). La resolución 1701 de las Naciones Unidas fue resultado de unas arduas negociaciones entre el secretario general de la ONU y los gobiernos de Líbano, Israel y los países árabes. A Líbano y los países árabes les preocupaba que la FPNUL pudiera convertirse en una fuerza de protección de Israel en vez de una fuerza de supervisión de la tregua. A su vez, Israel quería que la última resolución de la ONU otorgara más poder a la FPNUL en el marco del capítulo VII de la Carta, que haría de ella una fuerza de imposición de la paz más que una misión de mantenimiento de la paz conforme al capítulo VI.

Como parte del refuerzo de la FPNUL II se envió a Líbano un contingente español de 1.100 efectivos. España encabeza la Brigada Multinacional Este con 4.250 efectivos. Además de tropas españolas, la fuerza multinacional incluye 12.707 efectivos de 30 países: Alemania, Bélgica, China, Chipre, Dinamarca, Eslovaquia, Finlandia, Francia, Ghana, Grecia, Guatemala, Hungría, India, Indonesia, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Malasia, Nepal, Noruega, Países Bajos, Polonia, Portugal, Corea del Sur, Eslovenia, Tanzania, Suecia y Turquía. En un principio, la FPNUL II iba a estar integrada por 15.000 efectivos.[35] El área cubierta por las tropas españolas incluye una población mayoritariamente chií pero que también incluye drusos, cristianos y musulmanes suníes. Las relaciones entre las tropas españolas y la población local eran, salvo algunas excepciones, altamente valoradas. Sin embargo, esta situación cambió tras la muerte de seis agentes españoles de mantenimiento de la paz en el verano de 2007. Desde entonces, las tropas españolas y demás tropas de la FPNUL se han mostrado muy cautas en su interacción con la población local. Independientemente de ese cambio, se mantienen los proyectos de ayuda y otros pequeños proyectos y, además de su presencia militar, España ha prometido ayuda financiera y apoyo logístico para la reconstrucción de varios pueblos y aldeas en el sur de Líbano.

En su sexto informe sobre la aplicación de la resolución 1701 (de 1 de marzo de 2008), el secretario general de la ONU, Ban Ki–moon, detalló las diversas tareas y los diversos desafíos a los que se enfrenta la FPNUL en el sur de Líbano y las diversas amenazas presentes en la región. Entre ellas se incluyen el lanzamiento de cohetes contra poblaciones israelíes, enfrentamientos con delincuentes que pasan de contrabando artículos comerciales y sustancias ilegales de Líbano a Israel, enfrentamientos aleatorios entre las FDI, la FPNUL y civiles libaneses y violaciones israelíes del espacio aéreo libanés. Otra fuente de preocupación para el secretario general de la ONU eran las afirmaciones de Israel de que Hezbolá “había reconstruido considerablemente su presencia y capacidad militar en el interior de la zona de operaciones de la FPNUL”, si bien las investigaciones llevadas a cabo conjuntamente por la FPNUL y las Fuerzas Armadas Libanesas no han encontrado prueba alguna de que Hezbolá estuviera construyendo nueva infraestructura militar en el área bajo control de la FPNUL. Aun así, Israel sigue manteniendo que “Hezbolá ha seguido construyendo nuevas instalaciones y llevando a cabo actividades de adiestramiento al norte del río Litani y en el valle de la Bekaa, donde la seguridad es responsabilidad exclusiva del Gobierno de Líbano”.[36] En su informe, el secretario general de la ONU elogia la coordinación entre la FPNUL y las Fuerzas Armadas Libanesas “que procuran asegurar que la zona situada al sur del río Litani esté libre de personal armado, equipo y armas no autorizados, de conformidad con la resolución 1701 (2006)”. Al final de su informe, el secretario general de la ONU expresó su preocupación por las amenazas de guerra proferidas por Hezbolá en sus declaraciones y por la inestabilidad de la situación política en Líbano. Mencionó las constantes violaciones del espacio aéreo libanés y la ocupación de la mitad de la aldea de Al–Gayar por las FDI. La parte libanesa de Al–Gayar se encuentra bajo supervisión de los contingentes de la FPNUL. Por último, Ban Ki–moon exhortó a los gobiernos de Siria y Líbano a que “adoptaran sin demora medidas prácticas para demarcar su frontera común de conformidad con lo dispuesto en las resoluciones 1701 (2006) y 1680 (2006)”.[37]

