Las relaciones entre la UE y Taiwán continúan expandiéndose en el marco de la política “Una sola China”

Relaciones UE y Taiwánm. Salón Conmemorativo Nacional de Chiang Kai-shek en Taipei

El 13 de septiembre, durante la sesión plenaria del Parlamento Europeo, el alto representante de la Unión, Josep Borrell, expresó que la UE busca “intensificar la colaboración con Taiwán, y modernizar nuestro diálogo con Taiwán. Pero todo esto en el marco de la política ‘Una sola China’, que reconoce a la República Popular como el único gobierno de la nación. Para que quede claro, la política ‘Una sola China’ no impide que nosotros –la Unión Europea– persistamos e intensifiquemos nuestra cooperación con Taiwán, o que expresemos la preocupación que nos ha generado la escalada de tensiones surgidas recientemente”.

Las declaraciones de Borrell defienden claramente la política de “Una sola China”, que es la base política de las relaciones entre China y la UE. El alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, y los miembros del Parlamento Europeo, sin embargo, han reafirmado la voluntad de Europa de fortalecer los lazos con Taiwán. En Europa cada vez más se está reconociendo la importancia de Taiwán, “no sólo para la seguridad y la prosperidad de la región, sino también de la nuestra”. Sin embargo, la EU se comprometió claramente en lo que respecta a sus relaciones con Taiwán, cuando inició relaciones diplomáticas con Pekín. En 1975 Sir Christopher Soames, el entonces vicepresidente de la Comunidad Económica Europea (CEE), viajó a China. En esa visita, China y la CEE acordaron establecer relaciones oficiales. En lo que respecta al tema de Taiwán, aunque Soames clarificara que “los temas como el reconocimiento de Estados no entraban dentro de las responsabilidades de la Comunidad”, afirmó que “de conformidad con las posiciones adoptadas en diversas ocasiones por todos los Estados miembros, la Comunidad no mantiene relaciones oficiales con Taiwán ni tiene acuerdos con este país”. A partir de entonces, la política de la UE respecto de Taiwán puede resumirse en salvaguardar el statu quo y la estabilidad en el estrecho de Taiwán, y, al mismo tiempo, abogar por la resolución del problema de forma pacífica y basada en las normas. Bruselas advierte a Pekín contra las medidas coercitivas y nunca ha alentado ningún movimiento de Taipéi hacia la independencia.

La UE reafirma su postura tras varios meses de debate sobre la política de Taiwán en EEUU. Lo que resulta aparente es la intención de Washington de recalibrar su política de “Una sola China” tras la modificación estructural por parte de China del equilibrio de poder militar en la región. Esta erosión de la política tradicional de EEUU de “Una sola China” se pone en evidencia por el lanzamiento de la Ley de Política de Taiwán, por la declaración de Biden que las fuerzas estadounidenses apoyarán a Taiwán si China lanzara un ataque contra el Estado autónomo, y por los cuatro acuerdos de ventas de armas de EEUU a Taiwán aprobados este año. Esta recalibración ya se había hecho evidente durante el gobierno de Trump. La Administración de Trump permitió visitas recíprocas de altos funcionarios gubernamentales, como la visita del subsecretario de Estado Keith Kratch a la isla en 2020, y aprobó la “escala excepcional” de Tsai Ing-wen en Nueva York en 2019, donde se reunió con una delegación bipartidista del Congreso de EEUU. Además, el congreso estadounidense aprobó una serie de leyes “pro Taiwán”, como la Ley de Viajes a Taiwán, la Ley de Iniciativa de Garantía a Asia (ARIA, por sus siglas en inglés) y la Ley de Iniciativa de Protección y Mejora Internacional de los Aliados de Taiwán en 2020, demostrando un fuerte apoyo estadounidense a la isla.

Una cooperación madura

¿Cómo combina la UE, entonces, el respeto a la política de “Una sola China” con el aumento de relaciones con Taiwán? En tanto no se alcance un reconocimiento diplomático, la adherencia a la política permite una variedad de tipos de vínculos con Taipéi. Estas formas de relacionarse ya han sido exploradas y Bruselas trataría de fortalecerlas. De hecho, en los últimos años hemos observado una transición hacia una cooperación más madura, ya evidenciada por la inclusión de Taiwán en la Estrategia de Cooperación Indopacífica de la UE. La Unión sigue siendo el mayor inversor extranjero en Taiwán y está en cuarto lugar como socio comercial. La EU busca construir sobre los lazos económicos existentes, que en 2021 tenían un valor de 63.900 millones de euros, con un aumento del 29% respecto al año anterior, y ampliar la cooperación con Taipéi. El papel de Taiwán como importante proveedor de componentes avanzados de tecnología de la información y comunicaciones lo convierte en un socio atractivo en el ámbito de cadenas de suministro resistentes, semiconductores y protección de datos. Sin embargo, no sólo se trata de lazos económicos. Bruselas y Taipéi comparten y promueven los mismos valores democráticos, el respeto por las leyes internacionales y los derechos humanos, lo que convierte la cooperación política en otro aspecto importante de sus agendas. Desde esta perspectiva, los miembros del parlamento nacional han estado muy activos. En 2021 una delegación taiwanesa visitó Eslovaquia, la República Checa y Bruselas, al tiempo que varios legisladores europeos visitaron Taiwán. Estas visitas recíprocas de parlamentarios nacionales o funcionarios gubernamentales de nivel medio desempeñan un papel importante en el establecimiento del programa, la sensibilización y el fomento de un mayor intercambio económico, científico, cultural, político y de personas a personas.

