Entre el olvido y la memoria: ¿regresará Cachemira a la agenda global?

Primer plano de una señal de tráfico verde que indica la distancia a Lahore (23 km) y a la frontera entre India y Pakistán (1 km), en panyabí, hindi e inglés. A la izquierda y al fondo se avistan árboles, y en el fondo se aprecia una bandera de Pakistán. Cachemira
Señal de tráfico cerca del cruce fronterizo de Wagah. Foto: shankar s. (CC BY 2.0)

Desde el atentado de Pahalgam, el 22 de abril de 2025, la tensión en el sur de Asia es alarmante. Dada su anunciada política de quid pro quo plus, el mundo esperaba la respuesta de Pakistán a los ataques selectivos de la India sobre cuarteles y centros de entrenamiento de grupos terroristas a través de la Línea de Control, frontera que separa ambos países. A pesar de que la crisis se puede cerrar con la firma de un alto el fuego el 10 de mayo de 2025, es conveniente comprobar hasta qué punto ha habido respaldo de países aliados o socios hacia las posturas de la India y Pakistán en este conflicto.

Sin embargo, la verdad sigue siendo que, cuando se trata de Cachemira, hay poco interés ajeno por entrar en un conflicto bilateral de muy difícil resolución y cuya llave está en la mano de dos países que se conocen muy bien, pero se entienden muy poco.

El orden internacional basado en normas parece haber saltado por los aires. Estados Unidos (EEUU), a pesar de conservar un poder militar hegemónico, rechaza seguir siendo garante de este orden, renunciando así a la capacidad de ejercer arbitraje. En este momento, el hartazgo frente a las guerras interminables como la de Afganistán, en el vecindario de Pakistán y la India, muestra la falta de interés en abrir una nueva etapa de la llamada “Guerra contra el Terror”.

Sin embargo, países como la India tienen que seguir haciendo frente a una dinámica tan reconocida como manida, que es la del uso de la insurgencia como herramienta para conseguir unos objetivos políticos. Hay países en Asia Occidental y Meridional que quieren dejar esta tendencia atrás para poder centrarse en el desarrollo económico y los retos transnacionales, que, además del terrorismo, no tienen fronteras, como las pandemias, el cambio climático y la seguridad de las cadenas de suministro. Pero el siglo XXI parece empecinarse en recordarnos que los conflictos irresueltos del siglo XX no son cosa del pasado.

1. De poder duro y blando: la diplomacia en torno al presente conflicto en Cachemira

Mientras se presta una atención especial a las ofensivas militares, tampoco está de más atender a los movimientos del poder blando de mano de la diplomacia, aunque sólo sea por rendir tributo al recientemente fallecido Joseph Nye. El peso político global de la India va de la mano de su potencial económico. Ser la quinta economía mundial y, previsiblemente, la tercera a finales de esta década, hace que sus socios prefieran mantener unas relaciones cordiales con Nueva Delhi por encima de Islamabad. Pero la India también lleva tiempo trabajando para aislar a Pakistán de los países que fueron sus aliados, con China como mayor escollo.

Con todo, pocos actores entran en la disputa bilateral y respaldan abiertamente a una de las dos partes, como las declaraciones de EEUU, la Unión Europea (UE) y las Naciones Unidas demuestran. Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos (EAU), a pesar de tener muchos más intereses económicos y estratégicos con la India que con Pakistán, mantienen la misma equidistancia, mientras que Rusia e Irán mimetizan el lenguaje del resto. La condena contra el uso del terrorismo es unánime, pero en la atribución de responsabilidades, el silencio prima. Es más, las llamadas al diálogo y a la desescalada chocan de lleno con la disonancia cognitiva que este conflicto provoca en los ejecutivos de los dos países enfrentados.

En una pieza reciente, Happymon Jacob resalta los cambios en la política india desde la ejecución de la Operación Sindoor. Bajo una creciente asertividad, Nueva Delhi demanda a sus socios un respaldo acrítico en su lucha contra el terrorismo y requiere que se señale y ponga mayor presión sobre Pakistán. La India pide respaldo incondicional, pero no lo recibe en sus propios términos. Más que nunca, este conjunto de voces globales suena discordante para el ejecutivo indio, especialmente en un momento de acercamiento sin precedentes a varios actores globales. EEUU y la UE están reforzando sus relaciones y ultimando Acuerdos de Libre Comercio con la India, además de los acordados recientemente con el Reino Unido y Australia.

