Reuniones de Primavera del FMI y el Banco Mundial: ataque estadounidense al crecimiento económico global y al multilateralismo

Panel internacional en el Global Parliamentary Forum 2025 durante las Reuniones de Primavera del Banco Mundial y el FMI en Washington D.C. A la izquierda, de pie, un hombre modera el panel desde el podio, mientras seis panelistas debaten frente a una audiencia diversa. Las pantallas LED muestran logotipos del evento y rostros de diferentes personas. Reuniones de primavera
Ponencia en el Global Parliamentary Forum durante las Reuniones de Primavera 2025 del Banco Mundial y el FMI en Washington D.C. (21/04/2025). Foto: World Bank Photo Collection (CC BY-NC-ND 2.0)

Como sucede cada mes de abril, los ministros de Economía y autoridades monetarias de todo el mundo se han dado cita en Washington, en las Reuniones de Primavera del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco mundial (BM). Pero estas no han sido unas reuniones normales. En vez de debatir cómo el multilateralismo puede servir para hacer frente a retos globales como el cambio climático, el exceso de deuda y la inestabilidad financiera, los líderes de las instituciones de Bretton Woods han mantenido un perfil bajo para no “incomodar” al gobierno estadounidense. Se trataba de evitar que Washington optara por abandonar unas instituciones que, según el discurso dominante de la Casa Blanca, cuestan demasiado dinero y no están alineadas con los objetivos estratégicos del país.

Una vez terminadas las reuniones se pueden sacar tres conclusiones. La primera es que la incertidumbre generada por los aranceles estadounidenses reducirá notablemente el crecimiento económico mundial. La segunda es que Estados Unidos (EEUU) no abandonará las instituciones de Bretton Woods, pero buscará forzar cambios en sus dinámicas operativas y estructuras de gobernanza para alinearlas a sus nuevos intereses. La tercera es que lo único claro acerca de la estrategia comercial de la Administración Trump es que EEUU pretende ser el ganador de la desglobalización. El proteccionismo indiscriminado es el eje central de una estrategia revisionista dirigida a reestructurar los flujos comerciales y financieros globales. Y, por primera vez, se discutió seriamente cómo esta estrategia podría erosionar significativamente el papel del dólar como moneda de reserva global y cuáles serían las consecuencias para el mundo.

1. Menos crecimiento, más inflación y mayores niveles de deuda

El FMI está obligado a publicar sus previsiones de crecimiento tanto en abril como en octubre, incluso aunque la incertidumbre haga difíciles tomárselas demasiado en serio (de hecho, en esta ocasión, ha presentado tres escenarios en función de cómo evolucione la guerra comercial). A su vez, el organismo ha publicado sus tradicionales informes sobre el estado de las cuentas públicas globales (Fiscal Monitor) y los riesgos a la estabilidad financiera (Global Financial Stability Report), donde ha subrayado los peligros del crecimiento de la deuda y ha pasado de puntillas sobre cómo la Administración Trump puede contribuir a la inestabilidad financiera minando la credibilidad del dólar y dejando de cumplir los estándares internacionales que dan solidez al sistema financiero.

En el apartado de perspectivas de crecimiento, el FMI argumenta que la economía mundial atraviesa una etapa de redefinición bajo crecientes tensiones proteccionistas. Los aranceles trumpistas anunciados desde enero han elevado la incertidumbre y deteriorado la inversión y la confianza de los consumidores. Esto, inexorablemente, llevará a un menor crecimiento y a una mayor inflación, tal como confirman todas las casas de análisis. Así, el FMI proyecta que la economía mundial crezca apenas un 2,8% en 2025 y un 3% un 2026, casi un punto menos que lo esperado en enero, lo que dificultará la convergencia de los países en desarrollo con los avanzados y frenará la lucha contra la pobreza.

Pese a ello, el Fondo recorta el crecimiento de EEUU menos de lo esperado. Lo rebaja al 1,8% en 2025 (0,9 puntos menos que en enero) y eleva la inflación esperada en un punto, hasta el 3%. Ese escenario, lejos de la recesión que ya proyectan algunos analistas, parece demasiado optimista. Aunque sea exagerado hablar de crecimiento negativo, el escenario de estanflación (estancamiento económico y una mayor inflación) es cada vez más probable (de hecho, el dato de crecimiento del primer trimestre de 2025, publicado el 30 de abril, muestra que la economía de EEUU se contrajo un 0,3%, otro semestre similar implicaría una recesión técnica). Más allá de EEUU, prácticamente todos los países verán mermado su dinamismo económico por los aranceles de Trump, sobre todo los más expuestos a la economía estadounidense. México podría entrar en recesión; Canadá recortará su crecimiento al 1,4% y China crecerá sólo un 4%. La India, economía de moda en los últimos años, aguanta el tipo y se proyecta que crezca un 6,2%. Los países europeos también se verán afectados negativamente y sólo España mantendrá un crecimiento robusto en el entorno del 2,5%. Por último, el FMI advierte de que, incluso si se redujeran los aranceles, el daño al crecimiento ya está hecho porque la incertidumbre continuará y las inversiones continuarán detenidas.

En el campo fiscal y de la estabilidad financiera, el FMI alerta de crecientes riesgos. La deuda pública global crecerá este año 2,8 puntos del PIB –más del doble de lo proyectado para 2024–, impulsando los niveles de deuda por encima del 95% del PIB. Más deuda, menos crecimiento y la posibilidad de que los bancos centrales suban los tipos de interés si los precios se aceleran por la guerra comercial, podrían generar problemas.