La dimensión simbólica, a la hora de hablar de Taiwán, es un tema sensible y prominente; y esto queda claramente ilustrado por la decisión reciente de Lituania de mejorar su vínculo con la isla. El país báltico ha permitido que Taipéi abriera una oficina de representación en Vilna bajo el nombre “Taiwán” y pronto abrirá su propia oficina de comercio en Taipéi. Esta medida impulsó a Pekín a imponer un embargo comercial y provocó críticas internas. No obstante, la coerción económica no logró que el gobierno de Lituania cambiara de política. Más aun, a partir de la erosión de la política estadounidense de “Una sola China”, otros Estados europeos, especialmente en Europa Oriental y Central, podrían seguir su ejemplo.

El impacto de la guerra en Ucrania

La invasión rusa de Ucrania ha tenido, sin lugar a dudas, un impacto en la manera en la que la UE ve a Taiwán. Es fácil imaginar un paralelo entre la Guerra en Ucrania y una posible invasión a Taiwán, pero no es algo necesariamente cierto. Las diferencias son sustanciales y no hay evidencia de que China se esté preparando para invadir Taiwán. De todas maneras, la invasión rusa ha tenido dos efectos indirectos.

Primero, la guerra ha resaltado la creciente dependencia de los países de Europa Oriental al poder militar de EEUU para evitar o afrontar el expansionismo de Moscú. El apoyo militar de EEUU no se limita a Ucrania, pues también se incluyen los países miembros de la OTAN y los socios de Europa Oriental en materia de seguridad, considerados como “los que corren mayor riesgo de ser objeto de una futura agresión rusa”. Entre estos socios se encuentran Polonia, Letonia, Estonia, Lituania, la República Checa y Rumanía. Esta dependencia podría ser traducida como una creciente influencia de EEUU en las políticas exteriores de estos países, y podría hacerlos más receptivos a asumir la misma posición de EEUU en lo que se refiere a Asia-Pacífico y, en particular, al estrecho de Taiwán. Precisamente, dado que varios Estados de la UE ven a China cada vez más como un rival, en los últimos años ha crecido el apoyo de Estados miembros a Taiwán. Polonia y la República Checa han mejorado su cooperación legislativa y humanitaria con Taiwán. Letonia y Estonia han seguido el ejemplo de Lituania y se retiraron del foro de “Cooperación entre China y los países de Europa Central y Oriental”. La decisión no se ha justificado explícitamente, pero ha llegado a partir de la posición ambigua de China con respecto a la guerra en Ucrania y la creciente presión militar sobre Taiwán. En sus declaraciones, los Ministerios de Relaciones Exteriores de Estonia y Letonia declararon que seguirían trabajando con China “en consonancia con el orden y los valores internacionales basados en normas, como los derechos humanos”. De hecho, una característica común en la relación entre estos países y Taiwán parece ser el énfasis que ambas partes ponen en su identidad como Estados democráticos que se enfrentan a amenazas militares y una posible opresión y abusos de derechos humanos.

Segundo, el paralelo entre Kiev y Taipéi ha atraído un interés global al asunto del estrecho de Taiwán, y nos alerta sobre las diferentes y muchas veces imprevisibles formas en la que los regímenes no democráticos realizan los procesos de toma de decisiones. En este marco, la UE subraya la importancia del apoyo de la comunidad internacional a la isla. Bruselas sostiene que la forma más efectiva de impedir un ataque a Taiwán es resaltar los lazos democráticos que existen entre Taiwán y la UE, y apoyar al Estado de Derecho. Tal como declaró la vicepresidenta del Parlamento Europeo, Nicola Beer: “¡no se verá un 24 de febrero en Asia!”.

No obstante, la UE debe cuidarse de priorizar la sustancia sobre el simbolismo para no antagonizar a Pekín y prevenir el aumento de tensiones en el estrecho de Taiwán. Bruselas necesita el apoyo de China para lograr que Putin ponga fin a la guerra en Ucrania y para aislar a Rusia. De la misma forma, la UE debe poner todo su esfuerzo en evitar darle a Pekín un pretexto para acercarse más a Rusia o que busque una mayor cooperación con Moscú. A este respecto, los actores europeos y taiwaneses deben recordar que aumentar los vínculos entre la UE y Taiwán podría provocar una escala de las tensiones con Pekín y conducir a sanciones económicas, empeorando una situación que es ya problemática.


Imagen: Salón Conmemorativo Nacional de Chiang Kai-shek en Taipei. Foto: leungchopan.