A las tropas españolas se les asignó el lugar más difícil en el sur de Líbano. Difícil porque el área que se encuentra bajo su supervisión incluye puntos sensibles como las Granjas de Chebaa (cuyo estatus está todavía sin determinar), la aldea dividida de Al–Gayar (parte controlada por Líbano, parte por Israel) y otros dos puntos conflictivos como la Puerta de Fátima (que los trabajadores libaneses utilizaban para entrar durante la ocupación israelí del sur de Líbano) y la Tumba Shaykh Abbad, un lugar santo revindicado tanto por judíos como por musulmanes y dividido por alambre de espino. Las tropas españolas patrullan a diario para aplicar la resolución 1701 de la ONU, aprobada tras de la guerra entre Israel y Hezbolá del verano de 2006. En la resolución 1701 se insta a las fuerzas de paz a prestar apoyo al gobierno de Líbano para ampliar su soberanía a todo el sur de Líbano. Junto con Francia e Italia, España se ha comprometido a apoyar el despliegue de las Fuerzas Armadas Libanesas, que por primera vez en 30 años están presentes en el sur de Líbano. La relación entre las tropas españolas y los militares libaneses en esa región es fluida y hay una coordinación regular entre ambos bandos.

Además del aspecto militar de las acciones del contingente español, está también la dimensión civil. Los soldados españoles están participando en proyectos de remoción de minas y campañas de concienciación sobre el desminado para la población local (las FDI dejaron más de un millón de bombas de racimo después de la guerra del verano de 2006), asistencia médica, enseñanza de español, promoción de los pequeños mercados y la artesanía hecha a mano, educación e infraestructura, entretenimiento para los niños, apoyo a la agricultura local y asistencia veterinaria. Los soldados españoles están ayudando en la reconstrucción de algunas aldeas del sector que supervisan como parte de la Unidad de Cooperación Cívico–Militar (CIMIC). Además de prestar apoyo para la reparación de carreteras y otra infraestructura vital, las tropas españolas también ayudan a la población local con la prestación de atención médica. Desde su despliegue en septiembre de 2006, las tropas españolas han llevado a cabo más de 142 proyectos de pequeño tamaño con un valor total de 1 millón de dólares, aportados por el Ministerio de Defensa, además de los 200.000 dólares aportados por la FPNUL.[38] Durante prácticamente un año ya, el contingente español de la FPNUL, en cooperación con el Instituto Cervantes de Beirut, ha estado impartiendo una serie de cursos de español en las diversas aldeas del sector oriental. Los soldados y oficiales españoles participan en la enseñanza de español a 255 estudiantes libaneses que cursan el nivel básico y a 80 estudiantes de cursos más avanzados en 16 centros y 11 aldeas.

El comandante José Alonso Alfaya, a cargo de la cooperación en la zona bajo control español, dijo que su unidad “lleva a cabo pequeños proyectos para brindar ayuda de emergencia a la población local”. En una entrevista concedida al diario libanés An Nahar, Alfaya también dijo que su unidad estudia cuidadosamente las necesidades de las aldeas sobre la base de reuniones con comandantes, mukhtars, líderes religiosos y supervisores de escuelas que presentan propuestas de proyectos en base a las necesidades de sus poblaciones. Tras un minucioso examen, las prioridades se establecen de forma conjunta y se envían al Ministerio de Defensa para obtener financiación.[39] Además de estos proyectos, las tropas españolas, junto con las tropas de otros países presentes en el sector oriental, también prestan apoyo a cursos de inglés y de informática y servicios de asistencia médica y llevan a cabo diversas actividades culturales y de ocio con estudiantes de la zona.

