La cumbre de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN, por sus siglas en ingles), en Kuala Lumpur el 26 y 27 de octubre, puso el broche final a la presidencia rotatoria de la ASEAN bajo el liderazgo de Malasia con dos hitos destacados: la firma de una declaración conjunta entre Camboya y Tailandia para desescalar sus disputas fronterizas; y la adhesión de Timor Oriental como undécimo miembro del bloque, la primera ampliación desde los años 90.
Más allá de China y EEUU, Malasia ha promovido la diversificación de las redes internacionales de la ASEAN como instrumento clave para proyectar su influencia.
La ASEAN ha logrado salir relativamente airosa de un año que pudo ser catastrófico. Es una de las regiones más afectadas por los aranceles estadounidenses y testigo de un enfrentamiento armado entre dos de sus miembros. Malasia revitalizó la agenda de la ASEAN apostando por objetivos alcanzables y de alta visibilidad a nivel de resiliencia económica, además de desempeñar un papel clave en la mediación entre Camboya y Tailandia. La escalada de julio en este conflicto propició un papel más activo y visible por parte de la ASEAN, inicialmente marginada dada la preferencia de ambos países por priorizar otras plataformas. Aunque las presiones de Estados Unidos (EEUU) ayudaron a propiciar el diálogo, la mediación de Malasia permitió alcanzar un alto el fuego y acordar el despliegue de un equipo de observadores de la ASEAN, una iniciativa que había fracasado anteriormente.
Todo ello confirma la relevancia de la ASEAN como un facilitador regional y su capacidad de adaptación, que deja en marcha una serie de iniciativas con potencial significativo. Sin embargo, también plantea interrogantes sobre su capacidad real de aplicación y deja en evidencia la dependencia de la organización respecto a su liderazgo rotatorio. Al mismo tiempo, la persistente falta de voluntad de sucesivas presidencias para abordar las crisis en Birmania y el mar del Sur de China continúan minando la credibilidad del bloque.
La proyección internacional de la ASEAN
La presencia del presidente estadounidense en las cumbres de la ASEAN ha sido tradicionalmente vista como un indicador de su relevancia y esta vez no fue la excepción. Los esfuerzos de Malasia por garantizar la asistencia de Donald Trump fueron evidentes: aceptó que presidiera la ceremonia de la firma del acuerdo de paz entre Camboya y Tailandia, sin diplomáticos chinos y pese a la oposición interna, aun cuando, irónicamente, su participación terminó restando protagonismo a la actuación de Malasia, diluyendo la propia centralidad de la ASEAN en el proceso. Para Kuala Lumpur, sin embargo, el cálculo fue estratégico: la visita de Trump ofrecía la oportunidad de atraer la atención de Washington hacia la región, facilitar la interlocución con el presidente en temas comerciales y elevar el perfil internacional de Malasia como anfitrión y facilitador.
Al día siguiente, el primer ministro chino, Li Qiang, tuvo su turno de protagonismo durante la ceremonia de modernización del acuerdo comercial China-ASEAN, que Pekín aprovechó para presentarse como una alternativa al proteccionismo estadounidense y reafirmar su papel como socio económico indispensable para la región. Para la ASEAN, este tipo de coreografía diplomática constituye una herramienta esencial para proyectar neutralidad y preservar su capacidad de mantener relaciones constructivas con ambas potencias, pilar clave de su centralidad regional.
Más allá de China y EEUU, Malasia ha promovido la diversificación de las redes internacionales de la ASEAN como instrumento clave para proyectar su influencia. En esa línea, el presidente Anwar Ibrahim prometió convertir la cumbre en un encuentro que reuniera a “los principales centros de poder global,” objetivo que logró en buena medida. Este impulso forma parte de una estrategia explícita de la ASEAN para mitigar las tensiones geopolíticas y consolidarse como eje central en el orden multipolar emergente. Además de mantener vínculos con las grandes potencias y Occidente, la organización se ha acercado de forma más activa al denominado sur global, situándose como puente entre distintas regiones y perfiles geopolíticos.
