¿Salvará la Web3 la democracia liberal?

¿Salvará la Web3 la democracia liberal? Gente andando en un cinta desplazadora. Foto: David Yu
Gente andando en un cinta desplazadora. Foto: David Yu

Antes se la llamaba Web 3.0. Desde hace un tiempo, Web3. Sus defensores consideran que grandes tecnológicas, como Meta (Facebook) o Google, o incluso los gobiernos, perderán poder de control (y de negocio) con su desarrollo, mientras empoderará a sus usuarios, a los ciudadanos de a pie. Puede transformar la Internet que conocemos, haciéndola más descentralizada, de uso más fácil y más anónimo. Reforzará la democracia liberal, amenazada por la explosión de vigilancia sobre los ciudadanos convertidos en meros usuarios. Aunque de momento, este hype, este último revuelo, es un proyecto, una utopía, antes que una realidad. Está por ver si responderá a las expectativas que ha despertado, y si las grandes tecnológicas no la frenarán o la domarán, justamente para no perder poder y negocio.

La Web 1.0, lanzada por Tim Berners-Lee en 1989 desde el CERN europeo era descentralizada, de protocolos abiertos, sólo de lectura, con enlaces (hipertextos) que llevaban a otras páginas. La Web.2.0, así llamada a partir de 1999, implicó interactividad y producción de contenido, como las redes sociales, la banca online o los servicios de video, por ejemplo. En ella, los usuarios crean valor –y se aprovechan de la comodidad de uso– con sus propios datos, y los creadores también, pero son las empresas que dominan la Red las que sacan partido económico, las que la monetizan.

La Web3 se basará en tecnología de código abierto y blockchain (cadena de bloques), tecnología anonimizada detrás de las criptomonedas, y de ahí el entusiasmo de ese mundo. Las aplicaciones distribuidas, o dapps, que implica, pueden suponer una revolución similar a la que puso en marcha Apple Store, cuando se lanzó en 2007 junto a su iPhone 1, el primer teléfono realmente inteligente. La Web3 hará más segura las comunicaciones y las transacciones, desde luego entre las personas (P2P) y protegerá más la privacidad.

No obstante, puede implicar un mayor consumo de electricidad (y más gases de efecto invernadero si esta no proviene de fuentes verdes). Requerirá una laboriosa tarea de etiquetado de decenas de exabytes de contenido existente en la Web 2.0 por medio de microdatos para lo que no bastará la automatización y la inteligencia artificial y que en muchos casos habrá de hacerse de forma manual, función imprescindible para hacer realidad lo que promete la Web3 de ser más rápida y adecuada a los intereses del usuario. También, para operar en ella, habrá que estar en posesión de tokens, a comprar, lo que puede generar aún más desigualdades o brechas digitales.

La Web3 será más semántica, lo que se refiere a los aspectos del significado, sentido o interpretación mientras que la 1.0 y la 2.0 (aunque esta última ha progresado al respecto), han sido más sintácticas, de búsqueda de información sin interpretación del significado, según se define en CEUPE. De hecho, Tim Berners-Lee habló ya hace dos décadas de una Web 3.0 como “Web Semántica”. Naturalmente, detrás estará, ya está, la inteligencia artificial que se entremezcla con las grandes redes, las grandes plataformas y el factor humano, una novedad en la historia de la Humanidad.

Con la Web3 cualquier se podrá convertir en un proveedor de servicios con mayor socialización y mezcla en la experiencia del mundo real y el virtual, lo cual es básico para el o, mejor dicho, los posibles metaversos en curso. Todos serán propietarios de lo que generen. China aparte, desde 2019, la mitad del tráfico total de la información a través de la Red fluye de Google (Alphabet) –87% del mercado de las búsquedas–, Amazon, Meta (con 3.600 millones de usuarios de sus plataformas Facebook, Whatsapp, Messenger e Instagram), Netflix, Microsoft y Apple. Se supone que la Web3 acabará con los monopolios, aunque las empresas gatekeeper (porteros) podrán seguir existiendo. Permitirá acceder a todo con un solo usuario y contraseña y no la multiplicidad a la que estamos ahora acostumbrados/obligados.

También están por ver las interacciones que promete la Web3 con el Internet de las Cosas (IoT), el Internet de Todo, de los que ha de ser parte central, y con los posibles metaversos. De momento no es posible ante la falta de madurez de las redes 5G, de ancho de banda suficiente y la carencia de tecnología de alcance popular adecuada a todos los niveles de usuario.

La Web3 existe de forma rudimentaria de hecho desde hace más de un lustro. El término lo acuño en 2014 su fundador Gavin Wood, que la basó en Ethereum (una plataforma digital que adopta la tecnología de cadena de bloques para una gran variedad de aplicaciones), aunque ha ganado importancia con las tecnologías blockchain, los mercados NFT (non fungible tokens, certificados digitales que garantizan la propiedad del bien digital y evitan su falsificación), nuevas inversiones, y el intento de frenar el poder de las big techs desde Washington a Pekín y, naturalmente, Bruselas.

Se puede basar en una red de ordenadores que usen blockchain, más que en grandes centros de datos propiedad de grandes corporaciones sobre los que se basa la Internet actual. Es algo que puede interesar especialmente a países como España donde los grandes centros de datos tienen pocas instalaciones en comparación con lugares más frescos, dadas las altas temperaturas y la necesidad de gastar más electricidad para refrigerarlos.

Gavin Good, ahora al frente de la Fundación Web3, considera en una reciente entrevista en Wired que las tecnologías descentralizadas son la única esperanza para preservar la democracia liberal, frente al poder de las big techs y de los propios Estados y gobiernos (como puso de relieve Edward Snowden con sus revelaciones sobre el Estado de vigilancia que es EEUU –no digamos ya China– y el capitalismo de vigilancia del que ha escrito Shoshana Zuboff). Para Gavin Good “la Web3 es realmente mucho más que un movimiento sociopolítico más amplio que se aleja de las autoridades arbitrarias y se adentra en un modelo liberal de base mucho más racional. Y esta es la única manera”, asegura, “de salvaguardar el mundo liberal, la vida que hemos llegado a disfrutar en los últimos 70 años”.

Se trata de recuperar el sueño liberador de lo que iba a ser Internet. Está por ver si el instrumento es, realmente, la WEB3.


Imagen: Gente andando en un cinta desplazadora. Foto: David Yu