Hoy en día, la situación es de normalidad en uno de los lugares más bonitos y puros del sur de Líbano. Cuando pregunté a un oficial español si preveía una presencia a largo plazo de sus tropas, éste contestó que las fuerzas de estabilización de la ONU, al igual que la energía, pueden evolucionar y cambiar. La idea es que España, junto con los demás países participantes en la FPNUL, está contribuyendo a devolver el país a una situación de normalidad y a asegurar que los libaneses recuperen el pleno control de su país.

Durante los primeros meses posteriores a su despliegue, las tropas españolas tuvieron que enfrentarse a la oposición de los habitantes de algunas de las aldeas. Esto se debió en parte a que la población local estaba traumatizada por la guerra del verano de 2006 y por años de injerencia israelí y recelaba de la presencia de tropas extranjeras. Además, dada su primera experiencia en el sur de Líbano, el contingente español, antes del atentado terrorista del verano de 2007, tenía que ganarse la simpatía y el apoyo de la población del sector oriental. En una aldea, por ejemplo, las patrullas españolas fueron recibidas con piedras y protestas. Tras esos incidentes se celebraron reuniones entre los oficiales del contingente español y los responsables de los municipios. Éstos expresaron sus preocupaciones y temores y su deseo de que el contingente español se limitase a su misión de mantenimiento de la paz y de que todas sus acciones estuvieran sometidas al escrutinio de los líderes locales.[40] La mayoría de las quejas provinieron de alcaldes que ejercían presión para obtener proyectos españoles en sus propios municipios.

Pedro Herrero, el entonces portavoz oficial del contingente español, negó las afirmaciones de que la política de ayuda para la población de las aldeas de la frontera meridional se debiera a un cambio en la política del FPNUL. Herrero declaró que la FPNUL no tenía intención de ganarse la simpatía de la población local mediante la decisión española de ayudar a reconstruir Líbano: “Estamos tratando de invertir la mayor cantidad de dinero posible en la ejecución de proyectos en las áreas más afectadas por la guerra (de verano de 2006). Ésta es también una de las tareas asignadas a las tropas de la FPNUL en la resolución 1701 de las Naciones Unidas”. Herrero también mencionó la coordinación constante con los municipios y con varias ONG libanesas que operaban en la zona. La labor del contingente español está guiada por la idea de brindar ayuda humanitaria con proyectos que respondan a las necesidades de diversos municipios. La reacción a las tropas de la FPNUL varió de una aldea a otra, en función de la composición de su población. Hay que tener en cuenta también que, en la mayor parte de esas aldeas, Hezbolá sigue manteniendo una presencia a través de sus combatientes vestidos de civil. Por ejemplo, Fuad Hamra, el alcalde de Jdaidet Marjayun (en la zona bajo supervisión del contingente español) elogió el papel desempeñado por los soldados españoles. Supuestamente dijo: “La presencia y el compromiso de los soldados españoles han traído bienestar económico a Jdaidet Maryayun y sus aldeas vecinas”. Según Hamra, “esta nueva situación ha incidido positivamente en la creación de oportunidades de empleo para la población local y la reducción del éxodo a Beirut”.

