El papel de las energías renovables en el Acuerdo de Diálogo Político y Cooperación UE-Cuba

El papel de las energías renovables en el Acuerdo de Diálogo Político y Cooperación UE-Cuba. Segundo seminario Real Instituto Elcano - Centro de Investigaciones de Política Internacional (CIPI), 2019. Foto: ©Real Instituto Elcano.
Segundo seminario Real Instituto Elcano - Centro de Investigaciones de Política Internacional (CIPI), 2019. Foto: ©Real Instituto Elcano.
El papel de las energías renovables en el Acuerdo de Diálogo Político y Cooperación UE-Cuba. Segundo seminario Real Instituto Elcano - Centro de Investigaciones de Política Internacional (CIPI), 2019. Foto: ©Real Instituto Elcano.
Segundo seminario Real Instituto Elcano – Centro de Investigaciones de Política Internacional (CIPI), 2019. Foto: ©Real Instituto Elcano.

El pasado 26 de junio tuvo lugar en el Real Instituto Elcano el segundo seminario hispano-cubano organizado conjuntamente con el Centro de Investigaciones de Política Internacional (CIPI) de Cuba. Uno de los temas analizados, ya identificado en el primer seminario organizado en La Habana el año anterior, consistió en el papel de las energías renovables en el Acuerdo de Diálogo Político y Cooperación UE-Cuba firmado en 2016. La situación energética cubana está marcada por su escasez de recursos de hidrocarburos, que apenas alcanzan para cubrir la mitad de la generación eléctrica del país. Hasta hace poco, Cuba se beneficiaba de las exportaciones de petróleo venezolano a precios subvencionados, lo que le permitía no sólo cubrir su demanda interna sino incluso obtener divisas reexportando parte del mismo. Venezuela sustituyó así a la Unión Soviética, cuyo colapso acabó con las exportaciones de crudo a bajo precio y sumió a Cuba en una profunda crisis energética. Tras el estallido de la crisis económica y energética en Venezuela, se estima que las exportaciones de crudo venezolano se han reducido a menos de la tercera parte. Ello ha obligado a Cuba a volver a importar crudo ruso (y de otros socios como Argelia), pero ahora a precios de mercado, lo que supone un drenaje de divisas que la maltrecha economía de la isla no puede permitirse.

Una de las respuestas a la crisis energética es acelerar el despliegue de las energías renovables, básicamente solar, eólica y biomasa. Para ello se tomaron medidas como permitir que los inversores extranjeros puedan tener el 100% de la inversión en plantas renovables y fijar un objetivo de renovables del 4,35% para 2020 y del 24% para 2030. Debe tenerse en cuenta que en 2018 el 96,5% de la energía primaria cubana procedía del petróleo, por lo que incluso el modesto objetivo fijado para 2020 parece difícil de alcanzar, especialmente en ausencia de inversiones extranjeras de consideración. Para cumplir con el objetivo de 2030, Cuba debería atraer unos 4.000 millones de euros para instalar más de 2.000 MW de renovables, el equivalente a dos centrales nucleares como Trillo o Almaraz. Aunque el recurso solar y eólico es sustancial, destaca el potencial de la biomasa, que se pretende explotar con la construcción de 25 nuevas grandes plantas bioeléctricas y más de 500, más pequeñas, de biogás. El potencial de la biomasa procede del bagazo, un residuo de la caña de azúcar; y del marabú, una planta espinosa invasiva originaria de África y que en los últimos años ha causado grandes perjuicios a la agricultura cubana. En consecuencia, la biomasa, a pesar de no evitar las emisiones de efecto invernadero, sí tiene otras externalidades ambientales positivas, como la complementariedad con el cultivo de la caña de azúcar y el control de una especie invasora.

Ante las dificultades encontradas para atraer inversiones extranjeras, se identificaron las energías renovables como uno de los ejes económicos del Acuerdo de Diálogo Político y Cooperación UE-Cuba de 2016. Éste busca promover el desarrollo sostenible inclusivo y la Agenda 2030 (objetivos de desarrollo sostenible 7 –economía sostenible– y 13 –lucha contra el cambio climático). Para ello, el acuerdo prevé diferentes modalidades de cooperación, como la asistencia técnica y financiera, la cooperación científica y tecnológica, o la participación de Cuba en los programas europeos relacionados. El objetivo es desarrollar las capacidades de transferencia tecnológica y de gestión del sector eléctrico, para mejorar su funcionamiento y generar así oportunidades de inversión y atraer capital extranjero. Los resultados obtenidos hasta la fecha son modestos, destacando el programa de apoyo a las renovables y la eficiencia energética en marcha desde 2018. En el marco de ese programa, por ejemplo, la FIIAPP trabaja en el fortalecimiento institucional, con un primer intercambio de expertos en febrero de 2019.

Pese a este esfuerzo de cooperación y a unas condiciones relativamente favorables (existencia de recurso solar y eólico, y elevado potencial de la biomasa), el desarrollo de las energías renovables en Cuba afronta barreras importantes. El primer obstáculo es el de la financiación, aquejada de un conjunto de riesgos financieros de difícil solución, desde el riesgo de cobro ante la escasez de divisas al bajo rating soberano del país. La inversión extranjera en el sector renovable también se ve dificultada por la no convertibilidad y la coexistencia de dos monedas; la falta de transparencia en las cuentas del sector eléctrico; la ausencia de un marco regulatorio claro, predecible y sometido a supervisión profesional e independiente; y la carencia de garantías y de mecanismos fiables de solución de diferencias. Por ello, parece urgente tomar medidas que permitan reducir esos riesgos financieros y de la inversión extranjera, aumentando la transparencia en el sector de las renovables, mejorando su marco regulatorio, aminorando el riesgo de los proyectos y el coste del capital (por ejemplo acudiendo a financiación concesional relacionada con la lucha contra el cambio climático) y, finalmente, reduciendo los riesgos macroeconómicos asociados a las distorsiones comerciales y cambiarias que permitan asegurar el retorno en divisas de las inversiones efectuadas.