El compromiso ético y político con África

El compromiso ético y político con África

La política exterior del Gobierno está obligada a iniciar una nueva etapa y a propiciar un cambio en la acción exterior española respecto a los países del África Subsahariana. Es el momento más adecuado y, no sólo porque constituye una demanda de la ciudadanía española, que ve con preocupación la debilidad del corazón de un continente que no es pobre, sino empobrecido, no es marginal, sino marginado y no es un enfermo viejo, sino joven. También, porque es una urgencia ética de la comunidad de destino entrelazada que conforma hoy la comunidad internacional.

La presencia y las relaciones institucionales de España con el África Subsahariana han sido tradicionalmente escasas y, en algunos casos, meramente testimoniales. Su anclaje en el pasado ha vuelto la espalda a la defensa de los intereses mutuos, así como a las necesidades del presente y los retos del futuro.

En la línea emprendida por el Gobierno, los instrumentos para este cambio son la legalidad internacional, la acción desde el seno de la Unión Europea (UE) y la creación de un clima de confianza mutua, basado en relaciones de igualdad y respeto, así como en el reconocimiento de la soberanía e idiosincrasia de cada uno de estos países.

Los Estados del África Occidental y Austral evolucionan a sistemas, modelos y hábitos democráticos, a la vez que realizan esfuerzos para la resolución de sus conflictos locales y regionales. Estos avances, emprendidos por las sociedades y sus gobiernos, se han orientado a la búsqueda de soluciones propias o autóctonas, y han sido animados por organismos como la Unión Africana (UA) o la Comunidad Económica de los Estados del África Occidental ( CEDEAO) .

Desde el ámbito político, se han emprendido reformas institucionales, que despejan tímidamente el camino a las transformaciones sociales y a los cambios macroeconómicos necesarios para mantener ciertos niveles de crecimiento económico (5 por ciento de media anual). Sin duda alguna, este crecimiento es insuficiente para mejorar las condiciones de vida y para crear el empleo necesario entre una población muy joven, que, en muchas ocasiones, encuentra en la emigración hacia Europa su única salida.

Aunque existen motivos para alimentar la esperanza, se deben buscar soluciones urgentes y comprometidas para no hipotecar el futuro y el progreso de estos países. La comunidad internacional y la Unión Europea deben ser más sensibles aún con el África Subsahariana y comprometer su capacidad humana, científica, tecnológica y financiera, con pandemias como el VIH o la malaria, la sequía, las plagas y las catástrofes naturales, que devastan el horizonte del progreso político, social y económico de estos países.

Lo que parece claro en el umbral del siglo XXI es que los modelos de relación y cooperación vigentes con esta región del mundo, con el corazón de África, no han ofrecido resultados satisfactorios. Y, menos aún, para las sociedades de estos países, que ven defraudadas sus más elementales y legítimas aspiraciones. Por ello, el Gobierno español, no sólo va a modificar y reforzar su sistema de relaciones, con un mayor despliegue diplomático y consular, sino que someterá a revisión los instrumentos de ayuda al desarrollo e incrementará la calidad y la cantidad de nuestra cooperación a lo largo de esta legislatura.

Mi reciente visita a Ghana, Angola, Mozambique, Nigeria, Níger y Mali ha reconfirmado la necesidad de crear una nueva política española para África, que se reflejará en un Plan de Acción o Plan África, que lo aprobará en breve el Gobierno. Esta iniciativa, lógicamente, estará en sintonía con la estrategia global que defina la Unión Europea en el próximo Consejo Europeo, donde España formulará propuestas concretas para incrementar su eficacia.

Desde el Gobierno español estamos convencidos de que el diálogo político con los Gobiernos de estos países, cimentado en el multilateralismo eficaz, inaugurará un nuevo período en nuestras relaciones y en nuestra cooperación. La meta es contribuir a su desarrollo político, social y económico, así como al fomento de las prácticas democráticas y al reforzamiento de la paz y la seguridad, sin olvidar la gestión política de los flujos migratorios.

En este sentido, mi último viaje por los países del África Subsahariana ha servido para concretar algunas de estas líneas de actuación con seis Estados y con la CEDEAO, donde participaremos en el Programa de control de armas ligeras, en acciones de capacitación y formación de jóvenes, así como en proyectos de paz, impulsados por el Centro Kofi Annan de Accra.  

El Gobierno es sensible y consciente de la necesidad acuciante de priorizar la cooperación al desarrollo de España en África, a la que se destinará más atención y recursos. En el caso del África Austral, nuestros niveles de cooperación son proporcionales a nuestra capacidad; a la vez que ya hemos implantado, en países como Angola y Mozambique, instrumentos innovadores para la mejora, eficacia y calidad de nuestra acción solidaria en el exterior.
 
En el África Occidental, el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación, junto a organizaciones humanitarias y otros colectivos, ha detectado nuevos retos para la cooperación española, pues no se puede olvidar que Mali y Níger se encuentran entre los países más pobres del planeta. Su hambruna se ceba también con una sociedad vulnerable, con instituciones frágiles, con una educación casi inexistente y con gravísimos problemas sanitarios, como ya he puesto de relieve.

Ante esta situación, la acción solidaria española enviará misiones para identificar necesidades y problemas concretos e impulsar programas de ayuda en estos países, donde habrá también una representación institucional permanente.

Los seis países que he visitado hace escasas semanas han sido muy receptivos a las propuestas españolas en materia de migraciones. Su compromiso con la adopción de un enfoque concertado y global es firme, así como con el establecimiento de acuerdos entre países de origen, tránsito y destino para la gestión de flujos migratorios. Prueba de ello han sido las declaraciones que se han firmado con Ghana y Mali o, como es el caso de Nigeria, la mejora del acuerdo donde se establecen los mecanismos de cooperación y readmisión de inmigrantes.   

Los países del África Subsahariana han comprometido también su participación y apoyo a la Conferencia Euroafricana sobre Migración y Desarrollo, que impulsamos Marruecos y España. Esto supone inaugurar nuevas vías de entendimiento y de trabajo para hacer frente a desafíos comunes y articular la contribución de los países africanos y europeos para la resolución de graves problemas y conflictos.

La acción exterior española en el África Subsahariana se renovará también en materia de política cultural, educativa y económica. Para ello, el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación, junto con el Gobierno canario y sus instituciones locales, formarán el consorcio institucional Casa África, con el fin de promover el intercambio cultural, programas educativos y estrechar relaciones económicas. 

La cooperación y la solidaridad española con los países del África Subsahariana responden a un compromiso ético de la sociedad española y a un compromiso político del Gobierno de España.