La situación era distinta en la aldea de Al Jiyam, centro clave de Hezbolá en la zona. Allí, la población local se enfrentó a las patrullas españolas con protestas y piedras, rechazando los servicios ofrecidos por el mando español. Ali Zurayk, alcalde de Al Jiyam, dijo que su municipio no tenía problemas con ningún país dispuesto a prestar ayuda a su aldea, “siempre que esa ayuda no fuera un conducto para llevar a cabo labores de espionaje y tomar fotografías”. También dijo que había hecho partícipe de sus preocupaciones a los militares españoles y a Miguel Benzo, embajador español en Líbano. En una entrevista concedida al diario libanés prosirio As Safir, Benzo trató de aclarar los objetivos y fines de las acciones llevadas a cabo por las fuerzas de mantenimiento de la paz de su país en el sur de Líbano. En respuesta a una pregunta relacionada con el comportamiento de los soldados españoles y el malestar de la población local en el sur de Líbano, Benzo dijo que los hechos en cuestión eran “incidentes aislados” que se produjeron en el transcurso de una operación de inspección del terreno en las zonas fronterizas bajo control español. Una de las cuestiones que más molestó a la población local fue la visión de soldados españoles tomando fotografías con fines militares. Benzo declaró que aquellas acciones de los militares de su país no tenían ninguna intención oculta. “Forma parte de la labor de la FPNUL” dijo. “Podría ser que la falta de conocimientos de nuestros soldados sobre la cultura local hubiera hecho que algunos de ellos tomaran fotografías para su uso personal. Después de todo, son personas normales y corrientes a quienes les gustaría llevarse un recuerdo de los países en los que sirven. Somos conscientes de lo que se nos ha dicho y les hemos pedido que se abstengan de hacerlo para evitar malentendidos”.[41]

El atentado contra las tropas españolas (24 de junio de 2007): reacciones en Líbano

El 24 de junio de 2007, seis soldados españoles pertenecientes a la FPNUL murieron como consecuencia de un atentado con coche bomba, y otros dos resultaron heridos. El atentado suscitó miedo y preocupación en torno a la estabilidad de las áreas bajo control de la FPNUL. Los círculos políticos libaneses condenaron ampliamente el atentado terrorista. El presidente de Líbano en aquel momento, Émile Lahoud, presentó sus condolencias al comandante en jefe de las fuerzas de la FPNUL, el general Claudio Graziano, y calificó el atentado de cobarde, por atentar no sólo contra tropas de la FPNUL sino también contra “la seguridad y la estabilidad de Líbano en general, y del sur de Líbano en particular”. Lahoud subrayó que los libaneses respaldan en bloque a las tropas de la FPNUL y expresó su solidaridad con los miembros caídos, muertos en el sur del país en defensa de la paz.[42] Hassan Hibballah, parlamentario miembro de Hezbolá, dijo: “Este atentado es una continuación de los crímenes cometidos contra la nación (Líbano) para minar su determinación a combatir a Israel. Estos crímenes nos distraen de los principales objetivos de la resistencia”.[43]

En un artículo titulado “The Unsurprising Attack against Spanish Troops Places Lebanon and Syria on the Limits of the Red Line” (El nada sorprendente atentado contra las tropas españolas sitúa a Líbano y a Siria en los límites de la línea roja), Sami Klaib, corresponsal en París del diario libanés As Safir (prosirio) escribió que el atentado terrorista contra las tropas de la FPNUL era de esperar. Klaib citó fuentes de medios de comunicación israelíes que, antes del atentado, estaban pidiendo un cambio en la misión de las fuerzas de la ONU para dotarlas de mayor poder y mayor apoyo en la lucha contra “las milicias armadas, es decir, Hezbolá y los grupos palestinos que disponen de todo tipo de apoyos y fuentes de financiación”. Klaib escribió también que el atentado contra las tropas españolas era el preludio de una presión cada vez mayor contra Hezbolá destinada a impulsar una transformación de las tropas de la FPNUL de fuerza de mantenimiento de la paz a fuerza de disuasión.[44] El periodista libanés también escribió: “Se dice que las tropas españolas eran más audaces en sus movimientos (en el sur de Líbano) y que parte de la población de esa zona hizo un llamamiento al boicot y a no cooperar con éstas”. Klaib afirmó que España, que ha estado apoyando activamente la política de la OTAN y de EEUU en Oriente Medio, “era uno de los objetivos de Al Qaeda”.[45]

El atentado contra las tropas españolas de la FPNUL se convirtió en un as en la manga empleado por los partidos libaneses de la oposición. Para el gobierno libanés y el partido mayoritario residual, el principal culpable era Hezbolá: el Partido de Dios y sus aliados sirios eran los culpables de la falta de seguridad en el sur de Líbano. El atentado contra las tropas españolas brindó al gobierno libanés y a sus aliados internacionales la oportunidad de poner fin a Hezbolá como milicia y estrechar el cerco sobre Siria. Para la oposición libanesa, entre la que se incluyen Hezbolá, Amal y el general Michel Aoun, el atentado contra las tropas españolas era una provocación de EEUU–Israel para acabar de una vez por todas con Hezbolá y enviar una dura advertencia al régimen sirio.