Resiliencia y autonomía estratégica
Internamente, el resquebrajamiento del orden internacional ha favorecido una reflexión sobre el futuro de la ASEAN. La Visión Comunitaria 2045, presentada en mayo, forma parte de este ejercicio y plantea una ASEAN más cohesionada y preparada para los desafíos globales. Aunque es en gran medida un documento aspiracional, la organización ha avanzado este año en reforzar su resiliencia y coordinación frente a perturbaciones externas, mediante iniciativas orientadas a promover el comercio intrarregional y digital.
También ha hecho esfuerzos por mejorar la seguridad energética regional, impulsar las industrias limpias y fortalecer su competitividad en sectores estratégicos como los semiconductores. La creación de un grupo de trabajo de geoeconomía y la primera reunión conjunta de ministros de Exteriores y Economía también muestran ciertos ajustes institucionales para mejorar la coordinación. No obstante, la ASEAN se enfrenta al reto de dar seguimiento efectivo a sus iniciativas, limitado por la heterogeneidad de la región y los constantes vaivenes en las prioridades de las presidencias rotatorias.
Desde el punto de vista internacional, la ASEAN ha buscado reforzar y diversificar sus lazos económicos. Además de modernizar su pacto comercial con China, la organización también se ha propuesto actualizar su acuerdo con Corea y acelerar el de la Unión Europea (UE). La declaración conjunta sobre cooperación económica ASEAN-Consejo de Cooperación del Golfo evidencia su interés en ampliar socios más allá de los tradicionales. Este activismo, también visible a nivel nacional, probablemente crecerá ante la necesidad de mayor autonomía estratégica. El acuerdo entre Malasia y EEUU, uno de los cuatro adoptados al margen de la cumbre y que obliga a Kuala Lumpur a alinearse con las sanciones y controles de exportación estadounidenses, recuerda la importancia de diversificar para evitar verse atrapada en la rivalidad geopolítica entre Washington y Pekín.
Incertidumbres en la seguridad regional
Como recuerda la suspensión del acuerdo entre Bangkok y Phnom Penh después de que una mina antipersonal hiriera a dos soldados tailandeses, la estabilidad en los principales focos de tensión sigue siendo frágil. En Tailandia y Camboya, la ruptura de los lazos personales entre sus élites familiares ha erosionado un factor que en el pasado tuvo un papel estabilizador. Además, la instrumentalización del conflicto con fines políticos hace que el escenario sea especialmente vulnerable, sobre todo ante las elecciones tailandesas de 2026.
A ello se suman las crisis en Birmania y en el mar del Sur de China, donde la aparente proactividad de Malasia no se ha traducido en resultados concretos. En Birmania, la lentitud de la ASEAN para responder a la propuesta de nombrar un representante especial permanente supone una oportunidad perdida para articular una respuesta más coherente al conflicto, en un momento en que la junta militar recrudece su ofensiva de cara a las elecciones de diciembre, diseñadas para afianzar su autoridad.
Por último, las negociaciones con China sobre un Código de Conducta para el mar del Sur de China permanecen estancadas, pese al compromiso expresado por ambas partes en 2023 de concluirlo en tres años. La falta de avances deja ahora la responsabilidad en manos de Filipinas, que asumirá la próxima presidencia de la ASEAN y es el miembro que mantiene una relación más tensa con Pekín a causa de este conflicto. Manila se ha comprometido a impulsar el proceso, con el que buscará equilibrar el respaldo simbólico a la centralidad de la ASEAN con su apuesta por fortalecer su posición en el conflicto mediante una creciente red de asociaciones de defensa. El año 2026 será, además, especialmente simbólico de la frustración de Manila con el bloque, al cumplirse el décimo aniversario del fallo a su favor de la Corte Permanente de Arbitraje, a la que recurrió ante la falta de unidad y capacidad de gestión de la ASEAN.
La debilidad de la ASEAN ante estos desafíos ha suscitado duras críticas sobre su relevancia. Aunque medir su valor sólo por estos conflictos es injusto dada su complejidad y el limitado mandato del bloque, su aspiración a mantener la centralidad regional exige mayor capacidad de respuesta. Esto resulta esencial para conservar su relevancia ante unas élites regionales que ven el mar del Sur de China como su principal reto geopolítico y que consideran que sus diferencias internas debilitan la resiliencia y la eficacia del bloque.
