¿Qué esperar de la segunda vuelta y del nuevo gobierno chileno?

Vista de la fachada del Palacio presidencial de la Moneda en Santiago de Chile, Chile, bajo un cielo soleado (21/01/2017). En la zona superior, ondea en un mástil la bandera de Chile, que corona la cubierta del edificio presidencial.
Palacio presidencial de la Moneda de Santiago de Chile, Chile (21/01/2017). Foto: Diego Grandi / Getty Images.

La segunda vuelta de las elecciones presidenciales chilenas se celebrará el próximo 14 de diciembre y en ella se medirán la candidata oficialista Jeannette Jara y el dirigente de los Republicanos, el ultraderechista José Antonio Kast, los dos triunfadores de la jornada del 16 de noviembre. Si bien las encuestas anunciaron los nombres de los dos aspirantes que pasarían al balotaje, y en ese orden, las mismas mediciones erraron en otras cuestiones. Esto fue evidente en el tercer puesto del populista de derecha Franco Parisi, con casi el 20% de los votos, que pasó desapercibido para casi todos. Tampoco calibraron la quinta posición de Evelyn Matthei, aunque sí su derrumbe.

El voto obligatorio ha dado voz a sectores que de otro modo permanecían al margen de la política.

En buena medida la debacle del oficialismo y los buenos resultados de las derechas se explican, por un lado, en la mala gestión del gobierno de Gabriel Boric, reforzada por una valoración muy negativa de la imagen del presidente y de sus políticas, y, por el otro en la centralidad de la demanda de ley y orden, sustentada en los riesgos vinculados a la migración ilegal, principalmente venezolana, y a la presencia del Tren de Aragua. La figura de Nayib Bukele, con un 70% de valoración positiva en la sociedad chilena, planeó durante toda la campaña, acompañada de promesas de mano dura, mayor represión e incluso, en algunos casos, del despliegue de las Fuerzas Armadas en las calles de las grandes ciudades. Este discurso sonó mucho más creíble en los candidatos de la derecha. Incluso en el cierre de campaña de Jara se escucharon cánticos contra los “pacos”, los carabineros, que impactaron negativamente en su votación.

La mayor parte de las simulaciones realizadas en las semanas previas a los comicios (en las dos anteriores está prohibido publicar sondeos electorales de cualquier tipo) señalaban que en un enfrentamiento entre Jara y Kast ganaba este último. Pero, más allá de que todavía no hay ningún estudio demoscópico sobre la segunda vuelta, no se puede dar por ganada ninguna elección antes de que se cuenten los votos. Y si bien la suma de los tres candidatos de derecha (Kast, Kaiser y Matthei) supera el 51%, el favorito aún puede cometer algún error que lo deje fuera de la carrera presidencial.

De imponerse Kast, el presidente electo debería gobernar con una mayoría de las tres principales alianzas de derecha en la Cámara de Diputados y un virtual empate en el Senado (a la espera de los resultados definitivos), lo cual exigirá negociaciones y pactos. Y todo en un contexto de gran fragmentación de la representación (con 18 partidos e independientes en la Cámara de Diputados y 14 partidos e independientes en el Senado). A esto se suma otro hecho importante y es que los extremos, tanto a izquierda como a derecha, han arrebatado la mayoría a los sectores moderados.

El objetivo inmediato de las derechas, el control absoluto de ambas cámaras, no se cumplió. Tampoco obtener la mayoría de 4/7 que le hubiera permitido acometer reformas constitucionales sin necesidad de consensos más amplios. De todos modos, más allá de esta mayoría de derechas el panorama parlamentario puede ser más complicado dada la falta de sintonía entre algunos partidos, las diferencias entre ellos y la lucha de egos entre sus dirigentes. De ahí la necesidad de ampliar las alianzas y negociar. En la Cámara de Diputados la negociación deberá incluir a los 14 representantes del Partido de la Gente, el partido de Parisi, que probablemente no tendrán un alineamiento automático con ningún bloque. A esto se suma la falta de disciplina interna de los grupos parlamentarios y la facilidad tanto de diputados y senadores de cambiar su afiliación.

Según la Ley de Partidos Políticos, para evitar su disolución estos deben tener más del 5% de los votos a diputados o elegir cuatro parlamentarios en dos regiones distintas. La única alternativa es la fusión con otra fuerza política. En estas elecciones hubo 13 partidos que no cumplieron los requisitos, incluyendo alguno de dilatada existencia como el Partido Radical. Además, están en esta situación Acción Humanista, la Federación Regionalista Verde Social (FRVS), Evópoli, Demócratas, Amarillos, el Partido Social Cristiano y el Partido Humanista, y otras agrupaciones menores. En el caso de la FRVS y del Partido Humanista los penalizó haber acudido a las urnas fuera de la coalición de izquierdas.