En la primavera de 2008, la FPNUL volvió a convertirse en el blanco de amenazas verbales y armadas. ¿Cuál era la naturaleza de esas amenazas? El 22 de abril, Ayman al Zawahiri, principal lugarteniente de Osama bin Laden, pidió a los militantes musulmanes suníes que “expulsaran a los cruzados invasores que se hacían pasar por fuerzas de mantenimiento de la paz en Líbano y no aceptaran la resolución 1701 (de las Naciones Unidas)”.[46] En su último informe sobre la aplicación de la resolución 1701 de la ONU (de 1 de marzo de 2008), el secretario general Ban Ki–moon, mencionó las acusaciones israelíes de que Hezbolá “había reconstruido considerablemente su presencia y capacidad militar en el interior de la zona de operaciones de la FPNUL”. El último incidente entre los militantes de Hezbolá y la FPNUL tuvo lugar el 31 de marzo de 2008, cuando agentes de mantenimiento de la paz italianos trataron de detener un camión cargado de armas y munición destinadas a Hezbolá en la zona de control de la FPNUL. El incidente llevó al primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, a pedir una modificación de las “reglas del juego” para aumentar el poder de las tropas italianas, que cuentan con el mayor número de agentes de mantenimiento de la paz. Éste ha sido uno de los principales puntos débiles de la resolución 1701: que la fuerza de mantenimiento de la paz en el sur de Líbano no se enmarca en el capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas. También cabe mencionar la petición de Israel de que se refuercen las “reglas del juego” de la FPNUL para poder frenar las “agresivas intenciones” de Hezbolá. Israel también ha advertido recientemente al gobierno de Líbano y a la FPNUL de la necesidad de impedir que Hezbolá introduzca cohetes y otro tipo de armas al sur del río Litani. Por último, pero no por ello menos importante, están las visitas regulares de diplomáticos en representación de países que aportan contingentes a la FPNUL a líderes palestinos y libaneses influyentes en el sur de Líbano. Esas visitas también incluyen reuniones periódicas con Hezbolá para evitar futuros atentados terroristas como el perpetrado contra las tropas españolas en el verano de 2007.

La FPNUL es una diana fácil cada vez que se incrementan las tensiones en Líbano y Oriente Medio. Líbano vive hoy en día un vacío institucional, y el enfrentamiento regional global entre EEUU y sus aliados, por un lado, e Irán, Siria y sus correspondientes aliados, por otro, está alcanzando su punto culminante. La consecuencia para las tropas de la FPNUL es que, en vez de defender a la población civil en las zonas fronterizas del sur de Líbano, están actualmente tratando de defenderse a sí mismas. Evidentemente, esto favorece a aquéllos en EEUU, Israel y algunos países occidentales que desean acabar de una vez por todas con el eje sirio–iraní y sus aliados locales. En este momento crucial de la historia de Líbano, las cartas podrían jugar a favor o en contra de las fuerzas de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas en el sur de Líbano. Desde un punto de vista positivo, desde su creación en 1978, la FPNUL ha desempeñado un papel muy importante como barrera entre Israel y los diversos grupos que han luchado contra su ocupación del sur de Líbano. A pesar del limitado poder conferido a la fuerza por su mandato, la FPNUL conviene tanto a Israel como a Hezbolá y al gobierno libanés. Para Israel, la presencia de la FPNUL supone una salvaguardia, un escudo ciertamente débil pero aun así útil contra Hezbolá y los diversos grupos armados que operan en el sur de Líbano. Para Hezbolá, la FPNUL, aunque fuente de recelo, supone un activo importante y una protección contra un posible ataque israelí. Además, la población local acoge de buen grado la presencia de las tropas de la FPNUL, ejemplificada en la importante y entregada labor del contingente español. Aun así, Hezbolá percibe a la FPNUL como una posible amenaza que podría llegar a suponer una competencia para el grupo nacionalista–religioso.