En este contexto, preocupa cada vez más el creciente endeudamiento de EEUU.  Si Trump logra sacar adelante su rebaja de impuestos (que pretende combinar con el aumento del techo de deuda para alejar el riesgo de impago de EEUU), el déficit público entraría en una dinámica descontrolada, que sería especialmente peligrosa si se continúan debilitando  los pilares institucionales que sostienen la confianza internacional en el dólar, en particular la independencia de la Reserva Federal.

Por último, el FMI señala que el margen de maniobra de la política fiscal en todo el mundo es reducido porque los gobiernos deben, simultáneamente, avanzar en la consolidación fiscal para reducir la vulnerabilidad frente a shocks financieros, responder a las crecientes demandas sociales y apoyar a los sectores afectados por la disrupción del proteccionismo estadounidense. Es necesario, por tanto, mejorar la credibilidad de los marcos de gestión de deuda y desarrollar mercados locales de bonos soberanos.

En todo caso, llama la atención que el FMI no aborde el tema que estaba en boca de todos en Washington: la pérdida de centralidad del dólar en el sistema financiero global y sus posibles consecuencias. Algunos sectores de la Administración Trump sostienen que el estatus del dólar como moneda de reserva internacional constituye una distorsión estructural que, al sostener una demanda artificialmente elevada de activos en dólares, mantiene su tipo de cambio en niveles que lastran la competitividad externa de la economía estadounidense y generan la pérdida de empleos industriales. Desde esta óptica, debilitarlo permitiría corregir desequilibrios comerciales y aumentar la competitividad-precio de las exportaciones, aun cuando esto ponga en jaque los fundamentos del sistema financiero internacional al alentar la venta de activos denominados en dólares.

Hasta hace bien poco, nadie creía que eso fuera una posibilidad. Hoy, aunque el “destrone” del dólar no es el escenario central (especialmente si EEUU cambia de trayectoria, como ya se vio obligado a hacer al pausar los aranceles durante 90 días por la presión de los mercados), se ha vuelto un escenario factible que merece ser debatido. De hecho, ya se habla de una “prima de riesgo política” de los bonos del Tesoro de EEUU asociada a las políticas erráticas de la Administración.

2. EEUU no abandona las instituciones de Bretton Woods

Había mucho miedo en Washington ante la posibilidad de que EEUU abandonara el FMI y el BM como ya ha hecho con otras instituciones y acuerdos internacionales. Pero el secretario del Tesoro, Scott Bessent, disipó las dudas al afirmar que ambas agencias tenían un papel que desempeñar en la economía mundial, aunque debían volver a sus mandatos fundacionales (la estabilidad macroeconómica en el caso del FMI y el desarrollo y la lucha contra la pobreza en el del BM). En este contexto, ambos organismos transitan el estrecho camino entre no apoyar deliberadamente proyectos en materia de cambio climático, mientras mantienen líneas de apoyo técnico. Esta redefinición de prioridades queda clara en las palabras de la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, al afirmar que: “La gente piensa que tenemos expertos en clima. No es así. Ese no es nuestro trabajo”. Para muchos, esto constituye una innecesaria capitulación.

Si bien Bessent transmitió un mensaje acorde con la ortodoxia liberal, en el que defendió el papel central del sector privado como motor del desarrollo, su discurso convive con un cuestionamiento de los principios del multilateralismo, el libre comercio y la cooperación internacional. Esta tensión genera una narrativa ambigua: se exige que el FMI y el BM vuelvan a sus orígenes,mientras se amenaza a los aliados y se erosiona el consenso multilateral que permitió que esas instituciones funcionaran durante décadas.

Más allá de este debate, lo que quedó claro es que EEUU pretende que se realicen importantes reformas en ambas instituciones, así como en los bancos regionales de desarrollo, especialmente el Interamericano, que tiene sede en Washington. Además, pretende reducir la contribución estadounidense a la International Development Association (IDA, por sus siglas en inglés), que se ocupa de financiar los préstamos que el BM otorga a bajo coste a los países en desarrollo, lo que supondría un duro golpe –al que añadir al cierre de la agencia de cooperación internacional de EEUU, USAID– a la contribución estadounidense al desarrollo. Por último, se plateó que el BM financie más proyectos de extracción de gas y petróleo, así como que se limite la participación de empresas chinas en sus licitaciones, algo que en la práctica no será fácil de hacer. Por lo tanto, el propósito no es abandonar el sistema multilateral, sino redefinirlo para adaptarlo a un nuevo momento geopolítico en el que el interés nacional de EEUU prevalezca sobre la defensa del orden multilateral. En todo caso, como el FMI es una institución fuerte, dotado de un Consejo Ejecutivo con voces dispuestas a plantarle cara a EEUU y de un cuerpo de funcionarios poco acostumbrados a que les digan cómo hacer su trabajo, tiene más posibilidades de resistir este envite que el Banco Mundial y los bancos regionales de desarrollo.  

En definitiva, las Reuniones de Primavera del FMI y el BM tuvieron lugar en un clima de tensión e incertidumbre. Sirvieron para aclarar que EEUU no abandonará las instituciones, pero también pusieron de manifiesto que no será fácil compatibilizar los objetivos del America first (que para muchos ya es America alone) con la existencia de un marco cooperativo y basado en reglas para las finanzas globales y el comercio. Sin certidumbre sobre las políticas económicas de EEUU es muy difícil hacer proyecciones de crecimiento, lo que deja a la economía mundial sin brújula para navegar en un entorno cada vez más amenazado por los shocks de naturaleza geopolítica y en la que ni siquiera la centralidad del dólar puede ya darse por sentada.