En el segundo intento de reforma constitucional, donde los Republicanos tenían una amplia mayoría, su sectarismo y su rigidez negociadora fueron el mayor obstáculo que impidió redactar un texto de consenso, aunque fuera con su impronta. Es obvio que, para ganar, Kast requiere del auxilio tanto de Kaiser como de Matthei, pero esto es algo que, a partir del 11 de marzo, cuando asuma el nuevo gobierno se hará presente de forma más clara. De momento, el candidato ultraderechista ya llamó a los otros dos derrotados a sumarse a su campaña y se convocó una reunión de economistas de Chile Vamos (partidarios de Matthei) para presentar un programa más acorde con la actual coyuntura. A esto se suma la necesidad de cuadros técnicos y políticos que tendrá Republicanos, la mayoría de los cuales provendrá de la derecha moderada. El perfil institucional de Kast (una de las grandes diferencias que tiene con Milei) favorecerá, sin duda, esta aproximación.

En el frente económico dos de los puntos más controvertidos del programa republicano son el fiscal, con su propuesta de rebajar el impuesto de sociedades del 27% al 23% para las empresas grandes y medianas, y un duro ajuste fiscal de 6.000 millones de dólares en año y medio (en 2024 el gasto público fue algo superior a los 88.000 millones de dólares). Vittorio Corbo, expresidente del Banco Central e invitado a la reunión, comentó sobre el recorte fiscal que para no afectar a la recaudación “cualquier baja de impuesto tiene que ser compensada” y sobre el ajuste que no ve por dónde se puede hacer un gran recorte del gasto. “Lo que se debe hacer es reasignar y realizar algunos recortes en el margen. El problema chileno no es el nivel de gasto público, sino que… no estamos gastando en las cosas que tenemos que gastar”.

De ganar Kast, el nuevo gobierno llegará con propuestas muy radicales y un plan de choque que le permita instalar rápidamente su agenda, en especial en materia económica y de orden público. Algunos de los apoyos más radicalizados de Kast exigirán, en línea con la experiencia de Javier Milei, profundizar en la batalla cultural y en la agenda valórica, comenzando por el aborto y el matrimonio homosexual. Son temas muy controvertidos que podrían provocar incluso, si no son manejados con cautela, un vuelco en sectores importantes de la opinión pública.

A medida que se aproximaba la fecha electoral se intensificaron las discusiones sobre el péndulo chileno y la magnitud del giro a la derecha que podría producirse. Con los resultados del domingo 16 se retomaron muchos argumentos entonces esgrimidos. Sin embargo, es necesario considerar que parte de los mismos votantes que hoy apoyaron a la derecha cuatro años atrás lo hicieron con la izquierda, cuando eligieron a Boric presidente o permitieron conformar una Asamblea para reformar la Constitución escorada hacia posiciones antisistema.

El voto obligatorio ha dado voz a sectores que de otro modo permanecían al margen de la política. Estos giros en las opciones del electorado no se pueden entender sin la referencia al “estallido social” de 2019 y al cansancio y la desafección de buena parte de la sociedad con los partidos políticos tradicionales y sus promesas incumplidas. De hecho, el buen desempeño de Parisi hay que buscarlo en su discurso “anticasta” y en su capacidad para detectar el malestar ciudadano.

Tradicionalmente se señala que la segunda vuelta es una nueva elección, radicalmente diferente de la primera. Pero, esta vez el margen de crecimiento de Jara es escaso. Puede crecer apelando a parte del electorado de Parisi (en 2021 casi la mitad apoyó a Boric) o a los sectores más centrados de los seguidores de Matthei, pero esto puede no bastar.

En caso de que se confirme la derrota vaticinada será importante mirar con atención el futuro de la coalición formada por el socialismo democrático, el Partido Comunista y el Frente Amplio de Boric. Ya han comenzado algunas maniobras de cara a la elección de 2029 e incluso se habla del liderazgo del actual presidente. Con todo, su imagen sale muy tocada después de sus cuatro años de mandato y es poco probable que esta vía se consolide.

De confirmarse este resultado habrá un buen número de gobiernos latinoamericanos favorables a las políticas de Donald Trump y a las organizaciones de la extrema derecha internacional. Al grupo formado por Javier Milei en Argentina, Santiago Peña en Paraguay, Daniel Noboa en Ecuador y Nayib Bukele en El Salvador, se uniría José Antonio Kast. Un Kast que, además, tiene excelentes relaciones con Vox y Santiago Abascal en España.