Nadie puede predecir qué es lo que el futuro deparará a Líbano o, en realidad, a todo Oriente Medio. Lo que sí está claro es que España y sus fuerzas de mantenimiento de la paz en Líbano están desarrollando una presencia importante que los libaneses no olvidarán. Esta presencia queda ilustrada en las labores de desarrollo y reconstrucción llevadas a cabo en las áreas fronterizas del sur del país. España, junto con Italia, Francia y los demás países que han enviado tropas a Líbano, debería estar orgullosa de lo que ha logrado, a pesar de los diversos problemas y peligros a los que se enfrenta.

Recomendaciones para los encargados de formular políticas en España

  • Preparar a las tropas españolas antes de su despliegue en Líbano. Esa preparación debería incluir exposiciones informativas detalladas y exhaustivas sobre Líbano, su cultura y cómo interactuar con la población local en las áreas bajo su control.
  •  Emplear a ciudadanos españoles de ascendencia libanesa como vector que permita a los soldados, los encargados de formular políticas y los representantes del pueblo españoles entender mejor la realidad libanesa.
  • Emplear a ciudadanos libaneses que hayan tomado, o sigan tomando, clases de lengua y cultura española para explicar las intenciones y las políticas de España y abogar por ellas.
  • Acercar España a Líbano organizando visitas periódicas de parlamentarios españoles de distintos partidos y organizaciones españolas de la sociedad civil.
  • Acercar Líbano a España invitando a miembros del gobierno y el ejército libanés y a destacados creadores de opinión libaneses a España para explicarles y defender la importancia de la contribución española al mantenimiento de la paz en Líbano. En este punto, el embajador español en Líbano podría desempeñar un papel fundamental.
  •  Fomentar que destacados formuladores de políticas, periodistas y académicos españoles publiquen editoriales regulares en los principales periódicos de España sobre la importancia de la contribución española en Líbano.
  •  Tratar de crear una política coordinada con otros miembros de la UE preocupados por la estabilidad y el bienestar de Líbano. Este intento quedó de manifiesto en las visitas al país realizadas por los ministros comunitarios de Asuntos Exteriores Miguel Ángel Moratinos (España), Bernard Kouchner (Francia) y Massimo D?Alema (ministro de Asuntos Exteriores de Italia en aquel momento).
  • Conseguir que el gobierno español inicie, lo antes posible, una investigación judicial sobre el asesinato de los seis soldados españoles, en estrecha colaboración con las autoridades libanesas.

[1] Desearía expresar mi más sincero agradecimiento a Charles Powell y Félix Arteaga, del Real Instituto Elcano, por invitarme a escribir este estudio. También quisiera dar las gracias de manera especial al Coronel Manuel Astilleros Yarto, Oficial de Enlace de la Embajada española en Líbano, que muy amablemente me ha hecho sugerencias de gran importancia para el presente documento.

[2] Noam Chomsky, The Fateful Triangle, South End Press, Boston, 1983, p. 191. Versión en castellano: El triángulo fatal: Estados Unidos, Israel y Palestina, Ed. Popular, Madrid, 2002.

[3] Jonathan Randal, Going All the Way, Viking Press, Nueva York, 1984, p. 218.

[4] George E. Irani, “Meanwhile in Lebanon?”, The Link, vol. 29, nº 2, abril–mayo de 1996.

[5] Para acceder a un excelente documento informativo sobre el nacimiento de la resolución 425 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y la FPNUL, véase Ghassan Tueini (embajador de Líbano ante las Naciones Unidas en aquel momento), Peace–Keeping Lebanon: The Facts, the Documents?, William Belcher Group, Nueva York, 1979.

