Del Brexit al Gran Singapur en Europa

El primer ministro Boris Johnson en la Cámara de los Comunes antes de la votación sobre el acuerdo renegociado del Brexit (octubre de 2019). Foto: ©UK Parliament/Jessica Taylor (CC BY 3.0). Blog Elcano
El primer ministro Boris Johnson en la Cámara de los Comunes antes de la votación sobre el acuerdo renegociado del Brexit (octubre de 2019). Foto: ©UK Parliament/Jessica Taylor (CC BY 3.0)
El primer ministro Boris Johnson en la Cámara de los Comunes antes de la votación sobre el acuerdo renegociado del Brexit (octubre de 2019). Foto: ©UK Parliament/Jessica Taylor (CC BY 3.0). Blog Elcano
El primer ministro Boris Johnson en la Cámara de los Comunes antes de la votación sobre el acuerdo renegociado del Brexit (octubre de 2019). Foto: ©UK Parliament/Jessica Taylor (CC BY 3.0)

Tras la aplastante victoria de Boris Johnson en las elecciones británicas, previsiblemente habrá Brexit en la fecha prevista, el 31 de enero, y en los términos pactados. Pero el Brexit, la salida formal del Reino Unido de la UE, pese a las energías consumidas, es sólo un principio. Lo difícil viene después, con la negociación de la relación futura del Reino Unido con la UE, el futuro acuerdo comercial, que también ha de contemplar temas como la defensa, la seguridad, la investigación, la protección de datos y otros aspectos. Todos importan, y mucho, a ambos, y son los que realmente definirán qué tipo de Brexit resultará al final. No hay aún mandato para tal acuerdo, ni ha sido ese, pese a su importancia, tema de debate en profundidad en la campaña electoral. No hay, al menos públicamente, una idea clara de lo que pretende Johnson, más allá del libre comercio, siempre con la tentación en mente de transformar al Reino Unido en un Gran Singapur en Europa, aunque la UE no le dejará, por miedo al dumping, social y otro.

Johnson se ha comprometido a concluir este acuerdo, es decir, la transición, a finales de 2020, aunque una cuestión tan compleja puede llevar más tiempo, y reabrir cuestiones que están en el centro de las heridas del Brexit, como la cuestión irlandesa (la no existencia de una frontera física entre Irlanda del Norte y la República). O, en caso de falta de acuerdo, llevar a un nuevo abismo, a un nuevo no-deal a finales del año próximo, para regirse por los términos de la maltrecha Organización Mundial del Comercio (OMC). El año 2020 puede seguir marcado para la UE por el Brexit. ¿O no?

La UE ha conseguido aislar el Brexit. Primero con los 27 haciendo piña en contra de los intentos de Londres de dividirlos. Su unidad ha sido decisiva. La nueva Comisión de Ursula von der Leyen también lo ha aislado al encargar a Michel Barnier, ya no como comisario, que siguiera al frente de las negociaciones con los británicos, una decisión juiciosa, pues el francés ha demostrado tacto y savoir faire.

Estas elecciones van a marcar a los británicos más allá de una legislatura, no sólo por el Brexit sino también por la amplitud de la victoria de Johnson que querrá marcar sus tiempos desde su obsesiva comparación con Churchill; el rechazo a la propuesta radical en economía, y confusa en cuanto a la salida de la UE, que representaba Jeremy Corbyn y el devenir del laborismo; por el avance de los nacionalistas escoceses, partidarios de haber permanecido en la UE, y la posibilidad de un segundo referéndum de independencia; y por el anunciado fin de las políticas de austeridad.

Mientras los británicos votaban, el Consejo Europeo en Bruselas debatía los planes para el ambicioso Pacto Verde Europeo, el European Green Deal, que presentó von der Leyen, y acordó (sin la Polonia del carbón, aunque es necesaria en esta Europa de la unanimidad) reducir a cero las emisiones para 2050. La UE se ha planteado adquirir una nueva visión geopolítica, que aún está por plasmarse en la práctica más allá de los primeros pasos en política industrial militar. Es decir, que la UE se ha vacunado del Brexit, que no deja de ser un fracaso para la idea de la Europa comunitaria, pero que ningún otro Estado miembro se plantea.

A partir del 1 de febrero, una vez consumado el Brexit, el Reino Unido mirará al mundo, para empezar a reposicionarse en él. La Global Britain de su predecesora, Theresa May, era humo. Tendrá que pensar qué tipo de relaciones puede y quiere con la UE y con el resto del mundo. Los británicos, pese al error del Brexit, son buenos a la hora de responder a desafíos vitales. Con Johnson ya miran con gran esperanza a Washington y a las promesas de Trump, partidario del Brexit por antieuropeo. Sin embargo, EEUU defiende, ante todo, sus intereses. Baste un ejemplo: EEUU está compitiendo con el Reino Unido por un contrato para colaborar en la fabricación del nuevo avión de combate japonés que reemplace a sus F2. Es un caso de las contradicciones con que se puede encontrar un Reino Unido fuera de la UE. Como con China, con la que cuenta Londres aunque puede chocar con Trump. Pues pese al limitado acuerdo (ante el horizonte de las elecciones de noviembre próximo) para desactivar parcialmente una guerra comercial que va en contra de los intereses de muchos productores agrícolas e industriales estadounidenses, EEUU está en competencia económica, tecnológica, militar, geopolítica e ideológica con Pekín.

Johnson cumplirá con el Brexit, pero no ha explicado lo que viene después. Especialmente cuando el mayor socio económico y comercial del Reino Unido es y seguirá siendo la UE. Eso lo sabe perfectamente Johnson. Su mayoría parlamentaria le hará depender menos en Westminster de los conservadores más duros sobre el tipo Brexit y no necesitará a los Unionistas Democráticos norirlandeses. Pero aún no ha fijado sus prioridades. Ni su modelo. Pese al acuerdo político suscrito con Bruselas –en el que uno de los términos más relevantes es el de “ambicioso”–, habrá sorpresas, y algo más que fricciones.