2. La internacionalización del conflicto

Los intentos de Pakistán de revivir el conflicto de Cachemira en las Naciones Unidas han tenido un resultado ambivalente, si no decepcionante. Estos han ido poco más allá de algún discurso de líderes de Estados de mayoría musulmana, como Turquía, gestos más bien puntuales durante la cumbre anual de la Asamblea General. Mientras el gobierno de Islamabad explota el victimismo y el precio que el país ha pagado por estar en el frente de la guerra contra el terror (daño autoinfligido en buena medida), Nueva Delhi parece olvidar el efecto negativo para la imagen del país que las declaraciones de sus dirigentes y el tratamiento de la minoría musulmana india puede tener. La idea que se defiende desde algunos foros, y en esto hay una gran convergencia entre la India y China, es que los derechos humanos son un asunto interno, lo cual choca con identidades y solidaridades transnacionales.

Así, una declaración reciente de la Organización por la Cooperación Islámica exime de responsabilidades a Pakistán y respalda su posición oficial respecto del conflicto, que es la llamada al plebiscito de autodeterminación de la población cachemir recogido en la Resolución 47 (1948) del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Esta respuesta contrasta con la de 2019, tras el atentado de Pulwama cuando, a instancias de los EAU, la ministra de Exteriores, Sushma Swaraj, fue invitada a la cumbre anual en Dubái, donde dio un discurso en representación de la India como el país con la tercera mayor población musulmana del mundo.

La lección de poder blando que entonces se ejerció debe ser mantenida por la India en su disputa con Pakistán, frente a sus socios del golfo Pérsico y el llamado sur global en general. Respecto a su propia población, la India necesita mantener la paz social, especialmente ante el efecto que declaraciones de líderes de la hindutva pueden provocar. La polarización social entre hindúes y musulmanes no deja de ser uno de los objetivos de los grupos insurgentes respaldados por Pakistán.

China mantiene su apoyo a Pakistán, sin que ello quiera decir que respaldará militarmente (más allá de proveer armamento) a una potencial respuesta por esta vía. En el pasado, el derecho a veto chino en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ha servido para frenar la inclusión en la Resolución 1267 de los grupos que Pakistán respalda en su lucha contra la India en Cachemira. Los intereses económicos chinos en Pakistán pasan por mal momento. El Corredor Económico China-Pakistán, cuyo trazado atraviesa Gilgit-Baltistán, territorio cachemir bajo administración pakistaní, es un proyecto cuya rentabilidad está en cuestión, dada la inestabilidad política pakistaní y los ataques de grupos insurgentes baluchíes contra los intereses de Pekín.

Pakistán también ha perdido la importancia estratégica que tenía en el pasado para China como vía de entrada a Afganistán. Los talibanes negocian directamente con Pekín. En un giro que puede verse como muestra de hasta qué punto este mundo está adquiriendo tintes kafkianos, Abdul Qahar Balkhi, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores del Emirato de Afganistán, ha emitido un comunicado en el que pide a la India y Pakistán contención en aras de la estabilidad y seguridad regional. En realidad, para China, el apoyo a Pakistán es más una reacción en contra de la convergencia estratégica de Washington y Nueva Delhi en su rivalidad con Pekín. La visión china de la India sigue estando condicionada por su rivalidad con Washington.

Finalmente, la respuesta de Rusia tampoco ha sido la deseada por la India. El acercamiento ruso a China y su debilidad otorga a la India un papel menos importante para Moscú que el que la India tenía en el pasado, si bien la India sigue viendo en Rusia un potencial socio para contrarrestar el dominio chino de Asia. No en vano, Rusia ha sido uno de los cinco países a los que el gobierno indio informó inmediatamente después de los ataques militares en Pakistán del 5 de mayo de 2025, además de EEUU, el Reino Unido, Arabia Saudí y los EAU.

La desinformación y las noticias falsas están en pleno despliegue mediático, con ambos países intentando proyectar una imagen de fortaleza frente al otro, el mundo y de cara a sus respectivas audiencias. Sin embargo, la verdad sigue siendo que, cuando se trata de Cachemira, hay poco interés ajeno por entrar en un conflicto bilateral de muy difícil resolución y cuya llave está en la mano de dos países que se conocen muy bien, pero se entienden muy poco.