[6] Para información sobre el papel de la Liga de los Estados Árabes y la Fuerza Árabe de Disuasión, véase Istvan Pogany, The Arab League and Peacekeeping in the Lebanon, St. Martin?s Press, Nueva York, 1987. Para información sobre la presencia siria en Líbano, véase Adeed I. Dawisha, Syria and the Lebanese Crisis, St Martin?s Press, Nueva York, 1980. Y para obtener información sobre la guerra civil libanesa y la invasión israelí de Líbano en 1978, véase Walid Khalidi, Conflict and Violence in Lebanon: Confrontation in the Middle East, Centro de Estudios Internacionales, Universidad de Harvard, Cambridge, Mass., 1979. Para una versión israelí de su invasión de Líbano en 1982, véase el excelente libro de Zeev Schiff y Ehud Yaari, Israel?s Lebanon War (editado y traducido por Ina Friedman), Simon & Schuster, Nueva York, 1984. Para una valoración crítica estadounidense de la invasión de Líbano de 1982, véase George W. Ball, Error and Betrayal in Lebanon: An Analysis of Israel?s Invasion of Lebanon and the Implications for US–Israeli Relations, Foundation for Middle East Peace, Washington DC, 1984.

[7] Estimaciones del gobierno libanés en su publicación “South Lebanon: 1948–1986, Facts and Figures”.

[8] Fida Nasrallah, “The Questions of South Lebanon”, Centre for Lebanese Studies, Oxford, mayo de 1992, p. 9.

[9] Para una excelente visión del grupo Hezbolá, sus orígenes y su actual papel en Líbano, véase Salid Charara y Frederic Domont, Le Hezbollah: Un movement islamo nationaliste, Fayard, París, 2004; véase también Ahmad Nizar Hamzeh, In the Path of Hizbullah, Syracuse University Press, Syracuse, 2004. Para entender la ideología de Hezbolá, su estructura interna y sus políticas internacionales, véase el importante libro del jeque Naim Qassem, secretario general adjunto de Hezbolá, Hizbullah: The Story from Within, SAQI, Londres, 2005.

[10] Para un amplio abanico de cronología, bibliografía, documentos y mapas relativos al acuerdo del 17 de mayo de 1983 entre Líbano e Israel, véase Lebanese Israeli Negotiations: Chronology, Bibliography, Documents, Maps, CEDRE, Centro Libanés de Documentación e Investigación, Antelias, Líbano, 1984.

[11] Monday Morning, 6/XI/1995.

[12] Véase Irani, Meanwhile in Lebanon, op.cit., p. 8.

[13] Para entender la filosofía de Sayed Hasán Nasralá y sus argumentos para justificar la visiones políticas y militares de su partido, véase el libro editado por Nicholas Noe, Voice of Hezbollah: The Statements of Sayyed Hassan Nasrallah, Verso, Londres y Nueva York, 2007.

[14] Jeque Naim Qassem, Hezbollah: Al Manhaj? Al Tajriba? Al Mustaqbal, Dar Al–Hadi, Beirut, 3ªedición, 2004. Este libro está también disponible en inglés: Naim Qassem, Hizbullah: The Story from Within, SAQI, Londres, 2005. La mayoría de las citas de este estudio se han tomado de la versión en inglés (versión castellana de la traductora).

[15] Un importante libro sobre el movimiento Amal es el de Augustus Richard Norton, Amal and the Shi?a: Struggle for the Soul of Lebanon, Texas University Press, Austin, 1987.

[16] Qassem, op. cit., p. 32.

[17] Ibid., p.34.

[18] Ibid., p. 36.

[19] Ibid., p. 51.

[20] Ibid., p. 54.

[21] Ibid., p. 50–58.

[22] Ibid., pp. 235 a 239.

[23] Ibid. pp. 239 a 243.

[24] Ibid., p. 246.

[25] Ibid., p. 247.

[26] Ibid., p. 249.

[27] Ibid., p. 252.

[28] Ibid., p. 258.

[29] Para más detalles, véase el excelente libro de Waddah Sharara, Dawlat Hizballah, Lubnaan Mujtamaa Islamiyyan (El Estado de Hezbolá: Líbano como sociedad islámica), Beirut, Líbano, Dar An Nahar, 4ª edición, 2006.Otro libro importante publicado en árabe tras la guerra de julio de 2006 es, por ejemplo, el de Mohammad Husayn Bazzi, Al Waad Al Sadeq: Yawmiyyat al Harb al–Sadisat (La promesa veraz: diario de la Sexta Guerra), Beirut, Líbano, Dar Al Ameer, 2006. Véase también Yawmiyyat Al Harb al Israiliyyaala Lubnaan 2006 (Diario de la guerra israelí en Líbano de 2006), Beirut, Líbano, Dar As Safir, 2006. Éste es uno de los documentos más exhaustivos sobre la guerra publicados por As Safir, uno de los principales diarios de Líbano.

[30] Para análisis reciente y exhaustivo sobre Líbano, véase Fawwaz Traboulsi, A History of Modern Lebanon, Pluto Press, Londres y Ann Arbor, 2007.

[31] Para más detalles sobre la reconciliación en Líbano, véase George E. Irani, “Acknowledgement, Forgiveness, and Reconciliation in Conflict Resolution”, Chronos, nº 5, 2002, pp. 195 a 220.

[32] Para una excelente interpretación de la situación jurídica de las Granjas de Chebaa, véase Marie Ghantous, Le statut juridique des hameaux de Chebaa: dans le cadre du droit international public applicable aux Etats nouveaux, Moukhtarat, Beirut, 2005.

[33] Para las conclusiones completas de la Comisión Winograd, véase Haaretz, 1/V/2007, http://www.haaretz.com/hasen/spages/854051.html; véase también http://www.mfa.gov.il/MFA/Government/Communiques/2007/Winograd+Inquiry+Commission+submits+Interim+Report+30–Apr–2007.htm.

[34] También formaba parte de la resolución 1701 de las Naciones Unidas un anexo de 30 páginas en el que se detallaban las “reglas del juego”. La finalidad de ese exhaustivo documento, extremadamente técnico, era restringir las acciones de las fuerzas de mantenimiento de la paz de la ONU en el sur de Líbano. Para más información, véase Nicoletta Pirozzi, “UN Peacekeeping in Lebanon: Europe?s Contribution”, European Security Review, ISIS, nº 30, septiembre de 2006. Véase también Augustus Richard Norton, “Misión Complicada?”, Foreign Policy Edición Española, nº 17, octubre/noviembre de 2006, pp. 30–33.

[35] Desde la Conferencia de Paz de Madrid de 1991, la Conferencia Mediterránea de Barcelona de 1995 y la Conferencia Euromediterránea de Valencia de 2002, España se ha comprometido de forma constante a brindar ayuda financiera para reconstruir y rehabilitar Líbano. Entre 2004 y 2006, la cantidad de ayuda facilitada por la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI) aumentó de 1.340.636 euros a 7.287.639 euros. En la actualidad hay cuatro ONG españolas financiadas por la AECI que operan en Líbano. La Agencia Catalana de Cooperación al Desarrollo y el municipio de Barcelona también han prometido ayuda financiera para la reconstrucción de Líbano. Para obtener más información, véase el seminario “¿Esperanza de paz en Oriente Medio?” de la FPNUL, Madrid, 25 y 26 de junio de 2007, Centro de Estudios de Oriente Medio–Fundación Promoción Social de la Cultura, Madrid.

[36] Sexto informe del Secretario General sobre la aplicación de la resolución 1701 del Consejo de Seguridad, 1/III/2008, p. 5.

[37] Op. cit., p. 13.

[38] An–Nahar, 29/III/2008.

[39] An–Nahar, 29/III/2008.

[40] Ibid., 16/II/2007.

[41] Ibid.

[42] As Safir, 26/VI/2007.

[43] Ibid.

[44] As Safir, 27/VI/2007.

[45] Ibid.

[46] Para más información, véase http://www.lebanonwire.com, 22/IV/2008.